A tu acecho

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Las noches de vino y conversaciones por horas eran usuales en ellos. Contarse su día a día, recordar anécdotas y reír por ellas.

—¿Oyes eso? — preguntó Crowley, cortando de repente su amena conversación con el ángel. Era un ruido lejano, unas campanadas. ¿No será que..?

—Yo no oigo nada — contestó el rubio. Sin embargo, el demonio las seguía escuchando, cada vez más fuerte.

Un fuerte estruendo se escuchó, todo vibró unos cuantos segundos. —Que raro, no habían anunciado tormenta eléctrica para esta noche — comentó el ángel mientras se servía otra copa de vino. Un nuevo estruendo se escuchó, más cercano y frágil. Azira llevó su vista hacia el sonido.

—¡Crowley! — exclamó asustado. El de gafas se veía pálido, sudoroso; había dejado caer su copa de lo tembloroso que estaba; se retorcía sobre el sillón; y, principalmente, su expresión era una asustada. Trató de acercarse para auxiliarlo, pero en su agonía, el pelirrojo logró gritar:

—¡No, ángel! — exclamó agitado. —Esto es malo, muy muy malo. — entre tropezones logró llegar hasta el celestial y tomarle de su camisa. —Ángel, hazme un favor: ¡Cierra todo, bloquea las ventanas y las puertas! ¡No dejes que salga de aquí!

—No, entiendo.. — murmuró aterrado

—Existen noches donde los instintos más bajos de los demonios despiertan que ni nosotros ni nadie puede detener. Pero a cambio de eso, los demonios estamos más tranquilos. Es como una purga infernal— intentó sonreír, mientras que en su cabeza las campanadas se oían con mayor velocidad y estruendo. Aziraphale también las escuchaba. — Cuando termines de cerrar todo.. — Crowley sacó de su chaqueta un par de llaves— ve y quedate en mi apartamento en lo que dure la noche. Ya no tengo tiempo suficiente como para llegar allá. Te pagaré todo lo que rompa, lo prometo. — soltó un fuerte quejido y sus piernas flaquearon, habría caído de no ser porque Aziraphale le sostuvo. —Hazlo ángel, ¡cierra todo!

Tras dejar a Crowley de nuevo en un sillón, corrió a cerrar cada puerta y ventana con seguro, toda ventilación y tragaluz, desconectó el teléfono y se deshizo de todo aquello que podría una potencial salida.... Ya notaron lo malo de aquí, ¿verdad?

Oh ángel~, tu nobleza a veces roza la estupidez, pero se te quiere.

Estaba cerrando las últimas ventanas –la más alejada de todas, pero debe estar precavido– cuando un desgarrador gritó le estremeció todo el cuerpo. Corrió asustado hacia su amigo, convulsionada violentamente sobre el suelo, su cuerpo se contraía, e incluso sobre la ropa se podía notar como sus huesos se removian dentro de su cuerpo, aumentando su agonía.

Aziraphale se quedó estático, observando como las prendas de su amigo comenzaban a fundirse y adherirse sobre su piel, oía el crujido de sus huesos y desprendía humo de su cuerpo. Era enorme, más de lo que por sí era su amigo; un ser alquitrano con un fuerte aroma a azufre; no tenía rostro, más que una maltrecha línea que actuaba como una boca. Tal vez no tendría ojos, pero sabía muy bien que le estaba mirando.

No hubo grito, ni siquiera un gruñido, simplemente se abalanzó hacia el pobre rubio. Dando por comenzado el juego del gato y el ratón.

La noche se hará demasiado larga para el pobre principado. Y vaya que lo estaba siendo...

Estaba cansado, llevaba horas corriendo y ocultándose en su amada librería, todo con tal de no ser hallado por.... no.. ¡NO! Aquello que lo seguía no era Crowley, no era su amigo, era algo que había tomado su cuerpo. Esa cosa era un mounstro con la carne de su amigo, puesto que ni rostro tenía.

Todo quedó en silencio; el rubio, nervioso, asomó su cabeza por sobre escritorio, quería llegar a la cocina. ¡ALTO! Estaba cerca, un solo ruido sería el fin. Aziraphale se maldijo a sí mismo por su imprudencia.

A Tu Acecho [Good Omens OS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora