Compromiso

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Advertencias: Lorna (polaris), David (Legión), Wanda (Bruja escarlata) y Peter (Quicksilver) son hermanos. Mención de Cherik. Universo Omegaverse. Vida actual.

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I.

Se miró una vez más al espejo intentando arreglar un rebelde mechón de cabello que no se dejaba moldear, aunque llevara encima tanta gomina que bien podría quedar su mano atorada allí. Tenía que lucir presentable se decía, volviendo a reordenar su corbata azul cielo en un tic nervioso. Habían pasado varios años desde que vivía solo, seis o siete quizás más teniendo en cuenta aquellos cursillos de física en Múnich.

Volver a casa, a ese estilo lujoso de vida que llevaban sus padres y hermanos le resultaba algo incómodo, agobiante si es que necesitaban una palabra más clara para describirlo.

No quería ser malinterpretado, le gustaba su familia, su amoroso padre omega Charles y su terriblemente frío padre alfa Erik que siempre le apoyaban incluso cuando ni el mismo sabía bien lo que hacía. Le gustaba la compañía de sus hermanos, David el mayor que había heredado los llamativos ojos de Charles, su melliza Wanda, quien compartía gran parte de los atributos de su padre omega en belleza e inteligencia y la pequeña del grupo Lorna, la que más se parecía a él, pero quien menos estaba en casa con ese afán de recorrer el mundo en causas humanitarias. De todas formas, la chica también había sido bendecida con la genética de sus padres.

El problema era él, justamente el ADN de su abuelo más trastornado había decidido saltarse una generación recayendo en él, heredando lo peor y siempre resaltando del resto. Había nacido con unos feos ojos negros y un carácter inquieto rallando en la hiperactividad, de palabra torpe y carencia de liderazgo además (para su pesar) un tic nervioso que lentamente terminó transformándose en cleptomanía.

Por ello al mirar atrás, en sus recuerdos dorados recubiertos por una gruesa capa de polvo no podía fingir no notar lo fuera de lugar que estaba dentro de ese mundo rodeado de belleza y elegancia, que hasta la fecha Peter seguía considerándose carente de tales virtudes.

Observó su reloj de Micky Mouse percatándose que estaba mucho más adelantado de lo habitual. Daría una clase antes de su cena de compromiso, menuda suerte, sus pobres alumnos que ya se quejaban de lo rápido que siempre iba tendrían que aguantarse su vómito intelectual con el doble de información por puro nerviosismo.

Se quitó el reloj dejándole en la preciosa encimera de roble. Estaba seguro de que sus padres debieron pagar más por ese mueble que él por todo lo que tenía su apartamento. Intentó no hacer una mueca ante tal idea y rebuscó entre viejos regalos el reloj carísimo que Erik le dio para su cumpleaños número quince. Era precioso, no lo negaría, pero el revestimiento de peso social que conllevaba le robaba siempre la intención de usar alguno de sus regalos caros.

Con veinticinco años recién cumplidos su familia ya se había dado más que por vencida al respecto y de regalo sólo le daban libros o viajes pagados para alejarlo del trabajo, gesto que Peter agradecía de sobremanera.

Se enfundó el reloj y revisó el traje de valor incalculable pero que por cómo acentuaba su cuerpo estaba seguro, barato no era. Evitando pensar nuevamente en la abismante diferencia de su estilo de vida y la de su familia tomó un maletín de cuero, donde llevaba la mayoría de sus apuntes y lo necesario para la clase. Pese a ser por sólo una noche ya estaba echando de menos sus zapatillas converses, el morral lleno de tachas y su ropa desgastada con colores llamativos.

II.

Cuando cruzó la puerta que daba al salón de clases, sintió una terrible vergüenza, sus alumnos se le quedaron mirando con los ojos muy abiertos de par en par. Sabía que lucía muy distinto cuando se disfrazaba de pingüino (como el insistía sentirse con traje) y que todos boquearan como peces fuera del agua lo hacía sentir peor.

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