2: Tropiezos en el camino

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Holi, muchísimas gracias por todo el amor del anterior capítulo, sois unos soles. Aquí os dejo el segundo. Muchos besos.

Si fueran una pareja normal, habrían disfrutado del domingo sin moverse del sofá, entre mimos y besos, quizás levantarse para tomar algo, pero luego volver a unirse como imanes

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Si fueran una pareja normal, habrían disfrutado del domingo sin moverse del sofá, entre mimos y besos, quizás levantarse para tomar algo, pero luego volver a unirse como imanes.

Solo que ellos dos no eran una pareja normal.

—Amor, joder, despierta.

A Raoul le cuesta enfocar. Siente los brazos entumecidos, por la mala postura. Se le ha dormido una mano. Carraspea, aclarándose la garganta, y se hunde más en el sofá y en las mantas que lo cubren. No sabe quién ha dicho esa frase, ni en qué contexto, pero él solo quiere seguir durmiendo abrazado a un cuerpo caliente. Solo que ya no hay cuerpo caliente al que abrazarse.

Acaba por abrir los ojos mientras se rasca uno, descubriendo un hocico marrón. Un poco más arriba, descubre unos ojos negros y brillantes, que lo contemplan con la mayor curiosidad del mundo.

"Un momento, ¿me está hablando el conejo y me ha pedido que me despierte? No... ¿no? Porque sí es así, estoy peor de lo que Ago piensa". Entrecierra los ojos, haciendo que Lola se acerque un poco más.

"uMAnOooo, ¿qUé tE PaSAAa?"

"Definitivamente, estoy delirando. Los conejos no hablan, me cago en la hostia".

—Raoul, que te estoy hablando...

Entonces levanta un poco la cabeza y lo ve. Su novio lo mira con cara de preocupación y, sobre todo, de culpabilidad. Ya lleva puestos los pantalones.

Entonces cae en que solo hay una cosa que haría que Agoney se pusiera así de dramático recién levantado y después de una sesión de mimos.

—Oh, Dios. —Se incorpora como puede—. ¿No te ha sonado la alarma? Llegamos tarde, ¿verdad?

—No es eso. —Ahora lo mira con cierta tristeza—. Me acaba de llamar Aitana.

—¿Por lo del informe del novio de Mónica?

—No, Raoul. Porque casi todas las noches duerme con la forense del barrio y se entera de todo. —El rubio arruga la frente y su novio explica—. Han encontrado el cadáver de otra chica. En el mismo callejón de la otra vez.

La cara del rubio cambia al más puro estupor.

—Esto cambia muchas cosas. —Se muerde el labio.

—Anda, vístete, tenemos que salir disparados para allá. A Nerea la llamaron incluso antes, así que tenemos que estar a la vez que ella para enterarnos de todos los detalles.

Lo ve dirigirse hacia la habitación, vacía por haber optado por dormir en el mismo sofá que los oyó suspirar la noche anterior. Raoul, con un labio entre los dientes, sabe el por qué de su mirada, así que se levanta, dejando una caricia en el abdomen de Lola, y entra con él en la habitación.

El pañuelo de mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora