Capítulo 7: El séquito del mal.

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Capítulo 7: El séquito del mal.

Lunes...

—Tenemos que hablar —le digo a Ágata apenas me acomodo en el asiento de su Toyota verde—. Encontré una pista sobre el hechicero de hielo novicio que estoy buscando.

Ágata me observa con curiosidad antes de poner en marcha la camioneta.

—Cuéntame.

Tomo aire profundamente antes de contarle sobre la nevada que presencié desde mi ventana la noche anterior durante la fiesta de las gemelas.

—Quise ir a investigar, pero Sandra no me habría dejado poner un pie en el pasillo después de haberme escapado antes para inspeccionar el panel.

—¿Averiguaste algo sobre el símbolo?

—Nada, aparte de que Russell da miedo y parece un robot controlado por Diamantina.

Ágata se ríe y de inmediato vuelve a ponerse seria.

—Volviendo al asunto del novicio, ¿crees que alguien se haya percatado de la nevada?

—No lo sé —suspiro, mirando por la ventana del auto cómo pasan las casas y los locales a toda velocidad—. Realmente espero que no. No resultaría nada sencillo explicar eso.

—Al menos podemos confiar en que las personas creerán que todo se trata de un efecto de la borrachera —dice Ágata con optimismo—. Lo difícil será explicárselos a los del servicio.

—Si no resulta que al final uno de ellos es el novicio —digo, dudosa ante esa posibilidad—. O tal vez fuese algún invitado. La mayoría de ellos, o tal vez todos, estaban ebrios. El estado de ebriedad pudo haber activado su magia de manera accidental sin que nadie se haya dado cuenta.

Este pensamiento me desanima. Cualquiera podría ser el hechicero de hielo que estoy buscando.

—¿Ya has llamado a tu Consejo para notificarles lo sucedido?

—No —respondo a la pregunta de Ágata tomando mi mochila para buscar el teléfono—. Llamaré a Zabrina ahora mismo.

Ágata asiente, aguardando en silencio mientras llamo a mi compañera del Consejo. Contesta poco después.

—¿Qué sucede Ela?

Carraspeo antes de contarle toda la historia de la noche anterior, empezando por el panel con el sello del clan de tierra y seguido de la nevada mágica que presencié desde mi ventana.

—¿Lograste dar con el hechicero novicio?

—No. —Suelto un suspiro y me acomodo mejor en el asiento. Observo por la ventanilla de la camioneta que ya falta poco para llegar al colegio McIntyre—. Pero estoy preocupada. Alguien más pudo haber visto la nieve, no es como si hubiera sido una nevada sutil.

—Seguro los adolescentes pensarán que todo fue producto del alcohol —me dice con tono consolador, pensando igual que Ágata, pero yo me siento escéptica.

—¿Y qué hay del servicio? Ahí también había muchos mayordomos y criadas. Y ellos no estaban ebrios.

Zabrina se queda callada unos momentos.

—¿Has llegado a pensar que el hechicero pudo ser alguien del servicio?

Me masajeo la frente.

—Sí, he pensado hasta que los perros pueden haber provocado la nevada. Pero es improbable. En el servicio ya todos son adultos, tienen edad para haber aprendido a controlar su magia y evitar sus accidentes mágicos. Los peores desastres con la magia ocurren entre la niñez y la adolescencia. Ya sabes, solo en gente menor de dieciocho años.

Cenicienta. (Cuento de Hadas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora