Capítulo único

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Ya entrada la madrugada.

El aire se sentía frío y pesado. Acariciaba su piel descubierta como si quisiera consolarla. Su cabello azabache se encontraba desparramado por sus hombros quedando libre por segunda vez en el día de sus cotidianas coletas.

Miró hacia el cielo parisino con un semblante impasible, aunque tuviera un cúmulo de lágrimas agolpándose en sus preciosos ojos azules claro, carentes de vida o emoción. Habían perdido por completo ese brillo que la caracterizaba como una persona alegre y dulce.

A su corta edad, había tenido que cargar con muchas responsabilidades, unas más pesadas y dificultosas que otras. Pero todas esas tareas eran nada a comparación con la decisión que había tomado el día que derrotaron a LoveEater. Dejar ir, al amor de su vida para lanzarlo a los brazos de otra, literalmente.

Sus delgados hombros se sacudieron en un vano intento por retener los lloriqueos que había intentado retener hasta ahora.

Sin poder soportarlo más, ahogó sus lamentos y quejidos ayudada de sus manos, dejando salir un gemido lastimero tan doloroso que si su Kwami hubiera estado con ella, la habría echo llorar a ella también debido al aura tan deprimente y devastadora que cargaba la chica. Era tan doloroso. Tan inverosímil creer que todo esto haya pasado hace apenas unas horas, causando que la herida abierta, sangrara más en su corazón.

Eran como si fragmentos de vidrio se hubieran incrustado dolorosamente en su órgano más importante y lo hubieran apuñalado un millón de veces en el mismo lugar.

Los sollozos que emitía eran casi inaudibles para cualquier persona, pero claro, si es que hubiera una persona allí con ella. Solo contaba con la soledad de estar en su balcón y la fría noche que le susurraba un "todo va a estar bien", sin embargo esas palabras por mas que las repetía no se las terminaba de creer.

Su día no podía parecerle más horrendo.

—¿Por qué tan triste, prrrruincesa?

Alzó la cabeza bruscamente con los ojos empapados en lágrimas observando al travieso minino sentado en el barandal de su balcón con una cara imposible de descifrar debido a que las lágrimas dificultaban su visión. Trataba por todos los medios de limpiar el basto de lágrimas que habían escapado de sus orbes pero ya era tarde, el héroe lo había notado. No había razón para tratar de ocultar lo obvio.

—¿Me dirás que te tiene tan triste, ma petit princess?

—Por qué tendría que decírtelo? — expresó con voz amarga y algo ronca por el lloriqueo de antes.

—¡Meowch! Eso dolió princess. — intentó bromear para sacarle una sonrisa, pero se notaba que la chica no estaba de humor.

—Chat por favor, solo vete... — masculló aún dolida agarrando con sus manos el barandal y girando el rostro para evitar verle la cara a su compañero.

El joven suspiró para dirigirse a su princesa de una manera más dulce.

—Hey, tranquila princess, solo quería saber si estabas bien, en serio me preocupe el haberte visto a estas horas de la madrugada... y llorando ¿Te ha pasado algo hoy? — insistió el felino arrimándose más hacia delante con su propio peso y un equilibrio impresionante.

No hubo respuesta por parte de la fémina.

Se quedaron en un silencio sepulcral que le resultó incómodo al chico, y debido al ambiente tan tenso que se alcanzaba a percibir, solo pudo carraspear mirando dolido a su amiga apoyada en el barandal con la mirada cubierta por su flequillo, ocultando sus ojos llorosos.

—Si no quieres decirme...

—Alguna vez has tenido que sacrificar algo por una persona? — susurró Marinette al confuso felino interrumpiendo su frase.

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