Feng Shui

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La primera vez, Sonya corrió a la cocina y le dijo a su madre que el abuelo estaba estaba por llamar. Ahí nomás sonó el teléfono. La segunda, fue cuando le pidió a su padre que mirase a la derecha cuando llegase a la avenida y eso lo salvó del camión de basura sin frenos que iba calle abajo. La tercera vez... Bueno, la tercera vez terminó de convencer a todos.

Era la mañana del 24 de diciembre. Que las sillas acá, que la mesa plegable allá, que el arbolito del lado de las luces y detalles, detalles, detalles. La televisión siempre prendida en los canales de aire y Sonya siempre frente a la pantalla. Su padre a un lado, en el sillón de un cuerpo con el control remoto sobre las piernas. Todas las vísperas de navidad eran iguales: su mamá en los detalles detalles, detalles; su papá en el sillón de un cuerpo y ella frente al televisor. 24 de diciembre. Podría haber sido como todos los 24 de diciembre, pero no. Sonya tuvo que abrir la boca. "4, 8, 15, 16, 23 y 42". Cinco minutos más tarde, el hombre bajito, pelado y de traje de la tele, sacó seis pelotitas numeradas de un tubo de plástico transparente. 4, 8, 15, 16, 23 y 42. Años más tarde, Sonya desearía no haber abierto la boca.

Empezaron por los estudios, los médicos y los pinchazos. Siguieron los tarotistas, los videntes y los que leían la borra del café. Más adelante, los curanderos, los gurus y meditadores. Rabinos, pastores, hindúes y taoístas. No había explicación, Sonya podía "ver más allá", podía "entender" la energía. Y lo que fue una casualidad, años después se transformó en un trabajo. Claro, le dieron a elegir la forma y cuando le preguntaron, Sonya dijo "Feng Shui", pero solo porque le sonaba gracioso y extraño y no porque supiese realmente de qué hablaba.

Su madre organizaba las citas. Su padre, las finanzas. Sonya solo tenía que ir a la casa de los clientes y leer la energía. Cuando se sentía segura, reacomodaba los muebles y los objetos para que todo fluyese mejor, con más armonía. Después juntaba las palmas y hacía una postración. Sonya no podía explicarlo al principio, pero funcionaba. Y de un puñado de vecinos, la voz llegó a hombres de negocios, empresarios y directores de multinacionales.

Un día llamaba un abogado con una esposa crédula y contaba todo por teléfono: Buscaba su primer hijo y las pastillas y la radiación no habían funcionado. Entonces Sonya les movía la cama en dirección al este, les invertía las mesitas de luz, cambiaba las lamparitas por otras más tenues y reemplazaba los jabones del baño por unos de acidez neutra. Juntaba las Palmas, hacía una postración y nueve meses después, nacía un bebé gordo y rosado y una caja fuerte en el banco. A veces bastaba con cambiar un sillón de sitio. Otras, con una reestructuración completa de un comedor, de un salón de juegos, de una habitación. Lo importante era que la energía y los dueños de casa estuviesen alineados. "Consciencia y sugestión", decía Sonya. "La verdad y un poquito de esperanza".

Si el dinero no hubiese empezado a circular de la forma en que lo hizo, probablemente Sonya hubiese estudiado para veterinaria, como había querido siempre, pero no tuvo ni voz ni voto. Era la cara del negocio familiar. Entonces llegaron los libros: "Sonya: Consciencia y Sugestión", "Sonya y el Espacio Consciente", "Sonya y el Living de los Milagros", "El Feng Shui y tu: compañeros de la libertad". Y después de los libros, los representantes y las entrevistas y la televisión y las obras de teatro y los carteles en la vía pública.

Con el tiempo, Sonya conoció la ciencia detrás del milagro, la sentía en lo más profundo: ella tenía talento, pero había una cuota de sugestión que operaba en sus clientes. A la ecuación se le sumaba la fama, la frivolidad y la posibilidad de tener un autógrafo de primera mano. Que Sonya juntase las palmas y se postrara en tu propia casa era todo un acontecimiento, algo que los padres le contarían a sus hijos y nietos. Entonces, si Doña Estela creía que su sobrino obtendría las mejores calificaciones en el colegio de abogados rediseñando su cocina, Sonya se ocupaba de que así lo fuera. Consciencia y sugestión. Más sugestión que consciencia.

Feng ShuiWhere stories live. Discover now