Prólogo

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        Las constantes vibraciones que producían las ruedas del tren al deslizarse velozmente por las vías generaban una sensación de tranquilidad en la joven que viajaba en uno de los vagones de la máquina.

        Las gotas de lluvia golpeaban contra el gran ventanal en un ritmo descontinuado, mientras que la arboleda de las montañas se convertían en borrones verdes.

        Su compañero de viaje había decidido recostarse sobre todo el asiento de enfrente luego de la primera hora, en estos momentos dejaba escapar pequeños ronquidos de sus labios entre abiertos. La joven lo observaba cada cierto tiempo, dejando escapar pequeñas sonrisas cuando lo escuchaba soltar frases incoherentes entre sueños.

        Cuando ya se comenzaba a visualizar mayor civilización entre tanta naturaleza, la puerta del compartimiento fue abierta abruptamente. Una mujer regordeta, de finos labios y cabello recogido se asomó por ella. El joven, que hasta entonces continuaba plácidamente dormido, cayó del asiento por el susto de ser despertado con tanta delicadeza.

        —Tan adorable como siempre Rachel —Murmuró el muchacho aún aturdido por la caída.

        —Oh, discúlpame querido, ¿Interrumpí tu sueño de belleza? —Una sonrisa amarga se dibujo en los labios de la anciana.

        —Muy divertida —El joven le dedicó una falsa sonrisa y volvió a sentarse en el asiento.

        La mujer desvío su mirada hacia la muchacha, ella estaba sentada correctamente en su asiento con un libro apoyado sobre su regazo. La menor le dedicó una radiante sonrisa.

        —¿Falta poco? —Consultó algo ansiosa. La mujer le dedicó una sonrisa sincera y un leve movimiento afirmativo con la cabeza.

        —En diez minutos llegaremos a la estación, allí nos estará esperando un chófer que nos llevará a su nuevo Instituto —La voz del joven interrumpió la explicación de su nana.

        —A nuestra nueva cárcel querrás decir, Rach —Su nariz se arrugó en un claro indicio de molestia.

        —Oh cariño, vamos, no es tan terrible —La anciana rodó sus ojos —Cuando lleguemos nos recibirá el director y necesito que se comporten —Su mirada acusatoria se posó sobre el muchacho —Eso significa que no quiero ningún percance, Clyde.

        El nombrado realizó un chasquido con la lengua y se enterró aún más en su asiento. La anciana le dedicó una mirada de advertencia y se marchó, cerrando el compartimiento detrás de ella.

        —Tranquilo hermanito, no será tan malo está vez, al menos estamos cerca de casa —Los cabellos rojizos de la muchacha se movieron cuando ella levantó sus hombros restándole importancia al drama de su hermano.

        —¡Uy sí! Tienes toda la razón, a tan solo tres horas de casa —Despotricó con total sarcasmo.

        La joven suspiró pesadamente antes de regalarle una sonrisa.

        —Aún así, seguimos en Escocia.

        —Odio tu optimismo, hermanita —En los labios del joven se dibujo una media sonrisa.

        La muchacha torció su boca en una mueca y luego soltó una pequeña carcajada.

        —Alguien tiene que serlo en esta familia.

        El joven evitó contestarle dejando la conversación allí. Movió su cuerpo hasta quedar pegado al gran ventanal y colocó sus ojos en el paisaje, admirando a lo lejos la pequeña estación de tren rodeada de abundante vegetación.










 Movió su cuerpo hasta quedar pegado al gran ventanal y colocó sus ojos en el paisaje, admirando a lo lejos la pequeña estación de tren rodeada de abundante vegetación

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ʟᴀ ʟóɢɪᴄᴀ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora