1

2.5K 150 21
                                    

—Arthur.
—¿Qué?
—¿En qué piensas?

Arthur lanzó una carcajada.

—En nada—mintió—creo que mi café se enfrió—otra vez rió.
Sophie sonrió viendo la taza de su compañero, no había bebido un solo trago de café y en efecto, se había enfriado.
—Si bueno, no te hará bien beber café de noche, no si quieres conservar el sueño.
Una vez más Arthur lanzó una carcajada, habían otras cosas que le quitaban más el sueño que una simple taza de café.
—Lo siento—dijo él—es que me despidieron del trabajo.
—Lamento oír eso—murmuró Sophie extendiendo su mano y sujetando la de él.
Arthur se estremeció ante el contacto. Por un momento pensó en apartar su mano. No soportaba tocar a Sophie con las mismas manos que había matado a esos hombres. Aún así no se movió.
—Está bien—dijo—ya conseguiré algo.
—Sí, por supuesto que sí—Sophie le sonrió tan sincera como era posible y Arthur le devolvió el gesto.

Por un momento olvidó el mundo fuera de las ventanas de la cafetería. Olvidó que había matado a esos hombres. Olvidó su trastorno. El caos en Ciudad Gótica. Olvidó a Thomas Wayne. Observó a Sophie tratando de memorizar cada rasgo de su rostro, cada pliegue se su piel que se formaba cuando ella sonreía. Por un momento olvidó que no estaban allí.

—Arthur...

«Diablos» pensó él. «Solo un momento más, un segundo...» Arthur volvió a reírse a carcajadas. Lo hizo unos cuantos segundos, no podía detenerlo pero ya no se esforzaba por hacerlo.

—Lo siento...—dijo antes de reírse otra vez.
—No tienes que disculparte. Está bien— dijo la doctora ofreciéndole una sonrisa. Arthur la miró y le sonrió—¿en que pensabas?

Arthur no apartó su mirada de la mujer ni borró la sonrisa de su rostro. Se acomodó en la silla e inspeccionó el rostro de la psiquiatra buscando algún parecido con Sophie...pero no encontró ninguno y aún así...

—Usted me recuerda a alguien.
—¿Ah sí, a quién?
—Una amiga.
—¿De verdad?— la doctora hizo un gesto de aprobación y genuina alegría al escuchar que Arthur podría tener a alguien a quien considerara su amiga—¿Y ella viene a verte o...?— pero antes de que pudiera terminar, Arthur la interrumpió con un rotundo “No”.
La sonrisa se había borrado del rostro del hombre y la doctora optó por cambiar el tema.
—¿Has pensado en lo que hablamos la semana pasada?
— No recuerdo lo que hablamos.
—Sobre los chistes ¿recuerdas? Te pedí que pensaras un chiste para hoy, uno gracioso.
Arthur la miró.
—¿Cree que mis chistes no son graciosos?—dijo fingiendo ofenderse y se volvió a reír.
—No si incluyen cosas negativas.
Otra vez dejó de reírse y respiró ondo. Miró el techo y se llevó el dedo índice a los labios, pensativo.
—Creo que ya lo tengo, pero antes...—juntó sus muñecas y las levantó—¿podría sacarme las esposas, doctora Quinzel? Es que necesito usar las manos para contárselo.
La psiquiatra dudó en si quitarle las esposas seria lo correcto, pero no pudo negarse. Harleen consideró que Arthur merecía la oportunidad de demostrar que estaba mejorando así que accedió. Le pidió a uno de los guardias que custodiaba la puerta del lado de afuera que por favor lo liberara. Luego de un rato, el guardia accedió.
—Bien Arthur—dijo ella una vez que su paciente fue liberado— cuéntame el chiste.

Arthur comenzó a reír desenfrenadamente y cada que vez que se calmaba e intentaba hablar volvía a reírse como si recordara la broma y le causara gracia cada vez. Luego de unos cuantos minutos pudo hablar.

—Muy bien aquí va...—dijo con maliciosa voz—...Toc...Toc...

Cuéntame un chiste || OneShot Joker ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora