Sabe de falsas promesas, de engaño y llanto sin amparo.
Vive ardiendo, pero de frialdad se viste; tiene la fuerza de cientos y la mirada de un niño triste.
Tiene una forma propia de besar, mal humor a veces, un lugar para el dolor y un mundo al que no pertenece.
Su apariencia y su interior no compaginan.
Él se conoce,
la sociedad se lo imagina.
Se comporta según la situación y el contexto, porta máscaras y siempre avanza tras un plan maestro.
Nadie sabe cuántas lágrimas derrama, nadie sabe cuan tierno y dulce puede ser cuando ama.
Se aprendió el todo o nada y a luchar codo con codo; fingió no ser brillante, como un diamante enterrado en el lodo.