Capítulo 7

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Entregamos la orden de medicamentos que le recetaron a Lisa. No me he molestado en mirarla si quiera. No tenemos ni puta idea de donde puede estar metida mi madre. Su móvil me re direcciona directo al buzón. Llevamos buena parte de la mañana intentando localizarla para que se haga cargo de Lisa.

-Tal vez tenga un amante –sentencio seriamente mirando a Lisa mientras tomamos asiento en espera de que nos llamen nuevamente.

-Nah, no lo creo, no sería capaz de hacer algo así.

-Tal vez este con papá…

-Puede ser –responde pensativa – Es asqueroso pensar en eso. El viernes muy temprano soñé que estaba temblando y el mundo comenzaba a desmoronarse, me desperté sobresaltada y no fue nada grato tener una película porno en frente. Hubiera preferido seguir creyendo que era el fin del mundo. – Lisa suele dormir con ellos de vez en cuando, aún no supera esa etapa.

-Espero no tener que vivirlo nunca. Ugh. No entiendo cómo puedes seguir durmiendo con ellos, ¡que asco!. -la repugnancia que me provoca es incalculable.

Alza los hombros con desinterés y le hago una mueca de repulsión. Cuando marca el número de nuestro turno, vamos al mostrador de la farmacia y tomamos los medicamentos que la dependienta nos tiende  y caminamos en silencio hasta el colegio.

En cuanto llegamos recojo mis cosas mientras Lisa me espera en coordinación, ella había dejado las suyas ahí. No tardo mucho. El aula que me corresponde queda bastante cerca. Que oportuno…

En cuanto entro todos posan sus miradas en mi, supongo que creen que he tenido que soportar un sermón de dos horas e incluso creo que más. Tomo mis cosas sin mirar a nadie en especial y me retiro sin decir nada. Rocio, la coordinadora disciplinaria nos da permiso de irnos sin más. Considera que Lisa es aún muy “chica” como para andar sola en las calles. Para su información, yo a su edad tenía que cuidarme sola, ir al médico sola, andar en el bus sola, entre otras cosas. Por otro lado me pide que me presente mañana en su oficina a primera hora. Ya debe de saber lo de aquella nota. Tengo la impresión de que ese profesor me odia, aunque pensándolo bien… no se cómo se llama.

»»««

La puerta del edificio está abierta, no es extraño. Subimos los treinta y siete escalones que hay hasta nuestro piso, los cuento casi todos los días, es tonto, pero me lleno de éxtasis cuando tan solo me faltan seis. Entramos y para nuestra sorpresa no hay nadie como esperábamos. Vitoreamos en voz baja, hacemos el pase de celebración, en el que movemos nuestro trasero de arriba abajo, lo chocamos, luego volteamos y saltamos para golpear pecho con pecho. Suena doloroso y lo es, pero es un clásico.  Tiramos nuestras cosas sobre el sofá de la sala y nos desplomamos en el suelo.

-Deberíamos salir –dice ella de lo más natural.

-Creí que estabas enferma.- respondo sarcástica. ¿Dije ya que era hipocondriaca?

-Ya se me paso.

-Que raro…

Son las once de la mañana recién. Nuestra hora de salida es a las dos de la tarde así que tenemos bastante tiempo.

-Tengo una idea. Ponte algo cómodo.

Subo a la terraza y tomo una licra morada de los alambres que ya esta seca. Cuando me volteo veo que don Edgar esta sentado de nuestro lado de la terraza. Me sonríe amablemente.

-Deberias estar estudiando. –dice algo lento, tiene los ojos rojos. Recién me doy cuenta del olor a marihuana que flota en el ambiente.

-Eso intento, lo siento tengo que irme.  A lo mejor usted también debería de estar trabajando –trato de sonar amable. Me molesta que me digan lo que tengo que hacer.

Maldita, ¡mil veces maldita!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora