Manos suaves, miradas nerviosas, abrazos largos exprimiéndose hasta sacar todo el amor que tenían.
Palabras que a los oídos de los demás sonaban como sueños de adolescentes, porque casi lo eran.
Noches de desvelo, susurros y chistes estúpidos en la casa del otro.
Porque el primer amor (o tal vez el quinto pero primero del que te hace querer vivir, del que te hace querer regalarle un pedazo de ti al otro) es como una noche estrellada o la primer lluvia del año, fresco.
Distrayendo al otro para robarse besos y en casa, detenerse antes de llegar más lejos.
Porque así, eran ellos dos. Frescos, inexpertos, espontáneos y nerviosos. Jóvenes.Se conocieron en el centro, donde ambos tomaban clases de dibujo los fines de semana, era un domingo de octubre, frío y con aires de llover fuerte. La primera clase de uno. La número desconocida para el otro. Él dibujaba un paisaje, uno triste, porque antes de conocerse todo era triste, porque la vida de ninguno de los dos estaba pintada de los colores mas vivos o tal vez sí pero estaban muy ciegos como para notarlo.
Frente a frente, dibujos diferentes, mismo lugar, historias desconocidas.
Mucho antes de que uno mandara a la mierda los lápices y caballetes.
Cansado de meterse la idea de ser un pintor.Christopher recuerda muy bien la primera vez que hablaron, a él le pidió un pastel prestado. Al principio, él no quería prestarle sus cosas, porque dibujaba y pintaba muy feo, pero después de ver su rostro y aquellos trazos de las olas del mar tan así, entendió que el arte no tiene que ser bello, puede ser chueco y oscuro, pero al fin de cuentas reconfortante.
Se veían, se sonreían y charlaban de vez en cuando. En ese momento, Christopher ni siquiera sabía el nombre del chico. Y tal vez era incluso mejor así.A veces, él se acercaba por detrás y veía sus dibujos. Siempre le decía que pintaba hermoso, que ojalá no desperdiciara ese talento, pero la verdad, Christopher no quería ser pintor. Lo odiaba. Así que se lo dijo divertido, él se sorprendió mucho y con afán de no terminar la charla, le preguntó por qué estaba ahí entonces si no le gustaba, Christopher respondió que quería hacer feliz a las demás personas, porque quería mucho a su padre. Él frunció el ceño lo más que pudo.
A veces, sin que él se diera cuenta, le miraba, miraba sus zapatos, sus manos y su cabello, siempre rubio.Ocurrió en diciembre, tenían clase el mismo día de Noche Buena y Christopher se había envuelto en cuatro tipos de suéteres distinos y una chamarra con una bufanada. Sus mitones, no le dejaban tomar bien el lápiz.
Y luego apareció él, con una sonrisa resplandeciente y muy abrigado también, llevaba una bolsita de regalo en las manos junto a sus materiales. A estas alturas, ya sabía su nombre.Chris lo vio y le dio gracia. Pero nunca esperó, que al termino de la clase le diera el presente y le invitara a un café pequeño pero acogedor a unas cuantas calles del lugar donde pintaban.
Desde su humilde opinión, él le había dicho que el café que servían ahí era muy bueno. Se le notaba nervioso, con los ojos muy encendidos, igual que un niño pequeño.
Le pidió a Christopher que abriera su obsequio, era una libreta pequeña y varios bolígrafos. De pronto su rostro tomó un color rojizo y se cubrió la cara con el dorso de las manos, gesto que, a los ojos de Chris fue gracioso que empezó a reír estruendosamente.
Salieron y caminaron hombro con hombro, algunos edificios del centro estaban decorados con luces y adornos navideños mientras que otros se limitaban poniendo un pequeño árbol por dentro.Él le preguntó si en su casa celebraban la Navidad, pero Christopher sólo se encogió de hombros. Se ofreció a acompañarlo a casa, con sus ojitos brillantes y una sonrisa de cien voltios.
Esperaron el autobús juntos y cuando al fin llegó se sentaron juntos. Estaba totalmente desierto. Christopher se distraía con la gente que veía por la ventana.
Entonces recuerda, como un escalofrío recorrió su espalda cuando le quito el guante y tomó su mano.
Era suave y estaba fría.
Christopher no sabía qué hacer, pero en ningún momento quiso apartar su mano, porque él se había dado cuenta y al parecer, estaban en el mismo barco.
Recuerda como le acariciaba el dorso de la mano suavemente y todas las emociones que le hizo sentir, que al bajar ni siquiera quiso soltarlo. Porque era cálido y le gustaba demasiado.
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"부̸드̸러̸운̸ 손̸" ϲнαиנιи
Fanfiction"Manos suaves, miradas nerviosas, abrazos largos exprimiéndose hasta sacar todo el amor que tenían." ~ Adaptación de la hermosa escritora @eradosoul ~ One-shot