El jardín secreto

32 5 0
                                    


28/08/2021
Buenos Aires, Argentina

Tenía seis años cuando te conocí, apenas éramos unos niños ¿recordás, Tomás?

Estaba en mi nueva casa que nos había dejado mi abuelo. Era una casa antigua, muy vieja, de dos pisos y de color amarillo  pastel; con un techo de dos lluvias, de tejadas; una chimenea vieja, que me hacía creer que Papá Noel bajaba por ahí para dejar nuestros regalos; y unas cuantas ventanas grandes. Ésta estaba cubierta casi en su totalidad por las enredaderas trepadoras. Una parte de ella, estaba pintada de color rosa fucsia gracias a las flores. La casa tenía varios árboles a su alrededor. Ahí era donde mayormente mis padres ponían la mesa y las sillas de mimbre para tomar unos mates, leer un libro o jugar al truco. Cuando ellos hacían eso, yo me iba a mi “lugar secreto”. Ese lugar era una casita de madera vieja, parecida a una casita del árbol, solo que esta estaba oculta detrás de un roble, rodeada de varias flores de diferentes colores. Aquel lugar era el paraíso ante los ojos de un niño soñador, perfecto para sacar una fotografía y encuadrarla para ponerla en el living de una casa.

Ese día esperaba con muchas ansias a mi padre, que se había ido a un viaje de negocios. Me preguntaba qué nos había traído esta vez a mis hermanos y a mí. Mientras tanto, yo estaba jugando con ellos en aquel gran patio de la casa y, como siempre, mamá estaba tomando unos mates con mi hermanita de apenas ocho meses.

Habrán sido las dos de la tarde cuando alguien tocó la puerta, yo salí disparado hacia allá, pensado que podría ser mi padre. Con mis ojitos brillosos, abrí aquella puerta tenaz. El brillo que tenían, desapareció al ver que era la nueva vecina con una bandeja de vaya a saber uno qué, y vos oculto detrás de sus piernas. Mi madre caminaba muy tranquila hacia la puerta, me hice a un lado cuando llegó para que pudieran hablar y volví al patio a jugar con mis hermanos.

En ese entonces, no te había prestado damasiada atención como para haberme dado cuenta de aquella franja de pecas que tenías en cada extremo de tus abundantes mejillas. No lo haría hasta que tu madre, junto con la mía, te mandara a jugar con nosotros. Pero mis hermanos decidieron ir adentro, a cuidar a mi hermanita menor. Quedamos los dos solos, en absoluto silencio. Mientras que vos arrancabas los tréboles de tres hojas.

—¿Qué haces? — Te pregunté mientras me acercaba hacia a vos.

— Busco tréboles de cuatro hojas…— Respondiste a lo bajo, y sin dejar de ver el suelo.

No tuve que pensarlo dos veces para recorrer todo el gigantesco patio para ayudarte en tu búsqueda.

— ¡Yo te ayudo! — Fue lo único que dije.

Y estuvimos toda la tarde así; vos buscando por un pequeño lugar, y yo corriendo como Naruto por todo el patio, buscando aquella hoja que tanto deseabas.

Se estaba haciendo de noche, y tu madre fue hacia el patio por vos. Todavía no habíamos encontrado lo que tanto anhelabas.

— Bueno chicos, mañana podrán seguir jugando.— Dijo tu madre, para luego llevarte a casa.

Aun así, seguí buscando el trébol de cuatro hojas. Buscaba por los lugares más remotos, pero no lo encontré.

No sabía por qué lo hacía. Tal vez fue por puro aburrimiento, tal vez fue porque quería entablar alguna amistad con vos… No lo sé.

ʕ"̮ुॽु✚⃞ྉᴇʟ ᴊᴀʀᴅíɴ ꜱᴇᴄʀᴇᴛᴏ[ᴱᵈⁱᵗᵃᵈᵒ]ʕ"̮ुॽु✚⃞ྉ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora