Capitulo 2.

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Mis pasos de elefante provocaron un agitada respiración en mi, que hízo volberse a varios transeuntes que hiban caminando en distinta direccion que yo.

Cuando llegué a la entrada le híce un gesto para que me abreiese  la puert al portero, que estaba fuera de su cabina atendiendo a una señora que llebava un fajo de papeles. Mientras, saque el mobil del bolsillo y mire de nuevo la hora. Con cara y cuerpo de impaciencia escondi nuevamente el aparato. Vi como se acercaba el hombre lentamente. Éste me abrió con una sonrisa bastante finjida y despues de entrar apresuradamente, le di las gracias cuando ya estaba de espadas.

Me adentre en el edifício y despúes de cruzar algunas puertas, oí una voz agúda.

-¡Aquí Jannet!-

Una chica bajita y de pelo castaño pronunciaba mi dicho nombre al la vez que agitaba los dos brazos hacia ariba de una manera peculiar.

Se encontraba encima de unas colchonetas verdes de apariencia blandita, sentada a lo indio junto con otras chicas bastante más altas y corpulentas que ella. Me acerqué saludando casi sin poder hablar por culpa de la carrera que me acababa de echar hace pocos segundos. Di un beso a todas en la mejilla y me sente en el hueco que se esforzaron todas por hacerme. Eramos suficintes para que los culos de todas nosotras se quedaran al borde de aquel artilúgio acolchonado.

-Bueno... ya estoy aquí.- suspiré acomodandome.

- ¿Por qué estas tan fatigada?- me preguntó una chica rubia que estaba sentada justo enfrente

Miré a Ángela y sonreí.

-Porque he vení inchando globos por el camimo- le contesté sarcasticamente.

Las carcajadas de todas ellas me libraron de decir lo que verdaderamente había pasado.

-Chicas, salgamos a darlo todo, deseanos suerte!- dijo Ángela refieriendose a mi mientras daba un brico para ponerse en pie.

¡Mucha mierda!- respondí yo con una agradable curva dibujada en mi rostro.

Risas. Sonrisas. La más bajita de las presentes salío corriendo con las otras jovencitas detras, hacía un hombre alto y musculoso que llevaba un chandal azul y un silbato colgado del cuello.

Yo me quede allí, obserbando lo que sucedia a mi alrededor.

La historia de amor sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora