Miguel Ángel Nieto
A Ivá,
a Ivá,
ay, Babilonio, qué mareo.
CERO, CERO, CERO
Si en algún sitio están bajando ángeles, desde luego, no es aquí. No está la Luna para semejantes dispendios.
Tales eran mis pensamientos, justo en un momento como éste, en que no podía distraerme con nada. Quizá debido a esa nimia circunstancia se me ocurrían estas chorradas. Miento descaradamente, no lo son. Son verdades como codos, todo sube en esta vida.
Pero, eh, eh, ya veo brillar sus ojillos en la oscuridad, ya oigo sus orugas, siento su frialdad y su desprecio por todo lo que no sean ellos mismos. Y paladeo el miedo que tienen, los tíos. Me reconforta saber que están cagados y que, para disimularlo, son tan valientes y avezados. Ya pueden serlo, con esas maquinotas que llevan entre las piernas.
Para mi, y vuestra, desgracia, quien puede ayudarme está muy lejos de aquí y ni siquiera sabe que debe hacerlo. Voy a tener que darle un toque, sólo que no sé cómo. Probaré algo que ya hice hace tiempo, mucho, casi tanto que se me ha olvidado de qué estoy hablando. Estamos apañaos. Ah, sí. Ya me acuerdo.
CERO, CERO, UNO
Lina está escribiendo. Aunque tiene suficientes conocimientos para saber que lo está haciendo sobre mí, no lo sospecha. Es una desventaja, aunque con un poco de paciencia, quizá menos. Y suerte, claro, si bien hay que provocarla. Veamos qué se puede hacer.
Lina levanta la vista, mirando por entre las cascadas de negros rizos que enrejan su frente. Hay un pájaro en la ventana, qué raro, hace tanto tiempo que no había visto ninguno, y menos, en su propia casa.
Canta como un desesperado, seguro que se ha perdido y me está preguntando por una dirección.
La chica se levanta y se acerca cautelosamente, no quiere espantarlo. Se miran durante un rato.
Si supiera silbar, podría comunicarme con él, demonios, no sé por qué no nos lo enseñan, todas tenemos que aprenderlo por libre, con el consiguiente derroche de energías que supone. Es más que probable que Pablogó lo hiciera encantado, si se lo pidiera con un deje de coquetería, pero tendría que hacerle algún mohín y me da cien patadas. Hacerlo, cuando no lo siento, no Pablo, que desgraciadamente es un buen chico y no llegará nunca a ser un canalla, tipo de amistad que siempre viene bien tener por si acaso se necesita.
El pajarile insiste en su cantinela y no me queda otro remedio que hablarle con voz humana, que es la única que me sé de memoria. ¿Buscas algo? ¿El Club de Aves Libres? ¿Quieres una tapita de alpiste? Como diga que sí a esto último voy de cráneo, porque en esta casa no queda ni un grano desde hace cinco años, cuando el pobre Chilín nos dejó, al aterrizar en una cacerola llena de puré incandescente. Un mártir de la Fauna. Desde entonces no hemos vuelto a tener animales, ni en cautiverio, ni en libertad provisional. Y se ve que la ciudad, tampoco, por lo menos en lo que respecta a los voladores.
El caso es que este bicho me mira de una manera... Creo que estudiaré Veterinaria, a pesar de que, desde que a todo quisque le ha dado por la Ecología, qué posmas, oye, si casi todos lo hacen por quedar bien con la sociedad en general y con la moda en particular, había decidido matricularme en Ciencias Casi Exactas.