Esa relación

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Emmie

Era una tarde lluviosa en Miami, la mayoría de las personas disfrutarían el placentero momento en actividades como: dormir o leer un libro en la comunidad de sus hogares, cosas comunes. Por supuesto, el hogar de la pequeña Emmie Hall no era muy común

—¿Puedo ir?— súplica Emmie a sus ajetreados padres

—No cariño— dice Connor en un intento de calmar las súplicas de su hija menor

—Mamá— dice Emmie yendo tras la mujer

—Emmie— dice Connor tirando del brazo conteniendole, la mirada firme de su padre y la forma en que las pecas sobre sus mejillas se apreciaban indicaban enojo

—Es injusto— la pequeña cruza ambos brazos sobre su pecho en un acto de “rebelion”

Estaba algo molesta, pero no culpaba a sus padres, eran dos adultos y tres niños en casa, en ocasiones era necesario ceder ante la situaciones. Syd, su madre, ex deportista y dueña de múltiples escuelas de karate (decoradora de interiores como trabajo adicional) debía estar presente en la ceremonia del cinturón negro, una tradición en la cual lleva a sus estudiantes en un viaje de campo previo a la ceremonia, su hermano mayor es parte de esta. Su padre, Connor, se ofreció a acompañar a equipo de básquetbol en la semifinal, su otro hermano también iría, por ende, ella no asistiría, eso le disgustaba, no quería permanecer encerrada en el edificio todo un día

—La vida no es justa Kim— dice el mayor de los hermanos mientras despeina su cabello en un intento de animarla

Malcolm “Mac” era un chico de trece que hace unas horas había recibido la gran noticia que obtendría su cinturón negro, lo cual agrego una tranquila sonrisa al usualmente semblante serio del chico ese día en específico. Tenía cabello marrón el cual siempre traía corto, ojos verdes que brillaban con una pizca de malicia  dándole un aire de chico malo, ambas características heredadas de su madre “Tienes esa mirada” le solía decir su padre, gesto con el cual se refería usualmente para su madre, mujer caótica. Mac la llamaba “Kim” su segundo nombre, a ella no le parecía gracioso

—No hables Mac— dice con molestia

Orgullo karatesco y ejemplo de la joven Emmie, quien desea acompar a los chicos de cinturón negro en su viaje, graciosamente es una aventura exclusiva para, reglas de su madre, Emmie deseaba profundamente obtener su cinturón negro al instante, aunque sabía que no era posible apresurarlo, su momento llegaría, por ahora debía apoyar a su hermano quién tenía suerte, conocerían al hombre de la fotografía que colgaba en la pared en el Dojo,

“No te pierdes de nada” dice West en un gesto restándole importancia “¿Quieres unirte a nosotros en nuestro viaje? Chicos de ruidosos rebotando pelotas de básquetbol, jugando, deseando que su fan numero uno les apoye”

West era su otro hermano mayor, una mente retorcida de once años y jugador del equipo de básquetbol, su talento para atrapar pelotas y servir como principal fuente de animo lo hacían un muy buen jugador y amigo. Era más bajo que su otro hermano y más alto que ella, tenía el cabello marrón al igual que todos en la familia y los ojos marrón chocolate con una mirada traviesa en ellos, un pequeño lunar en la mejilla izquierda y una sonrisa la mayoría del tiempo en su rostro; de todos los hermanos era el más caótico, solía actuar por impulso y sin persarlo dos veces, principalmente motivado por cambiar aquello que estaba mal, directores y maestros eran las principales víctimas de sus actos. Una ironía para él, tenía mucho que decir y no podía pronunciar palabra

—Eres bueno— dice en referente, West tenía buenos argumentos, el chico hace una reverencia

No odiaba el equipo de baloncesto de su escuela, pero aveces deseaba que un aro les golpeara la cabeza, los pumas de Mainewood podían ser irritantes

¿Moras?... Prefiero las naranjas [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora