Era una mañana apurada, un 15 de febrero del año 2018. Se veía a la gente correr apurados cada uno a un destino diferente. Cientos de personas que concurrían a un mismo centro, pero que sin embargo si te fijabas en cada una de ellas, tenían un inicio y un final distinto, era una historia independiente de todas las vividas por los demás. Se veían además muchas caras con distintas expresiones: Felicidad, tristeza, angustia, enojo, temor, disgusto. Y de entre todas las personas había una que destacaba, se podía diferenciar de lejos el rostro de John Wechsler.
John; un empresario cuya carrera recién comenzaba, pero que al mismo tiempo subía como la espuma. Había tomado muy buenas decisiones en cuanto a la vida empresarial, mas no se podía decir lo mismo de su vida familiar. Se encontraba en una llamada con su esposa mientras buscaba algún taxi para tomar de regreso a casa.
-¡¿Qué encontraste qué?!
-¡Te lo dije!, ella se corta – Suena una voz femenina y delicada, aunque se le siente cierto tono de desesperación.
-Imposible, mi hija ha sido bien educada. ¡Ella no es como las demás estúpidas! – Se escuchaba como perdía la paciencia y se encontraba algo perdido.
Siguiendo una conversación que se ponía cada vez peor, entre gritos y lamentos de los papás a través de una charla telefónica. John buscó el primer taxi para llegar lo más antes a su casa. Para el taxi haciendo el típico gesto de estirar el brazo horizontalmente y no pregunta el precio, únicamente le indica la dirección exacta de su casa al conductor para que lo lleve. Acto seguido abre la puerta y entra al carro, se sienta y deja su maletín en el asiento del costado mientras continúa la discusión con su cónyuge.
Cada vez se ponía peor la acalorada conversación y el taxista que lo veía por el retrovisor no perdía ningún detalle de aquella. Continuaba hasta que por fin John, cansado, le grita: “¡Ya! Encárgate de tu hija. Llegaré, y como vea una sola cortada en sus brazos o piernas, más les vale buscarse otro lugar donde dormir”. Luego colgó y no dejó tiempo a que la mujer al otro lado de la llamada respondiera.
Al finalizar aquella conversación subida de tono, el taxista comenzó a reír de una forma indiscreta, el señor Wechsler dio cuenta de esto y no tuvo nada de tolerancia.
-Disculpe, ¿De qué se ríe? – Preguntaba indignado el empresario.
-Perdone, no pasa nada. – Replicó riéndose entre palabras.
-No me diga que no pasa nada. – Se notaba molesto – Ahora, dígame.
-Está bien… su forma de afrontar esto es muy absurda.
Tras esta respuesta, John Wechsler se enojó más por lo anterior dicho que por la mala charla que acababa de tener con su esposa. Cegado por el orgullo que le pertenecía quiere dejar muy en claro que está por encima del que conducía
-Es mi familia, mi vida. No se entrometa en ella – Dijo con el ceño fruncido a más no poder.
-Se lo dice alguien con experiencia, créame.
-No me importa – Quiso terminar la incómoda situación, pero entonces el taxista continuó diciendo.
-Ha escuchado de los grupos de ayuda, ¿Verdad?
-Sí, pero si me va a decir lo que creo pues déjeme decirle que es una idea muy estúpida, ninguna persona suicida se atrevería a ir ahí, y mucho menos YO me atrevería a dejar en esos lugares raros a mi hija
Entonces el taxista le dijo acerca de un grupo en específico, sobre “Cuchillas Rotas”. A continuación, le contó la historia.
Todo comienza así, mi nombre es Francis Sellen. Yo solo era un chico normal, ni de clase alta, pero tampoco de clase baja. Cuando tenía veinte años mi vida ya se encontraba descarrilada, así de fácil. Iba de bar en bar buscando mujeres para conquistarlas y tener un amor de una noche.
-Déjeme adivinar, fue a un grupo de ayuda para adictos al sexo, ahora tiene muchos años en abstinencia y me va a decir que ellos pueden hasta lo imposible.
El joven Francis sonrió levemente y dijo:
-Vamos con calma. – Mientras seguía con su narrativa – Un día de verano del 2010 fui a un bar como siempre, esta vez me propuse como meta de la noche seducir a la mujer más bella de la barra.
Mirando a todas alrededor, cerca de las dos de la mañana me encuentro a alguien. Era una mujer de mediana estatura, la tez llena de pecas, de cabellos de un color rojo intenso como la misma sangre, unos ojos del mismo color y con ellos una mirada que atravesaba fácilmente el alma. Me acerqué y parado frente a ella le dije:
-Hola – Mientras le ponía mis ojos más seductores, a lo que ella replicó
-Resérvate tu palabreo, no vine aquí para ser tratada como una necesitada más – Puso su mano en mi pecho y me apartó para retirarse a cualquier otro lado.
Hasta ese punto no me había concientizado que no iba a ser sencillo conseguir una noche con esa mujer. Pero no me rendiría tan rápido, así que la seguí hasta donde se dirigía, la barra, me senté a su lado y la miré:
-Si no te gustan las típicas cursilerías entonces hagamos las cosas a tu manera ¿Cómo te gusta hacerlo? – Pregunté cínicamente mientras la miraba con una sonrisa.
-Conocernos primero, no tengo ni la más mínima idea de con quién estoy hablando.
-Está bien, me presento. Francis Sellen a su servicio.
Estiré mi brazo buscando un estrechón de manos; sin embargo, ella simplemente se limitó a sonreír y bajar mi brazo.
-Pero como verás, Francis – Dijo con esa sonrisa pícara aún en sus labios – No estoy interesada en conocer a alguien… y al parecer tú tampoco.
-Bueno, no estaba interesado hasta que comenzamos a charlar de verdad. ¿Apenas si me puedes decir tu nombre?
-Pues puedes llamarme “Kamize”.
Asentí con mi cabeza y continué con la charla. Me parecía increíble como llegué a hablarle sin ninguna otra intención que tener una noche de placer, pero cada vez que me contaba algo nuevo me sentía mejor, era… extraño.
Continuamos hablando hasta que el reloj marcó las cuatro de la mañana. En la tarde tendría que trabajar en la pequeña empresa de mi padre; así que me levanté de la barra, pagué al mesero y me despedí de “Kamize”
-Bueno, bella dama, me gustaría seguir con esta charla; pero tengo que irme y pue…- perdí el hilo de lo que estaba diciendo cuando sentí una mano que rodeaba mi muñeca, al instante volteé y vi que ella evitaba que me vaya jalándome hacia ella.
-No te vayas – Dijo mientras puso los típicos ojos para convencer a alguien por pena.
-Pero, tengo que irme. Es súper tarde y estaré ocupado en unas horas. Lo siento, pero fue una buena conversación.
- ¿Y si te recompenso por haberme seguido hablando? Ayudándote a cumplir con tu meta – En ese instante la miré extrañado y fue cuando siguió diciendo – No sé si sea la mujer más bella de este establecimiento; pero si me escogiste, no me molestará.
Dibujé una sonrisa ligera en mi rostro y la agarré de la mano, pedí un carro y nos fuimos a mi departamento al límite de la ciudad. Todas las veces que llevé a una chica a mi morada solo fue para tener un placer pasajero que llenaría la madrugada siguiente con otra persona, pero esta vez fue diferente, sentía algo extraño.
Llegó la una de la tarde, me levanté de la cama dejando de lado todas las sábanas y la vi descansando. Por no querer despertarla le dejé una nota:
“Hola. Tuve que ir a trabajar, vuelvo en cuatro horas. Saca lo que quieras de la refrigeradora.
Pd.: ¿Nos veremos pronto?”
Entonces Wechsler, escuchando todo esto dice preguntó a que quiso llegar con todo ese monólogo, a lo que Francis respondió:
-Todo con calma, solo escuche y entenderá todo.
-Está bien, solo le aviso que no entiendo muy bien por dónde quiere ir.
- ¿Puedo continuar? – John asintió con la cabeza y entonces Sellen continuó con su historia:
El día de trabajo fue absolutamente normal, algo distraído por la extraña sensación que estaba dentro de mí, de todas formas, ya pasó el momento. Ella al igual que yo únicamente buscaba una noche, solo una, y luego nos olvidaríamos.
Tenía una jornada laboral de tan solo cuatro horas como mencioné anteriormente, un turno muy corto para el sueldo que ganaba. Al terminar todos los trabajos asignados en el día regresé a mi piso, el cual esperaba ver vacío como todos los días siguiendo esta rutina, pero no. Al llegar a casa la encontré a ella, aún en la camisa que le dejé por si decidía quedarse, todo fue tan surreal, utópico; era raro ver que alguien se quedara todo un día en mi apartamento.
Entonces Kamize dijo entre todo el silencio:
-Alexa McBride.
- ¿Alexa? – Respondí extrañado
-Ese es mi nombre, para que lo recuerdes. Así podrás buscarme algún día si me recuerdas.
- ¿Eso significa que te vas? – Dije entristecido
- ¿Tengo alguna razón para quedarme?
- ¿Yo no cuento como una?
-Esa puede ser una gran razón.
- ¿Puede?
-Es una gran razón.
Francis Sellen vio por el retrovisor la cara de total desinterés por parte del empresario que llevaba en su automóvil, debido a esto decidió saltarse hasta el clímax de su historia propia.
-En resumen, esa mujer que conocí casualmente en un bar se terminó volviendo la mujer de mi vida, aunque suene a historia cliché de un romance, eso me pasó. Cada día me enamoraba más de su mirada, de sus manos; su cabello, la forma en que el olor del mismo quedaba en toda la casa.
Lo amé cada segundo, no dejo de pensar en cuánto me encanta. Mi forma favorita era su silueta sobre la mañana; mi olor favorito era el que sentía al despertar; mi punto débil era ver una lágrima recorriendo sus mejillas coloradas.
-Un momento – Interrumpió Wechsler – ¿“Era”?
Francis, con los ojos vidriosos, se limita a morderse los labios y responder:
-Sí, era. Todo era perfecto, dos años después de conocernos nos casamos y fue aún mejor. Cada 24 horas se vivía una nueva aventura a su lado y eso hizo que generara un gran apego a ella.
- ¿Se divorciaron?
-Hubiera sido mejor que eso pasase. Era una chica tan alegre que nunca lo sospeché. Un día solo llegué de trabajar y la encontré ahí, en la bañera rebalsando de agua caliente, teñida por su sangre, su cabello rojo había perdido color y se veía muy apagado. No supe qué hacer, lo primero que pude razonar era que tenía que llamar a emergencias. Luego de hacer eso la tomé entre mis brazos y le di un abrazo fuerte, de esos que das como despedida cuando tu pareja se tiene que ir lejos.
-Yo… lo siento – respondió cabizbajo Wechsler – No tenía idea.
-Claro que no, pero no se preocupe.
-¿Entonces por eso la historia? ¿Después se metió a un grupo de ayuda?
-Mejor aún, creé el mío. Pensé en todas las personas que podían estar pasando por lo mismo, así que lo mínimo que podía hacer era juntarlos y escucharlos, se llamaba “Cuchillas Rotas”. Apenas el siguiente día me puse a hacer los folletos y a repartirlos por toda la zona. ¿Quiere que le cuente el resto?
-Ha captado toda mi atención.
-Pero hay un problema
-¿Cuál?
-Voy a tener que contarle la historia de cada pareja antes de llegar al grupo de ayuda, de otra forma nunca entendería.
-Como dije, ha captado toda mi atención, estoy dispuesto a escuchar toda la historia.
Así John hizo algo que nunca había hecho en su vida, poner toda su atención a alguien que le contaba una historia. Siempre le parecieron estúpidas y sin sentido, sin embargo esta en especial logró cautivarlo solo con la primera parte, estaba dispuesto a conocer todas las historias que este taxista tenía intención de contar, que no eran pocas, pero más le tenía intrigado cómo llevó a cabo su proyecto del grupo de ayuda.
Dejando el celular de lado, fue todo oídos para Francis.
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Cuchillas Rotas: Grupo de ayuda para personas que ayudan
RomanceCuando el universo es tan contradictorio que hace que las fuerzas opuestas sean las que están destinadas a juntarse, se dan casos en el que los suicidas encuentran el amor destinado, pero no lo tienen tan fácil. Aquí leerán acerca de "Cuchillas Rota...