Lunes.
¿Quién más odia los lunes? Díganlo sin miedo, yo lo hago. Hoy comienzo mi primer trabajo de verano en "El Dorado" la cafetería del pueblo.
Sin mucho ánimo me levanto de mi cómoda cama y camino hasta el baño. Ya adentro tomo una ducha rápida, me visto y salgo de la casa sin desayunar para no perder tiempo y lograr llegar a horario.
En el camino me cruzo con unas cuantas personas del barrio.
Hoy el día va a ser muy caluroso, más de lo normal. Bueno eso es lo que dice la aplicación que descargué en el celular hace unas semanas. Se preguntarán, ¿por qué descargas una nueva aplicación si el celular ya trae incorporado los datos climatológicos? La respuesta es fácil amigos mío... NUNCA FUNCIONAN BIEN.
Me ha tocado salir más de cinco veces de casa, la mayoría en apuros, siempre chequeaba como estaría el día y sorpresa: la aplicación nunca atinaba. He vuelvo empapada ciento de veces por no llevar paraguas.
Después de caminar los veinte minutos que separan el edificio de mi casa, entro en El Dorado y me escabullo hasta la parte trasera, y como era de esperar ya hay un par de personas.
El absurdo uniforme borgoña que debo de llevar está colgado perfectamente en una percha dentro del closet sin puerta, con mi nombre bordado en blanco. Consiste de una falda corta con un short debajo del mismo color, la camiseta es lisa con dos botones negros bajo el cuello. Es algo aburrido pero no pasa la barrera para considerarlo desagradable o feo.
Me cambio lo más rápido que puedo y salgo de la habitación, Clara me pasa una libreta con un par de ordenes y los números de mesa correspondiente de cada una, me dice que me tocan las cinco mesas de la derecha y se marcha para seguir con su trabajo. Ella trabaja hace un par de años en la cafetería, está familiarizada con todo aquí dentro, pero para mi es un laberinto.
Luego de visualizar las mesas que me tocan y memorizar sus números, voy en busca de las ordenes. La vergüenza me invade cuando llevo unas tazas de café caliente a la quinta mesa y un par de ojos color miel choca con los míos.
—Disculpa nosotros no pedimos estos. —Habla con tanta amabilidad que se me encoje el corazón.
—Ah, ¿no? —No aparto la vista de la de él. ¿Por qué dije eso? Debo de trabajar en mis respuestas.
Él ríe y ¡Dios! Nunca he escuchado un sonido tan hermoso en mi vida.
—No, pedimos jugo de naranja y torta de chocolate.
—No sé como pueden tomar café a esta altura del año, últimamente las temperaturas son muy altas —Habla el chico que está sentado a su lado. Lo ignoro.
—Yo... ehh... Lo siento, es que soy nueva y las mesas, me pierdo y las órdenes. Hoy llegué tarde en mi primer día, en la sala de atrás me esperaba el horrible uniforme y... —Hablo muy rápido sin respirar, siento la cara hecha fuego —y voy a buscar sus órdenes.
¡Mierda! ¿Por qué dije todo eso? Como si a las personas les importara que sea mi primer día y llegara tarde. Ellos solo quieren sus ordenes y así poder seguir sus vidas en paz.
Camino hasta la cocina, le pido al cocinero las órdenes, espero unos minutos y vuelvo a salir. Antes de acercarme a la mesa respiro varias veces con la bandeja en mano. Mientras me acerco a ellos, distingo que hay cuatro chicos sentados en esa mesa. Uno de ellos con el pelo más rubio que jamás en mi corta vida he visto, ojos azules como un zafiro de piel dorada por el sol. Sentado a un chico delgado de piel blanca como la porcelana, ojos café y cabellos castaño sonríe al muchacho sentado frente de él. También de ojos café, piel bronceada y su cabello... su cabellos tiene reflejos verdes. Al lado de este está el propietario de esos hermosos ojos miel con esa risa que parece un canto de ángeles.
No sé de donde saco valentía y me acerco hasta pararme en el mismo lugar de antes, trato de no posar la mirada en él. Por el rabillo del ojo veo que me observa y sonríe. ¿Cómo pretenden que me concentre en mi trabajo si tengo a semejante dios griego mirándome de tal forma?
Disimuladamente juego con la respiración y trato de ignorarlo, no quiero parecer un tomate delante de él.Le entrego a cada uno lo que pidieron.
—Gracias. —Dice él y mira el nombre bordado en la remera haciendo que me ponga nerviosa —Zoe.
—De nada. —Suelto casi en un susurro.
Doy media vuelta y camino hasta la barra donde está Clara que me mira con una sonrisa divertida en su bonito rostro. Le pregunto que le pasa y su respuesta hace que me ponga incómoda:
—Vi como lo mirabas picarona. —Ríe.
—¿De qué estás hablando? —Me hago la desentendida.
—Hablo de Giovanni Kaas. Vamos no pongas esa cara, vi como lo mirabas y está bien es todo un galán el condenado.
—¿Lo conoces?
—Viene al pueblo todos los veranos, si no recuerdo mal la tía vive acá —piensa —Besa muy bien.
Levanto las cejas al oír lo último. Ella se encoge de hombros.
—Cuando la oportunidad se da, se da. Si alguna vez te pasa no la desaproveches, créeme vale la pena.
—Si mi madre escuchara los consejos que me das se arrepentiría de haberme obligado a buscar un trabajo de verano.
Ambas reímos hasta que entran a la cafetería una pareja y Clara los fue a atender. Desvío la mirada con disimulo hasta la mesa que llama mi atención y ahí la dejo un par de minutos, hasta que él gira la cabeza en mi dirección y nuestras miradas conectan pero solo es por un par de segundos porque la desvío -acalorada y avergonzada- la mía, rápidamente tomo el servilletero que Clara deja en la barra, la libreta con una lapicera negra, camino hasta los baños.
Entro y solo hay una chica secándose las manos, la saludo, me devuelve el saludo y se queda mirando una de mis manos... Mira el servilletero. Sonríe divertida y se va.
Así que el galán se llama Giovanni. ¿Cómo es posible que no lo haya visto antes, si es que viene todos los veranos? Mi madre me tendría que haber obligado a buscar trabajo antes.
Miro mi reflejo en el vidrio y veo que tengo el cabello castaño hecho un lío, salí de casa apurada y no me di cuenta que me lo había recogido así nomas. Dejo los objetos que llevo en las manos y lo acomodo, pienso en la forma en la que me miraba y me sonrojo.
Me obligo a salir de mi escondite, es posible que me estén esperando más clientes y yo acá escondida como una chiquilla cobarde porque un lindo chico me sonrío. Hecho un vistazo a esa zona y veo que ya no están, no tendría, pero siento algo en mi pecho... Desilusión.
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Amor De Verano
RomanceTras comenzar las vacaciones de verano, Zoe una adolescente que acostumbra a holgazanear, toma su primer trabajo de medio tiempo en la cafetería del pueblo donde conoce a Giovanni un muchacho que va a pasar el verano en casas su tía, con muy buena...