La constante lucha por el poder podía hacer estragos y desatar terrores ocultos que nadie debía enfrentar o siquiera ver. La disputa entre los dos reinos más poderosos hizo que todo aquello salga a la luz. Los campos donde se enfrentaban terminaban siendo áridos. La luz del sol parecía ser lejana cuando gruesas nubes cubrían bosques negros manchados de sangre.
No era una pelea sin sentido, o eso decían. Era el honor y el derecho que poseían sobre aquellas tierras, aunque más clara era la ambición de ambos reyes, su orgullo de no doblegarse ante el otro sin importar lo que en realidad se terminaba perdiendo y aunque quisiera alejarse, no podía.
Jeon Jungkook, a sus 25 años era fiel a sus enseñanzas, a su naturaleza y la capacidad y talento que denotaba como alfa y líder nato.
Para él aquella pelea le era una estupidez, pero en sus manos no solo descansaba la gloria de su gente, también la vida y el futuro de su familia. Debía ser leal a su rey, a las órdenes y mirar sin temor o remordimiento alguno a la mujer omega que era retenida por sus compañeros.
—¡Eres un maldito bastardo Jeon Jungkook! —gritaba ella intentando zafarse del agarre que la mantenía quieta. Lo que alguna vez fue una mujer hermosa ahora solo era sangre en su vestido y tierra en sus manos. Con fuerza aún sostenía la daga de plata que estuvo apunto de acabar con la vida de Jungkook de no ser detenida a tiempo—. No tienes piedad, remordimiento. Tu corazón está vacío y oscuro que ni siquiera míraste atrás cuando arrebatabas la vida de inocentes. ¡Su sangre está en tus manos! La sangre...la sangre de mi alfa...
En ese ya casi desolado campo de tierra húmeda y lluvisna Jungkook termino por reconocer a la mujer como la esposa del rey Min del reino enemigo. Aquel alfa al que a sangre fria Jungkook termino asesinando consiguiendo la victoria.
—¿Tienes idea...de cuánto duele perder a tu pareja? —pregunto ella—. No solo es la marca desvaneciéndose, es el corazón y el alma que se destruye y muere de forma lenta.
Había tanta verdad en esas palabras que le extrañaba que aún siguiera con vida. Normalmente morían por la perdida, pero aquello no era importante.
Jungkook no quería siquiera pensar en ello.
—¿Seguirás hablándome de esa manera? —se acercó a ella y con sus frias manos la tomo del mentón haciendo que lo mirará a los ojos. Ella no mostró miedo o sumisión—. Recuerda tu rango omega. Ahora no eres nada y si es necesario matarte no dudaré en hacerlo con mis propias manos
—Hazlo —reto—. Matame Jeon, como el ser repugnante que eres y no teme quitar la vida a nadie. La sangre que mancha tus manos cobrará cada uno de tus errores... —sus ojos estaban inyectados en sangre por su llanto—. Te maldigo Jeon Jungkook. Perderás todo lo que más amas y tu alma pesara por siempre con esa perdida.
Jungkook quería callarla, pero su mano quedo en el aire cuando el dolor de la daga siendo clavada en su vientre lo paralizó. Era como fuego y ácido subiendo y quemandolo. Antes de caer miro por última vez la sonrisa satisfecha de la omega a la que sus hombres rompieron el cuello mientras iban a ayudarlo.
La última imagen ante sus ojos fue la de ese campo lleno de cuerpos sin vida, de ceniza y lluvia, mientras que en su cabeza se repetía aquellas palabras una y otra vez.
"Perderás todo lo que amas...
Solo quería volver a casa.
** **
Despertó en medio de la oscuridad. La pesadilla que lo atormentaba en medio de su incociencia aún rondaba en su mente; la muerte, la perdida y el fuego consumiendo todo a su paso. Tenía miedo. Miedo de que todo fuera real, de que sucediera.