Capítulo 2: Primer paso

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Roberto

Si alguien lo tenía difícil ese era yo, sin embargo, siempre me han gustado los retos, así que no me importó el resultado del sorteo, es más, me alegré. Iba a hacer historia, era yo quien iba a ganar. Me daba pena mi víctima, tampoco era un ser inhumano, pero era un bien necesario. Al menos jugaba con la ventaja de que mi novia no iba a nuestro instituto, alguna traba tenía que tener Rodrigo. Desde luego quien lo tenía más fácil era Mateo, eso lo tenía claro.

Aquel día me arreglé intencionadamente más de lo normal para ir a clase, aunque tampoco excesivamente, algo intermedio. Me puse unos vaqueros algo más nuevos y una camisa de cuadros. Informal era la forma en la que pensé que mi víctima podría ser conquistada, así que no dudé ni por un momento en ponerme mis zapatillas de deporte blancas con líneas negras y la colonia que solía ponerme cuando iba a ligar antes de salir con mi novia.

Allí estaba mi víctima, como en aquel entonces le llamaba. Mi víctima se encontraba sentada en una mesa de la biblioteca enfrascada en el libro de historia mientras tomaba nota con bolígrafos de colores en una libreta. Llevaba unos vaqueros y una camiseta básica. Tenía sus enormes cascos posados en las orejas mientras hacía resúmenes de historia. Me acerqué a su mesa y me senté quedando en frente suya. Saqué un libro al azar de la mochila y una libreta mientras por el rabillo del ojo observaba como fingía que seguía con la mirada enfrascada en su libro de historia. Sin embargo, sabía que mi víctima acababa de caer en mi red, el primer paso era llamar su atención y fácilmente lo había conseguido. Nunca iba a la biblioteca y las pocas veces que lo había hecho me sentaba con mis amigos.

―Hola... ―murmuré con una sonrisa. Estaba seguro de que había apagado la música de sus oídos aunque fingía tenerla pues sus cascos seguían aposentados en sus orejas.

Me quedé observándole mientras tamborileaba con el lápiz en la mesa. Como veía que no decía nada volví a hablarle.

―¿Cómo llevas el examen de historia? ―Pregunté señalando su libro con mi dedo índice para que no tuviese más remedio que hacerme caso.

―Hola... ―había conseguido que se quitase los cascos y me mirase por fin a los ojos―. No te había visto ―sí ya, y yo me chupaba el dedo, sabía perfectamente que me estaba mintiendo.

―¿Cómo llevas el examen de historia? ―Volví a formularle la pregunta a sabiendas de que la primera vez ya me había escuchado.

―Bastante bien ―me dijo encogiéndose de hombros―. ¿Y tú?

―Regular ―a fin de cuentas aquello era verdad.

―Imaginaba ―torció el gesto dibujando media sonrisa en su rostro.

―¿Por qué? ―Pregunté con curiosidad, aquello no me lo esperaba.

―Nunca te veo por la biblioteca del instituto, y te has sentado conmigo ―una pequeña risa se escapó de su boca―. Necesitas ayuda, y quieres recurrir a mí porque doy clases particulares.

Aquello definitivamente me había pillado por sorpresa, pero no en el mal sentido, sino todo lo contrario. Mi plan podría ir sobre ruedas gracias a aquella revelación.

―Me has pillado ―mentí con una inocente pero falsa sonrisa.

―Si hasta has sacado el libro de matemáticas ―rió―. Eres fácil de pillar.

―Menos lobos caperucita ―puse una mueca fingida, del tipo que se hacen bromeando.

―Son seis euros la hora, ¿qué día te viene mejor? ―Me preguntó sin rodeos facilitándome el trabajo.

―El sábado por la mañana estoy libre... ―dije con una sonrisa inocentona.

―Pues si te parece bien, el sábado a las once en mi casa, echaremos las horas que hagan falta.

Acepté a pesar de no gustarme la hora, no me gustaba madrugar, y en aquella época levantarme antes de las doce en fin de semana o vacaciones era claramente madrugar. Pero no tenía más remedio, no tenía de otra. Observé como recogía sus cosas y se echaba la mochila a los hombros.

―Nos vemos ahora después en clase ―dijo despidiéndose de mí con un gesto indiferente.

―Hasta ahora, guapo ―dije en un tono que solo él pudiera escucharlo y le guiñé un ojo después.

Muy bien, pese a que no había obtenido respuesta ante mis intentos de seducción al menos gracias al examen de historia podría jugar mis cartas con facilidad. Si ninguna chica se me había resistido hasta aquel momento tampoco lo iba a hacer un chico, tenía que usar mis tácticas y adaptarlas a él. Que yo fuera hetero no iba a ser ninguno problema, eso lo tenía claro.

Apuesta a 3 bandasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora