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—¡Fuego!

De pie en la terraza de los aposentos de su primo, Inuyasha levantó la cabeza para buscar indicios de humo.

No vio nada. ¿Quién gritaría falsamente la alarma más temida?

—¡Inuyasha! —oyó un segundo chillido desesperado.

El príncipe saltó por encima de la balaustrada y echó a correr en dirección al grito de su esposa, seguido de Kouga.

Inuyasha cruzó una hilera de setos altos y presenció una escena espantosa: Jamal intentaba ahogar a Kagome mientras Lyndar observaba. Sin perder un instante, alcanzó al eunuco, lo apartó de su mujer con violencia, y le dio un puñetazo en la mandíbula, tumbándolo.

—¡La traidora debe morir! —chilló Lyndar.

Jadeando con desesperación, Kagome se derrumbó sobre la hierba. Inuyasha la puso sobre el vientre y empezó a darle palmadas en la espalda para vaciarle los pulmones. Kagome tosió, atragantada, y vomitó.

—¡Esa zorra debe morir! —gritó Lyndar, enloquecida de furia. Kouga la cogió por los brazos y la sujetó con fuerza.

Inuyasha sintió que el corazón le latía desbocadamente de sólo pensar que había estado a punto de perder a su esposa. La sostuvo entre sus brazos, acariciándole las pálidas mejillas.

—Estás a salvo —le susurró—. Nadie te hará daño.

Para entonces, ya se había congregado en torno a ellos una multitud. Atentos a recibir órdenes, el agha kislar y su contingente de guardias eunucos aguardaban a un lado. Nur-U-Banu y Izaioy, junto con Shasha y las demás odaliscas, miraban a Kagome, atónitas.

Kouga hizo un gesto para que dos guardias sujetaran a Lyndar, y se encaró con ella:

—Contadnos por qué intentabais matar a la esposa de mi primo.

—Yo sólo respondo ante mi sultán —replicó Lyndar.

—Responded si no queréis que os mate aquí mismo —la amenazó Kouga, desenvainando el puñal.

—Esa salvaje insultó a Selim —dijo Lyndar, con un brillo siniestro en sus ojos oscuros—. Hay que...

—¡Silencio! —bramó Inuyasha.

—Inuyasha... —susurró Kagome.

—No hables hasta recobrar el aliento —le dijo el príncipe acariciándole la mejilla.

—Lyndar... quiere... matar... a Kouga.

Inuyasha palideció. Se volvió hacia los demás y ordenó.

—Atrás todos. Primo, acércate un momento.

Kouga lo hizo y ambos hombres se inclinaron sobre Kagome.

—Lyndar trama matarte —le dijo ella a Kouga. Miró a su esposo y añadió—: Y también a Izaioy.

—No hables más hasta que te hayas recuperado del todo —le ordenó Kouga. Se levantó y se volvió hacia el agha kislar—. Vigila a Lyndar y a Jamal hasta que los llame para interrogarlos. Luego llevarás a mi presencia a la esposa de mi primo. —Kouga miró a los espectadores y anunció—: La flor silvestre está bien y desea estar a solas hasta recuperarse. Ahora, marchaos.

—¡Selim se enterará de este escándalo! —gritó Lyndar mientras los guardias se la llevaban a rastras.

Nur-U-Banu dio un paso al frente y dijo:

—Lleva a tu esposa a mis aposentos. Llamaré a mi médico personal.

Inuyasha cogió a Kagome en brazos y siguió a Nur-U-Banu y a Izaioy. Una vez en la alcoba de la bas kadin, dejó a su esposa en la cama y se sentó junto a ella.

Esclavizada +18 ιηυуαѕнαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora