historia de un sábado

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Apenas conocía la mediam barrot y el supermercado de la 36 y rara vez pasaba a la librería era el único hábito sano que parecía convencerle, ese día se movía entre los Stands  de asesinos seriales y la botánica del nuevo mundo, tomo un libro desdeñado con la pasta atravesada por un feroz rasguño, el libro parecería tener cierto embrujo, al registrarse con Emilia la china de ojos suaves color almendra y su fetiche de retorcer la piel de su antebrazo.

- ese gordo parece aburrido suspirito ella
- me llevo ese reclamo, es viejo pero me gusta,
- firma y trata de devolverlo pronto, el anterior tardo dos meses y me devolviste uno nuevo.

- solo le cure tartamudeo aquel joven olvidado de todo y por todo

Atravesó la puerta y se fue directo al supermercado, tomo una botella de leche algunos huevos, pan de miga unas hortalizas, un brócoli, dos trozos de pescado seco, lanzó el dinero por el agujerete y empezó a caminar más rápido de lo usual mientras renegaba por la hora, tardo mientras había hablado con Emilia, maldecía con su tartamudeo habitual, su pasta había pasado el límite de cocción, la arrojó sin remordimientos a la cesta de basura, tomo un pedazo de queso y empezó a leer aquel libro entre sorbos de café y una anciedad fuera de control paso aquella noche y parte de la mañana siguiente tratando de consumir las letras llenas de éxtasis de aquel libro.
De no ser porque debía ir a trabajar  a la mediam barrot hubiese continuado así.
Aquel día había descuidado su limpieza era la primera vez que no afeitaba su barba, ese día cambiaría algo para siempre.
Su apartamento estaba justo en diagonal a su trabajo, no caminaba más de 100 pasos, se precipitó por la puerta de aquel anaquel de periódicos, trabajaba en diversos oficios pero quizá el que más amaba era uno que muy pocas le encargaban tomar fotografías, siempre tenía esa extraña obsesión de tomar fotos poco usuales más graciles de lo acostumbrado, prefería la belleza antes que el amarillismo trastornado, sin musitar  palabra entró tropezando con todo la cesta de papeles con Luis el de aseo incluso no respondió al saludo caluroso de Ani, la chica siempre tímida y olvidada de recepción ella profesaba un amor en silencio, que el jamás lograría descifrar.

Los días siguientes se ausentó del trabajo manifestando no encontrarse bien para cumplir con sus obligaciones, una sería gripa lo tuvo en casa por tres días, el día jueves 2 de abril a eso de las diez con treinta llegó a su puerta Ani buscaba saber cómo estaba, llamo varias veces a la puerta siempre ante la negativa de abrir, así que ella gritó su no abres de una buena vez o no me dices que estás bien tendré que llamar la policía. Estoy bien una voz entrecortada y ronca le aseguro que todo estaba bien, con esa poca cortesía y una falta de educación o quizá una timidez incomparable le dijo que estaba bien que perdiera cuidado que al día siguiente quizá podría volver, Ani atravesó la calle y desapareció en la esquina siempre volteando para ver si el aparecía en la ventana pero el cuidadoso solo le observaba muy discretamente. El ser petrificado concibió en su corazón un sentimiento de repulsión hacia el.
-debi ofrecerle chocolate caliente, soy un verdadero estupido. Continúo viendo por la ventana la lluvia  esperando quizá que Ani regresará después de un rato volvió a su lectura paso aquella tarde y noche obligándose a leer consumió como una bestia deseosa por la sangre caliente, cada renglón del regordete libro 721 páginas en tres días un amor enfermizo se había apoderado de su alma jamás un libro le había arrancado parte de sus viceras, al cuarto día durmió todo el día hasta bien pasada las dos de la tarde, era normal tres días sin dormir con una gripe que no mejoraba.

Pasadas las tres con dieciséis devolvió el libro
Emilia estaba hay como siempre viendo una revista de cómics dándole vueltas a su cabello rojizo sin parar como una máquina de algodón que giraba y giraba,
- oh esto debe ser un verdadero milagro no te gusto replicó ella, es de esos libros que hablan de la doncella en desgracia que es arrebatada.
Su risa se vio detenida por un contundente y algo subido de tono - No por el contrario le he leído en tres días y dos noches seguidas, me ha fascinado jamás nada me había extasiado el corazón.
Era la primera vez que aquel joven solitario tardaba más de un momento platicando.
Le contó que un hombre en 1836 encontró un ángel abandonado a la orilla del río fiordo, y que este hombre le había llevado a casa y le había prestado su atención, al estar bien el ángel que en realidad era una bella mujer alada le había dado las gracias por salvarle que debía volver a su hogar ya que había sufrido un disparo mientras ayudaba a los heridos en campo de batalla.
El agregó que quizá se trataba de una valkiria.
Y continuó con su relato, que justo cuando aquella mujer pretendía abandonar la casa el hombre sintió una desolación en su alma muy grande así que no resistió y le propinó un fuerte golpe en la cabeza con un candelabro, ante lo cual el ángel se desplomó en seguida, halo que aquel hombre había construido una caja de cristal y le había llenado de todas las comodidades posibles, así continúo el relato, Emilia le miraba en un silencio incómodo ella le manifesto que no creía que alguien así se hubiese escondido tantos años tras esa figura de miedo.

El se despidió y prometió contarle algo más, volvió a la zona donde había encontrado el libro lo acomodo en el stand de madera lo dejo allí y fue un poco dolorosa la partida, una sonrisa muy poco habitual se formó en sus labios y paso a la sección que estaba justo enfrente, revolvió todos los libros veía sus hojas su textura su olor, y pasaron casi dos o tres horas, como a eso de las cinco había un gran tumulto de personas  risas de un lado y del otro aromas, perfumes hacia muchos años que no sentía esa sensación de vida, de vez en cuando giraba par ver si el libro aún estaba allí. Parecía que nada le convencía hasta que llegó al stand de poesía gusto por un libro de seductora portada, lo tomo y como última opción paso a despedirse de su amado libro, pero al llegar vio el gran espacio que había dejado, ya no estaba, corrió hasta Emilia y enfáticamente pregunto
- el libro vas a preguntar por el libro parece que alguien más gusto de el hacía mucho que ese libro no salía de aqui, fue tu toque exclamó
- quien lo ha llevado. En  un tono amenazante se dirigió aquel joven a emilia.

- Ey tranquilo es la chica de gabán azul y gorro gris que ahora va dejando la calle .

Un impulso lo llevo a cruzar la calle sin dejar registro del libro, sin despedirse ni nada, comenzó a tratar de llegar a ella sin ser visto sin parecer un delicuente pero justo cuando ella giraba para ver si podía cruzar la calle la bandada de palomas apostadas junto al cine de la 26 se levantaron de improvisto por el chillido infernal del tren, y desapareció como una ilusión como un artilugio del destino que se desploma entre la gente.
En ese instante un profundo dolor se atoro en su pecho la chica de su idilio se había desvanecido en unos cuantos aleteos, giro por la calle a llegar a la estatua del silencio, llegó hasta la estación de San Bernard pero todo se había ido entre sus manos, era  como intentar atrapar la última bocanada de aire antes de ahogarse.

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2019 ⏰

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