Capítulo V

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Había sido un largo día, Julia estaba tan cansada que lo único que podía pensar era en irse a dormir temprano.

Y lo hizo.

Recién estaba terminando el martes y le quedaban tres largos días por delante para finalizar la semana.

Después de haber cenado muy poco, se cambió de ropa, se ató improvisadamente el pelo y se tiró en el medio de la cama de dos plazas grande y cómoda que ella misma había elegido comprar hace pocos meses.

Activó la alarma de su celular pero esta vez no tan temprano; la reconfortaba saber que ese día podía dormir un poquito más. Dejó el teléfono sobre la mesita de luz que se encontraba junto a su cama y se dispuso a dormir. Se colocó de costado, cerró los ojos y puso la mente en blanco. Rápidamente pudo sentir como el sueño se apoderaba de ella, la lluvia que escuchaba caer afuera la ayudaba.

Pero justo un momento antes de caer en un profundo sueño, el sonido fuerte que hizo su celular avisándole que había recibido un nuevo mensaje, la asustó y la sacó de su tranquilo estado.

Aunque al principio no quería revisarlo, lo hizo porque pensó que podría ser una emergencia. Estiró su brazo y miró la pantalla con toda dificultad por el brillo y la luz que le lastimaban los ojos. Realmente se sorprendió al darse cuenta que el que le había mandado el mensaje, era Matías.

"Julia, ¿estás o dormís?" preguntaba simple.

"Matías, estaba en eso. ¿Qué pasa?" le respondió rápido. Siempre le gustaba responderle rápido cada mensaje que le mandaba.

El no pensó que le iba a contestar. No creyó que ella iba a acceder a tener una charla con el, por más de que fuera por un solo mensaje. Estaba, por decirlo de una manera, muy perseguido por esas palabras que le había dicho unas horas atrás.

"Quería hablar con vos sobre lo de hoy, y disculparme principalmente"

"¿Lo de hoy?"

"La desafortunada frase que te dije hoy"

"Ahh eso... No quiero parecer maleducada, pero ¿te molestaría hablarlo mañana? Es que estoy muy cansada, fue un día complicado"

"Está todo bien, lo hablamos en otro momento. ¿Tenes clases temprano mañana?"

"No, mañana no, nos vemos a la tarde"

"Dale, que descanses"

"Nos vemos, descansa :)"

Se quedó mirando la pantalla esperando por si el respondía algo, pero no lo hizo. Bloqueó el celular y lo dejó nuevamente donde estaba.

Julia logró que el sueño se le fuera y cuando cerraba los ojos pensaba solamente en otra excusa para evitar de nuevo, al otro día, que hablaran de ese tema.

Él, por su lado, sonrió con el último mensaje recibido, y logró darse cuenta que haber sonreído tontamente dos veces en un mismo día y por una mujer que no era su esposa, no tenía nada de normal.

***

Al día siguiente, Julia se despertó a las nueve y media de la mañana, contenta por las horas de más que tuvo para poder dormir.

Recordó que hace una semana le había prometido a su amiga que ese día desayunarian juntas para contarle si le fue bien en el pequeño asunto que debía solucionar.

Miró la hora y se dio cuenta que su despertador jamás sonó; eran las nueve y media y ya se le había hecho tarde porque Mariana seguramente ya la estaba esperando en el café.

Se levantó lo más rápido que pudo, se duchó y eligió la ropa tratando de perder el menor tiempo posible. No era la primera vez que no se despertaba a horario así que sabía como apurarse y hacer las cosas rápido.

Agarró su cartera y cuando abrió la puerta de su departamento, antes de poder poner un pie afuera, se encontró con la figura de Matías a punto de tocar el timbre. 

—Matías— La sorpresa se notó en su voz mientras en su rostro había una pequeña sonrisa. —¿No tenías que dar clases hoy?

—Si, pero no toda la mañana. ¿Queres ir a desayunar conmigo?— Se lo dijo un tanto nervioso, y era raro porque generalmente no les costaba comunicarse.

Pero antes de que Julia pudiera explicarle que ella estaba saliendo a hacer otra cosa, su celular sonó y vio en la pantalla que era su amiga. Atendió rápido y comenzó a hablar sin dejar de mirar a Matías. 

—Hola

—¿Dónde estas? ¿Vas a venir Julia?

—Perdón pero, no

—¿Me queres decir que estoy esperando como una estúpida hace una hora?

—Te juro que el fin de semana te lo compenso, perdoname—

Cortó rápido antes de que la conversación se hiciera más larga. Guardó el teléfono y volvió su vista a Matías y sin pensarlo dos veces, le respondió lo que el le había preguntado hace algunos minutos.

—¿Queres pasar?

—Pero... ¿Vos no salias?

—No, no, dale pasa.—

Lo hizo pasar hasta la pequeña mesa que había en su cocina, así podían desayunar.

Mientras ella preparaba todo y después de haberse reído un poco, el comenzó a hablarle del tema que ella creía terminado.

—Vine principalmente a pedirte perdón por lo de ayer ¿sabías?

—Otra vez con eso... — le contestó ella pasandole una taza de cafe.

—Si, además no me dijiste nada y yo tampoco. Así que empecemos, perdoname.

—Estas exagerando Matías

—¿Exagerando?

—Fue un comentario

—Pero te hizo sentir incómoda

—Pero, ¿no serás vos el que se siente mal e incómodo por haberlo dicho? Digo, estas casado y capaz tu mente está haciendo que te sientas culpable. —

No. No sabía qué acababa de decir.  Bueno si lo sabía pero desconocía los motivos. "Sos una idiota Julia. No hacia falta todo ese sermón estúpido" Se dijo a si misma mientras trataba de encontrar algo que decir porque él solo se había quedado en silencio miradola sin hablar.

En realidad Matías, en su mente, estaba dándole la razón. Porque muy en el fondo, sabía que eso era cierto y Julia acaba de explicarlo de la mejor manera.

Para cortar el silencio, ella se aclaró la garganta y comenzó a hablar nuevamente.

—Perdón por la confianza. — Fue lo mejor que se le ocurrió.

—Está bien. ¿Sabes qué? Mejor me voy, nos vemos a la tarde.—Se paró y ella hizo inmediatamente lo mismo. Lo acompañó hasta la puerta y allí se despidieron, normalmente.

El se dio vuelta para irse pero se detuvo y giró para, aparentemente, decirle algo más.

—Una última cosa Julia. Realmente sos linda, y no quiero sentirme culpable cuando te lo digo, porque no estaría bien hacerlo cuando te estoy diciendo la verdad.—

Se rió nerviosa. —Nos vemos a la tarde Matías.—

Cerró la puerta y se recostó sobre ella. Dios mio, no podía parar de sonreír. Y por una simple frase.

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