En las cimas de la desesperación.

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¡QUÉ  LEJOS ESTOY DE TODO!
Ignoro totalmente por qué hay que hacer algo en esta  vida, por qué debemos tener amigos y aspiraciones,  esperanzas y sueños. ¿No sería mil veces preferible  retirarse del mundo, lejos de todo lo que engendra su tumulto y sus complicaciones? Renunciaríamos así a la  cultura y a las ambiciones, perderíamos todo sin obtener nada a cambio; pero ¿qué se puede obtener en este mundo? Para algunos, ninguna ganancia es importante, pues son irremediablemente desgraciados y están irremisiblemente solos.

Experimento en este momento una imperiosa necesidad de gritar, de dar un aullido que horrorice al universo. Siento que asciende en mí un fragor sin precedentes y me pregunto por qué no estalla para aniquilar a este mundo, que yo sepultaría con mi nada.

Mi desgracia consiste en que deseo ser decepcionado en amor para tener nuevas razones de sufrir. Pues sólo el amor nos revela nuestra degradación. Quien ha visto la muerte enfrente, ¿puede aún amar? ¿Puede morir de amor?

Momentos semejantes nos alejan de la vida, del amor, de las sonrisas, de los amigos —e incluso de la muerte. Nos preguntamos entonces si existe algo más que la nada del mundo y la nuestra propia.

¿El sufrimiento? —estéril y limitado; ¿el entusiasmo? —impuro; ¿la vida? —racional; ¿la dialéctica de la vida? — lógica y no demoníaca; ¿la desesperación?— menor y parcial; ¿la eternidad? —una palabra vacía; ¿la experiencia de la nada? —una ilusión; ¿la fatalidad? —una broma... Si lo pensamos seriamente, ¿para qué sirve todo ello en realidad ¿Para qué interrogarse, para qué intentar aclarar o aceptar sombras? ¿No valdría más que yo enterrase mis lágrimas en la arena a la orilla del mar, en una soledad absoluta? El problema es que nunca he llorado, pues mis lágrimas se han transformado en pensamientos tan amargos como ellas.

Y pensar que lo he perdido todo en el momento en que a mi alrededor todo despierta a la vida... ¡Qué lejos me hallo de todo!

Quisiera estallar, hundirme, disgregarme, quisiera que mi destrucción fuese mi obra, mi creación, mi inspiración; quisiera realizarme en el aniquilamiento, elevarme, mediante un ímpetu demente, por encima de los confines, y que mi muerte fuese mi triunfo.

Siento que me hallo al borde de la explosión a causa de todo lo que me ofrece la vida y la perspectiva de la muerte. Siento que muero de soledad, de amor, de odio y de todas las cosas de este mundo. Los hechos que me suceden parecen convertirme en un globo que está a punto de estallar. En esos momentos extremos se realiza en mi una conversión a la Nada.

Emil Cioran, pesimismo de la inteligencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora