Capítulo uno: Máscaras

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Perspectiva de Sara French.

Miércoles, 09:32 am.

Me desperté como de costumbre. Las aves cantaban tan bonito, como si fuera sacado de las películas de princesas, con la diferencia que en mi mundo había además el sonido de vehículos y personas.

¿Que si me parecía irritante? Claro que sí, ¿a quién no?

Me levanté de mi cama y fui directo a cambiarme para empezar mi día. Luego de estar lista fui a la cocina para preparar mi desayuno.

Tostadas, un vaso de jugo, mermelada y una taza de capuchino. Perfecto.

Mientras miraba la tv recordé algo. Tomé mi teléfono y entré al chat.

(Chat con "Ellie bebé♡")

Saraaaa
(Recibido a las 3am.)

¿A quién carajos se le ocurre enviar un mensaje a esa hora? Nadie. Absolutamente nadie. A mi mejor amiga, Ellie Saunders.

Si hubiera sido importante me hubiera enviado más mensajes pero como he de suponer se le habrá ocurrido alguna locura en el que seguro me veo involucrada a la fuerza.

Deseando que ya estuviera despierta opto por llamarla y al tercer tono responde.

—Maldita perra—. La escucho quejarse al otro lado de la línea, no pude evitar soltar una pequeña risita.

—Primero que nada buenos días princesa.

—Cierra la maldita boca ¿sabes que hora es?

—Claro, las diez de la mañana—. Respondo tranquilamente mientras paseo por la cocina comiendo una tostada.

—Exacto, demasiado temprano para mí. ¿Por qué llamas a esta hora?

—Tú me enviaste un mensaje a la madrugada. Te recuerdo que la gente duerme a esa hora.

—Aaaah, cierto—. Su tono de voz cambió a uno de felicidad.

—Oh no, aquí vamos...

—SARAAAAA—. Grita dramáticamente haciendo que me separe un poco del teléfono.

—Te escucho, Ellie, no hace falt...—. Y como siempre, me interrumpe.

—¡John organizará una fiesta pasado mañana!

—No.

—¿No qué?

—Sabes que la última fiesta a la que fuimos no salió tan bien, Ellie...—. De solo recordarlo me irrito.

—Lo sé pero esta es diferente.

—¿Diferente a qué, Ellie? Todas las fiestas son iguales—. Empezaba a enojarme, dejé la mitad de la tostada en el plato y tomé un sorbo del capuchino.

—Escucha, Sara...

—No, tú escúchame a mí—. Miré a través de la ventana que tenía en frente. —No voy a cambiar de opinión.

—Por favor...—. Ni aunque usara ese tono de suplica y me imaginara que su rostro reflejaba la carita de un cachorrito cambiaría de opinión.

(...)

—Tú sabes que te quiero ¿no?— Dijo tomándome de los hombros.

—Tengo unas ganas de quitarte esa cara de felicidad de un golpe—. Respondí entre dientes.

—Tranquila fiera—. Alzó sus manos en forma de rendición. —Ahora entremos.

—Esta máscara me está molestando—. Me quejé mientras me la acomodaba por décima vez.

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⏰ Última actualización: Nov 17, 2021 ⏰

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