Parte 1 Sin Título

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Aquel trabajo parecía llevarte la vida entera. Habías tenido semanas para terminarlo, pero como siempre, la procrastinación te había hecho quedarte ahí, a esas altas horas de la noche terminando un trabajo que no parecía acabar nunca. Solo la luz que irradiaba el monitor de la computadora era lo único que iluminaba tu sombría habitación. Tu familia se encontraba dormida, cada quien en sus respectivos cuartos. Solamente tu alma y cuerpo cansados de estar en vela eran los únicos que se mantenían aún despiertos aquella noche... o eso pensabas tú.

Justo detrás de tu escritorio, permanecía una pequeña ventana cerrada en la que normalmente disfrutabas asomarte para ver, desde el segundo piso en el que te encontrabas, cada que alguien llegaba de visita y tocaba la puerta, pero en ese momento, la cortina se encontraba corrida, tapándote la visión de la entrada. De pronto, escuchaste un leve rasguño en el cristal y supiste inmediatamente de quién se trataba. Sin siquiera correr la cortina dejaste entrar al Sr. Darcy, el gato mimado de la familia quien siempre te molestaba para poder entrar a la casa cuando se hartaba de sus quehaceres gatunos en la oscuridad de la noche. Inmediatamente después de dejarlo entrar, volviste a dejar la ventana como estaba y seguiste tratando de terminar aquella abominación de tarea.

Durante un momento te apartaste un poco del monitor y estiraste los músculos de tu espalda y brazos para relajarte, miraste tu cama en donde el infeliz del gato ya se había postrado cómodamente y lo envidiaste mientras continuabas con tu labor. Fue entonces cuando un leve rasguño en la ventana volvió a molestarte. Al principio pensaste que había sido algo que el viento habría hecho chocar ahí, alguna rama o algo así, pero supiste que te equivocabas en cuanto lo volviste a escuchar.

Era muy claro, alguien estaba usando la técnica del gato para que lo dejaras entrar.

El rasguño se escuchó de nuevo, y por primera vez, perdiste la comodidad que normalmente se siente al estar en casa. Esa seguridad que se tiene al saber que te encuentras en donde nadie puede hacerte daño... casi nunca. Y entonces lo escuchaste una vez más. Por alguna razón, no podías simplemente correr la ventana y ver qué era. Seguramente solo era otro estúpido gato queriendo acostarse en tu cama... pero sabías que no era así. Lo presentías.

"¿Trajiste un amigo, Sr. Darcy?" –preguntaste al gato, quien se lamía las patas sin prestarte atención.

Lentamente acercaste tu mano derecha a la cortina, preparándote para correrla en cualquier momento y justo cuando la moviste un poco, el horrendo ojo amarillo te miró desde el otro lado.

Tus piernas, brazos y cara parecieron unirse en un solo escalofrío que te hizo retroceder y lanzar un ligero gemido. El Sr. Darcy miraba fijamente la ventana, preparándose para atacar, avisándote de la amenaza.

Tu primer pensamiento después de aquello fue ir a prender la luz y así lo hiciste. Ahora la habitación ya no era tan tenebrosa y pudiste valientemente ir a descorrer la cortina, donde ya no había nada en absoluto. El gato parecía haberse tranquilizado y decidiste tratar de hacer lo mismo, lo que sea que fuera aquello, ya se había ido. Dejaste la cortina descubriendo la ventana y cuando volviste a tomar tu lugar en el escritorio, lo viste.

Una figura oscura estaba parada justo fuera de tu casa, parecía ser un hombre con una gabardina muy grande, pero no podías distinguirlo bien y cuando menos lo esperabas, giró su cabeza hacia ti y te miró desde abajo. Perdiste la poca calma que te quedaba y te alejaste de la ventana, caminando hacia atrás y cuando quisiste seguir mirando, ya no había nada allí.

Tu respiración se había alterado, escuchabas los latidos desesperados de tu corazón que te indicaban salir corriendo de ahí inmediatamente. Y decidiste buscar la ayuda de tus padres, al girarte y alcanzar la manija de tu puerta, te diste cuenta que estaba cerrada por fuera. ¿Por qué? ¿Quién habría hecho algo así? Y reíste un poco al pensar en todo lo que te estaba ocurriendo. Fuiste hacia el cajón donde guardabas tus llaves y las buscaste sin tener la suerte de encontrarlas a pesar de tener la certeza de que estaban ahí. Volviste al marco de la puerta y la tocaste, pidiendo a tus padres que te abrieran pero no obtenías respuesta alguna y lo único que podías escuchar era el desesperado sonido de tu voz. Comenzabas a perder el control, empezabas a sentirte vulnerable... y lo odiabas. Golpeaste la puerta con más fuerza, gritaste todavía más fuerte a tus padres, a tus hermanos, a quien fuera; pero no había respuesta... hasta que lo escuchaste.

"¡Ssht!" –te contestaron.

"¿Papá?" –preguntaste.

"¡Ssht, ssht!" –volvieron a contestar.

"¿Quién eres?" –insististe, con la voz un poco quebrada.

"Tu amigo el de la ventana".

Tratando de no ser víctima del pánico que te provocaba aquella horrenda voz gruesa y deformada, retrocediste unos pasos e intentas convencerte de que todo aquello no era más que una broma de mal gusto de alguno de tus hermanos, no podía ser posible, nada de eso era real, no estaba pasando nada. Entonces tus pensamientos se vieron interrumpidos por los horrendos lamentos del Sr. Darcy. Provenían debajo de la cama y parecía estar sufriendo de un dolor horrendo, pidiendo por tu auxilio con todas sus energías desde aquel lugar polvoriento.

Rápidamente te pusiste de rodillas y con un gran temor de lo que pudiese encontrarse ahí abajo, acercaste tu mano con mucho cuidado a las sábanas, cuando un maullido te distrajo. Arriba del armario, el Sr. Darcy te miraba con sus enormes ojos; alertándote que no era él quien se encontraba ahí. Te pusiste en pie y te alejaste de la cama, mientras aquellos lamentos se hacían más y más insoportables a tus oídos, los cuales cubriste mientras algunas lágrimas resbalaban por tus mejillas y la luz de tu habitación comenzaba a parpadear.

De pronto la habitación quedó completamente a oscuras, quedando solamente encendida la pantalla del monitor en el que no podía verse más que estática y ahí, en medio de la pantalla, un par de ojos amarillos gigantes te miraban fijamente. Como por impulso, corriste a desconectar el aparato para ya no verlos más y justamente al levantar la vista a la ventana, viste al hombre de la gabardina nuevamente pero esta vez, caminaba por el jardín de tu casa mirando a tu habitación directamente. Al notarte, se detuvo y movió su mano ligeramente para saludarte.

No pudiste soportarlo más y emitiste un grito de auxilio, corriste de nuevo hacia tu puerta y sorpresivamente, esta se abrió al primer intento. Pero al salir al pasillo, no encontraste más que oscuridad. No podías ver casi nada aunque lo intentaras arduamente, ni siquiera el brillo de la noche que entraba por las ventanas te dejaba ver gran cosa. Y cuando trataste de lanzar un grito para llamar a tus padres, te diste cuenta que no tenías voz. Era como si tu garganta si hubiese cerrado por completo, dominada totalmente por el miedo que te consumía. Pegaste tu cuerpo a la pared y avanzaste sin despegarte de ella, buscando con tus manos las puertas que te guiarían con tu familia. Sin embargo, no encontraste ninguna. No importaba cuánto caminaras o a dónde fueras, no había puertas por ningún lado, era inexplicable, y aún así no creías estar soñando.

Ahora eras parte de aquella horrenda realidad.

Decidiste bajar las escaleras y salir por la puerta de atrás, no podías hacerlo por la principal, ya que el hombre de la gabardina te esperaba allí. Al bajar, te diste cuenta que la luz de la cocina estaba encendida y nunca antes te sentiste tan feliz de saber que alguien había bajado por un bocadillo a medianoche. Casi entraste corriendo a la habitación cuando viste de espaldas a tu madre tratando de cortar algo junto al fregadero. Pero había algo extraño.

Te acercaste lentamente y trataste de no hacer ruido, suponiendo que ella no te había visto entrar. Tu madre parecía estar enfrascada en su tarea, cortando sin detenerse. Y cuando te acercaste a la mesa, te habló.

"¿Por qué no te has dormido?" –preguntó con naturalidad.

Intentaste responder pero no pudiste, tu garganta seguía sin querer emitir sonido alguno.

"Te hice una pregunta, idiota" –dijo después de no recibir respuesta.

Era obvio que la persona que te hablaba no era tu madre, y al intentar retroceder y continuar con el plan de escapar, tu madre se dio la vuelta y gritó.

"¡¿A dónde vas?! ¡Ayúdame! ¡Sé útil por una vez!".

Y al prestar atención a su tarea, tu estómago se revolvió al ver que aquello que cortaba eran sus propios dedos, manchando así todo su lugar de trabajo con su propia sangre.

"Tus favoritos" –contestó, con una mueca de locura en su rostro y con unos ojos vacíos que en realidad no miraban absolutamente nada.

No podías más con todo aquello, tenías que salir a como diera lugar y te dispusiste a ir a la puerta trasera cuando al cruzar nuevamente por el vestíbulo, encontraste al hombre de la gabardina. Inmenso, ostentoso, irradiando un olor a podredumbre y mirándote fijamente desde la oscuridad. Corriste lo más rápido que tus piernas te lo permitieron hacia la puerta que te haría salir de la casa, pero no importaba lo rápido que lo hicieras ni lo mucho que te esforzaras, pues nunca conseguías alcanzarla. Aquella puerta se mantenía siempre a la misma distancia de ti, tus ojos derramaban lágrimas de desesperación y resignación. Sabías que ya no había escapatoria. Y cuando el hombre de la gabardina por fin se acercó a ti y te tomó de los hombros, despertaste de aquella horrible pesadilla, frente a tu tarea incompleta. Ya tenías media hora de retraso.

Imprimiste las páginas que tenías, te culpaste de haberte dormido y trataste de no recordar los horrores que pasaste en tu sueño. Metiste tu tarea a tu mochila y te dispusiste a salir de tu cuarto, cuando te diste cuenta que la puerta estaba cerrada por fuera. El sol se ocultó, tu habitación se oscureció y una respiración en tu cuello te hizo girar.

Trataste de exclamar el más horrendo y desgarrador de tus gritos pero tu garganta cerrada te lo impidió. Lo último que sentiste fue la desesperación acumulada dentro de tu ser y la última imagen en tu mente fueron aquellos enormes ojos amarillos, vigilantes y fijos en los tuyos.

Ojos AmarillosWhere stories live. Discover now