Extra

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Extra: Madrugada

2004

—...en verdad no sé qué haces conmigo.

Draco no se inmutó frente a la inevitable conclusión que llevaba días rondando su cabeza y soltó sin la más mínima sutileza. Revisó su reloj, le dio un sorbo más a la taza de café, frunció la nariz.

—¿Justo ahora? —Volvió a fijarse en él—. Me bebo esa cosa a la que alguien se le ocurrió decirle café, cuando está hecha de aguas negras —Harry sonrió, contra su voluntad. Aunque Draco no lo hizo también, notó la chispa en sus ojos, por saberse responsable de su reacción—, y me pregunto si habrá un sitio decente al que te pueda llevar a las —Otra pausa, un vistazo más al reloj de su muñeca— cuatro de la mañana. Bueno, todavía no son las cuatro, pero lo serán para cuando haya terminado la cosa —Y cabeceó en dirección a su taza.

Harry recargó los codos en la orilla de la mesa y ocultó su sonrisa contra el borde de su propia taza. Le llevó un instante reaccionar. Modales, modales, modales; la voz que lo reprendía en su cabeza tenía un tono más familiar de lo que le habría gustado admitir. Se apartó tan rápido que estuvo a punto de tirar el café, maniobró en el aire para mantener equilibrada la taza, y permaneció con la cabeza gacha, avergonzado. Esperando.

Draco, en cambio, le preguntó si se había quemado. Cuando negó, aun así insistió en que le mostrase las manos, y se las limpió con una de las servilletas, cuidadoso, lento.

—No sé qué haces conmigo —Repitió Harry, en voz baja. Él lo observó de reojo—, hablando en serio.

—¿A qué te refieres? —No alteró su tono suave. Lo soltó en cuanto Harry flexionó los brazos y sostuvo su taza de nuevo.

Inhaló profundo, buscó valor. No era fácil. Ya no.

Una parte de sí, temía que reaccionase mal, no porque Draco le hubiese dado señales de que lo haría, sólo porque temía. La otra le decía a ese lado irracional que Draco no era así.

—Me gustas mucho —Musitó. Lo vio asentir, alentándolo a continuar—. Pero hemos salido- ¿qué? ¿Seis meses?

—Más o menos —Admitió él, con otro asentimiento. Harry tragó en seco, intentando bajar el nudo en su garganta.

—Y ni siquiera te he dejado besarme —Demostró su punto, negando—. Eres- has sido muy lindo, Draco, en serio. Pero es que- no sé qué estás haciendo conmigo. Si realmente esperas que esto llegue a algo, yo- es que- —Soltó un sonido frustrado y se desordenó el cabello más de lo que ya lo estaba de por sí—. Me gustas, me gustas, sólo- no lo entiendo, hay muchas cosas que no entiendo ahora y muchas otras que se me hacen tan...inútiles, sin sentido, cosas que deberían preocuparme, y no consigo preocuparme por ellas, y- ver a otras personas que lo hacen, es como- como si me recordase que hay algo mal conmigo y...

—No hay nada malo contigo —Draco se inclinó desde el otro extremo de la mesa. Él meneó la cabeza.

—¿Sabes que si intentases...tocarme, me pondría a gritar o a temblar? —Harry se echó más hacia adelante también, hablándole en murmullos contenidos—. Ni siquiera tiene sentido- no pienso que tenga sentido, que yo tenga alguna razón para reaccionar así. Y no es por ti, es-

—Creo que cuando una persona reacciona de cierto modo, es porque tiene una razón para hacerlo, Harry.

Calló. Draco tenía un modo de hablar que le hacía sentir que podía decirle lo que fuese; desde el primer instante, desde que se conocieron, desde que empezaron a ser amigos. Lo fueron durante largo tiempo, antes de que se diese cuenta de ese asunto. Ahí comenzó la alarma imaginaria dentro de su cabeza.

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