#ChileDespertó: Ensayos breves sobre nuestro pasado, presente y futuro

Capítulo 1: La ignorancia del rey es miseria del peón

La ley 20.378 creó el "Panel de Expertos" encargado de ajustar las tarifas del sistema del transporte público del Gran Santiago, de tal forma que se mantenga "el valor real de estás". Desde entonces, el pasaje en horario punta del metro a aumentado de $460 a $830, pero en ninguna de las casi veinte alzas sucesivas se ha manifestado un descontento tan grande como el que pudimos ver esta pasada. Una parte de la responsabilidad recae en el gobierno: la última modificación al decreto 140 (que establece el mecanismo para calcular el alza de la tarifa) incorporó el costo de la energía eléctrica y cambió la fórmula de cálculo, fue realizada en marzo de este año y posibilitó que hubiera dos alzas desde entonces. Sin embargo, el gran malestar social va mucho más allá y obedece a razones de largo plazo.

Salarios estancados

Desde el año 2005 la productividad total de la economía se ha reducido, y la productividad laboral no ha alcanzado a superar la barrera de 30 dólares por hora trabajada. Sin embargo, esto no ha sido un tema que se haya puesto sobre la mesa, pues la constante en la política económica desde la Dictadura ha sido desentenderse de la mejora en productividad laboral que implicaría una educación pública de calidad y de la mayor productividad del capital que traería el fomento a la investigación en ciencia y tecnología. Por el contrario, el crecimiento del PIB per cápita en nuestro país se debe a que la estabilidad macroeconómica y los impuestos bajos nos convirtieron en un destino privilegiado de capital extranjero. La reforma tributaria destruyó el único elemento exitoso de nuestro frágil modelo de desarrollo: pasamos a tener un impuesto de sociedades mayor que el país promedio de la OCDE y que requiere un tiempo de tramitación comparable a pagar impuestos en Namibia. El resultado: cuatro años de inversión negativa. Sin inversión la demanda de trabajo de las empresas se estancó justo en el mismo momento en el cual la inmigración aumentó, presionando a la baja los salarios de la mano de obra no calificada.

En este escenario de salarios estancados el aumento constante del costo de la vida se vuelve problemático. Aumentar el salario mínimo (actualmente de $301.000) no parece ser la mejor solución, pues este presenta una peligrosa dicotomía: es excesivamente alto comparado con la mediana de salarios ($380.000 aproximadamente) y excesivamente bajo comparado con el PIB per cápita (23150 dólares por paridad de poder adquisitivo). La cercanía a la mediana de salarios implica que, al aumentar el salario mínimo, mayor es la cantidad de personas que podrían perder su empleo o terminar en el sector informal de la economía.

Transporte público (no tan público)

Metro S.A. es una sociedad anónima de propiedad estatal. La regulación de las sociedades y empresas del Estado busca que estas se comporten con la competitividad que tendría un privado en su lugar, lo que no obsta a que una empresa monopólica dedicada al transporte público como Metro S.A. se vea influida por la contingencia política y no se desligue por completo de los objetivos de política pública. Esa dualidad queda expresada en la ley 20.378: al mismo tiempo que contempla un subsidio al transporte público, establece que la tarifa debe mantenerse en su valor real. Además, el Estado como accionista es quien hace los aportes necesarios para que la red se expanda, de ahí que sean los gobiernos los que anuncian las nuevas líneas. Y el problema no solo es que construir líneas de metro es extremadamente caro (solo la Línea 7 costará 2.900 millones de dólares), sino que la cantidad de estaciones y de kilómetros construidos que hay que mantener aumenta a un ritmo mucho mayor que la cantidad de pasajeros. Ello en parte explica que, aunque la inflación proyectada para 2019 sea menor a 3%, la tarifa en horario punta haya aumentado en un 7,8% en lo que va del año.

Subsidiar la tarifa con cargo al presupuesto es políticamente irresponsable: el Estado ya está funcionando con déficit y tener transporte asequible no es prioridad de los políticos ni tampoco de los mismos chilenos (si se compara con salud o educación). Singapur solucionó este problema hace años: cobran peaje por andar en auto en las principales calles de la ciudad y con ese ingreso subsidia el transporte público. Esa solución tiene la ventaja de que tiene una lógica distributiva, es ecológica y evita la ineficiencia producida por el exceso de tráfico.

Mediocridad y oportunismo

Sobran los políticos que luego de todo lo ocurrido denuncian desde un pedestal moral la culpa del gobierno y apoyan las protestas (sin hacer distinción entre las pacíficas y las violentas), pero, si tanto apoyan al chileno medio que lucha mes a mes por sobrevivir ¿Por qué recién ahora les preocupa el alza de la tarifa? ¿Por qué no hemos visto en el último tiempo propuestas económicamente viables que permitan solucionar los bajos salarios o el aumento constante en el costo de la vida? Porque, si en cualquier sistema democrático la clase política adquiere rasgos oligárquicos, en Chile los tenía desde antes de que se acabase la Dictadura: la familia de Piñera ha estado en la clase política desde principios del siglo XIX, en la DC se encuentran los mismos Walker que hace más de un siglo lucharon contra Balmaceda y casi todos los diputados del Frente Amplio salieron de colegios particulares. Si tienen la mayor parte de su vida asegurada ¿Qué le va a importar a Giorgio Jackson que una reforma tributaria mediocre provoque la perdida de miles de empleos? ¿Qué le va a importar a Piñera que el costo de la vida aumente y los salarios no? Sólo lo que necesiten para mantener su carrera política y con 46% de participación electoral pueden salir a flote con el apoyo de un cuarto de la población adulta. Y mientras tanto las malas políticas económicas (como toda mala política pública) perjudican más al pobre que al rico. Aquellos que ven en esto una oportunidad para hacer la revolución olvidan que, como en el tablero de ajedrez, los peones son siempre los primeros en ser sacrificados.