La lluvia caía, los truenos sonaban a lo lejos y un joven de cabellos platinados huía sin saber dónde iría a terminar.
Su único propósito era escapar de quien lo perseguía, con el labio partido y varias heridas causadas por las ramas de frondoso bosque, este joven seguía corriendo sin mirar atrás.
Pasó a lo mucho una hora, cuando sus piermas decidieron dejar se responderle.
Sumido en un agotamiento total cayó de rodillas, en lo que pensó él era la entrada a un castillo.
Se decía que si huías al bosque, la mismísima muerte te llevaría al castillo del rey de la sangre, una anécdota contada por el pueblo para asustar a los jóvenes. Jimin ni siquiera recordó aquella historia; cuando su padre en un ataque ira, gracias al alcohol decidiera golpear a su hijo hasta la muerte, Jimin horrorizado huyó de su casa sin mirar atrás, adentrándose en ese bosque prohibido en medio de la noche con una tormenta de por medio.
Lo último que sintió fue como lo cargaban y dejaba de sentir las gotas de lluvia en su piel.
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Se desmayó por el frío que empezó a sentir, pero pronto empezó a recobrar la conciencia cuando sintió calor se nuevo abrazando su cuerpo. Poco a poco abrió los ojos y se encontró en un lugar completamente desconocido para él.
Vio a su alrededor y sus ropas no estaban, se encontraba desnudo cubierto con sólo una manta, echado en un sofa muy elegante con la chimenea encendida al lado.
- ¿Dónde estoy? - dijo en un hilo suave de voz casi un susurro.
- En mi castillo, niño. - respondió una voz gruesa a sus espaldas, haciendo que este mismo sintiera como todo el frío volviera a su cuerpo.
- ¿Dónde están mis ropas? ¿Quién es usted? - preguntó ya más despierto y pego más aquella manta tapando su desnudez.
El extraño empezó a caminar alrededor de él mueble dónde se encontraba Jimin postrado, con la luz de las llamas se puso en frente del peli plateado.
Un rostro completamente pálido lo caracterizaba, su traje negro como la noche lo hacía ver como un hombre apuesto e imponente.
- Me deshice de esos arapos que traías, estaban rotos y sucios. Y yo precioso mío soy Min Yoongi. - se presentó el hombre.
- Un gusto señor Min, estoy en deuda con usted por haberme acojido en su castillo y haberme brindado calor. Pero por favor entregueme unas ropas viejas siquiera, me iré de su castillo y no lo molestaré más. - Jimin no se sentía a gusto estando em aquel lugar, se sentía inquieto como en un estado de alerta que le decía que debía salir de ese lugar.
- Dices estar en deuda conmigo, pero quieres irte sin siquiera agradecerme como debes. Después de todo lo que hice por un desconocido como tu. - respondió Yoongi acercándose más al chico en aquel sofá.
