Nos pasamos la vida preguntándonos el porqué de las cosas. En muchas ocasiones somos incapaces de hacernos cargo de nuestros propios errores, decidimos que el universo o las personas que lo conforman, son las culpables de todo lo malo que nos pasa. Nos lamentamos por diferentes motivos, puede ser que no nos guste nuestro cuerpo, que ese famoso esté saliendo con esa súper modelo que te parece fea o con simpleza solo estas pasando un mal día porque tienes la regla.
Es raro, pensar que ahora mismo hay otra persona en la otra parte del mundo, pensando en algo que tenga semejanza a lo que se me esté pasando por la cabeza. Si tuviera que elegir cuál de los dos seríamos lo mejor para esa cierta persona, podría decir que soy yo, a pesar de que no soy una buena influencia para nadie. Pero, ¿qué es una buena influencia?
Podría profundizar en ese tema y acabaría comiéndome la cabeza, intentando calcular las diferentes perspectivas de cual es en realidad una buena influencia, ¿las pintas de tu compañera de al lado?, o ¿esa pandilla de adolescentes drogadictos "sin futuro" que solo se preocupan por los gramos que les faltan? Si llegáramos a la conclusión de esto, la respuesta que querría no sería del todo suficiente.
Pero en realidad no sé nada, tú tampoco, ni el noventa y nueve por ciento de adolescentes que forman parte de este mundo. Aunque siempre habrá alguien que contradiga mis palabras. Vemos a personas hablar en la tele, como si lo supieran todo, cuando solo están escupiendo lo que alguna vez escucharon de otra persona. Hay momentos en los que parece que solo somos sacos de huesos siguiendo un papel que alguien "superior" nos ha asignado. Cualquiera puede decir palabras, pero solo falta unos segundos para darse cuenta, de que ese reflejo de inteligencia que intenta demostrar que tiene, son como las arenas movedizas, no tienen una consistencia cierta, te arrastran hasta que te hunden.
Nos gusta hacernos daño, no lo digo de modo masoquista, solo que amamos a quien no lo hará jamás, nos aferramos a sueños que sabemos que no ocurrirán porque ponemos demasiado de nuestra parte, en vez de dejar que otros se esfuercen un poco. Tenemos ese rayo de luz, que sería capaz de alegrar la mayoría de nuestros días, pero elegimos esa oscuridad, pensando que podremos cambiarla. Que gracioso, ¿no? Después, llegan los sollozos, el sudor derramado, la sangre que bombea alrededor de tu cuerpo con insistencia y fuerza. Pero no vas a rendirte, vas a seguir intentándolo, aun sabiendo por dentro, que perdiste en el primer segundo en el que subiste el primer peldaño.
Así somos los humanos. Parece ser que el dolor es una parte imprescindible de nosotros. O seguramente me equivoqué, como tantas veces.
Pero uno de mis errores favoritos, fue haber cruzado ese muro lleno grafitis de tonos oscuros, ese era uno de mis lugares favoritos, donde podía escapar de los mordiscos y ladridos. Estoy seguro de que no soy el único. Si necesitaba gritar, lo hacía. Liberación. Acogedor. Esas son las palabras que describen lo que yo, durante todo este tiempo he necesitado.
Estoy seguro, que la mayoría de nosotros necesitamos gritar, está claro que el dolor seguirá, pero por lo menos disminuirá el impacto. Recuerdo cada uno de los aromas que se colaban por mis fosas nasales. En ese muro que daba hacía la observación de toda la ciudad, que había aguantado todos mis gritos, sollozos, frustraciones y pocos buenos momentos. Fue mi primera vez.
La primera vez que unos cigarrillos se colaban en mis dedos, mientras miraba a esa persona que se encontraba al lado de mí. La vida es tan efímera que sin darte cuenta ya estás observando cómo vuelan los pájaros, mientras los dedos de tus pies ya no se pueden refugiar en la arena. Fue la última vez que expulse el humo con tanto regocijo.
Y por supuesto, el último y único instante en el que observé cómo sus delgados dedos helados, se entrelazaron con los míos, incapaces de encender el fuego. Su cabeza se apoyó en mi hombro y nuestros ojos se entrelazaron.
Dicen que los ojos son las puertas al alma, pues los suyos me habían enseñado una vida entera, esforzándose por seguir adelante, mostró una sonrisa al horizonte que se cernía sobre nosotros, y con eso hecho, los segundos fueron pasando. Las palabras nunca fueron necesarias, pero era como si hubiera predicho el fin de una época porque antes de irse, le susurre al oído "IKIGAI". No me soltó la mano, en ningún momento.
Dos lágrimas cayeron de nuestras mejillas, cerrando el ciclo.
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365=14 Cigarrillos
Teen Fiction"Si las estrellas fueran egoístas, por las noches la oscuridad nos sucumbiría por completo."