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El despertador marcaba las 5:30 de la mañana, aún estaba obscuro y hacía frío, pero ya era hora de pararse a arreglar el auto para poder regresar lo más pronto posible.

Emilio se dio la vuelta y vio a Joaquín profundamente dormido, no pensaba despertarlo, es mejor que él siga durmiendo ya que él iba a ser el que conduciría de regreso.

Se levantó y tomó la chaqueta de Joaquín que estaba en el buró de al lado para salir con doble abrigo, y el farol que iluminaba la pequeña sala.

Al salir de la cabaña lo primero que hizo fue abrir el cofre para revisar cuál era el problema. El cielo comenzaba a despejarse, ya estaba amaneciendo, y por lo que se veía, el día iba a estar igual de nublado que el día anterior. Sólo esperaba que en el camino no tuvieran complicaciones por la lluvia.

Tiempo después Emilio logró encenderlo y se dirigió la cabaña en busca de Joaquín para poder marcharse. Al entrar, se dio cuenta qué Joaquín aún estaba dormido y ya eran las 7:00 de la mañana.

Emilio movió un poco a Joaquín hablándole para que despertara.

—Emilio déjame dormir, aún es muy temprano. — Dijo adormilado.

—No Joaquín, abrígate. Ya vámonos.

—No podemos irnos, el auto no enciende.

—Ya arreglé el problema, ahora por favor levántate.

—¿Tú? ¿Cómo lo hiciste?

—Te explico mientras te preparas para irnos. ¿De acuerdo?

—Bien. — Joaquín se levantó para ponerse los zapatos y tender la cama.

—Te explico; al ver que el auto no encendía, deduje que era por la batería, después me percaté que todo estaba en orden así que decidí revisar las bujías las cuales estaban dañadas por la temperatura y las arreglé.

—¿Cómo sabes eso, Emilio?

—Me gusta aprender.

—Pues se ve que hiciste un buen trabajo. Bien, ya estoy listo, vámonos.

Ambos se dirigieron a la salida para cerrar la cabaña y marcharse.

—Hace frío. ¡Espera! Mi chaqueta se quedó adentro

—N-no.— Lo tomó del hombro. — La tengo yo, la tomé para salir ya que hacía mucho frío, perdón.

—¿Puedes dejar de disculparte por todo? No pasa nada, descuida.

—Mmm... Yo...

Emilio ya no puedo contestar y solamente se dispuso a quitarse la chaqueta de Joaquín para dársela.

—¡Qué bien, ya me siento calientito otra vez!

—Gracias, Joaquín.

—No es nada, úsala cuando quieras no necesitas pedirme permiso.

—De acuerdo. ¿Nos vamos?

—Nos vamos. — Respondió con una sonrisa.

Se subieron al auto y Joaquín arrancó. El camino fue muy callado, el semblante de Emilio había cambiado.

—¿Emilio estás bien?

—Sí Joaquín, gracias.

—No parece, si te hice sentir mal con algo puedes decírmelo.

—No es eso... Temo a la reacción de mi padre al regresar.

—Deja de pensar en eso Emilio, no va a pasar nada, y si pasa le digo a mi padre que hable con él para que te deje en paz.

"Lo prohibido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora