RELATO INÉDITO DEL DOCTOR JOHN H. WATSON

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ESTA CRÓNICA NO SE ENVIARÁ BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA A THE STRAND MAGAZINE NI SE HARÁ PÚBLICA EN NINGÚN OTRO FORMATO.

"En todos los casos que han tomado lugar a lo largo de mi residencia en Baker Street junto a Sherlock Holmes, jamás habíamos enfrentado nosotros algo parecido a lo que sucedió la última noche de octubre, durante uno de nuestros paseos por la ciudad. Es menester dejar en claro que tanto Holmes como yo no somos hombres supersticiosos, ni mucho menos creyentes de lo sobrenatural. Mi buen amigo siempre puede de dar forma y lógica a los sucesos inexplicables de la vida cotidiana con sus dotes y yo he presenciado a su lado, como en la guerra, horrores tan humanos y terrenales que la impresión que los relatos de brujas pueden causarme es ya poca cosa. Sin embargo, no fue hasta la madrugada de esta festividad, con orígenes paganos como bien se sabe, que nuestros criterios se vieron conmovidos por los hechos que ni aferrándonos con uñas y dientes a la realidad fuimos capaces de comprender.

El irresoluto caso comenzó a nuestra salida del teatro, tras la soberbia presentación de uno de los violinistas que sobre Holmes, al interpretar sus composiciones, tenía el efecto del más fuerte sedante. Habría comparado yo la actitud de mi compañero con la de un hombre que pasa sus noches en un bar de mala muerte, sumergido para la aurora en la inmundicia del alcohol, si yo le conociese ebrio hasta el punto más crítico. Pero él no era un bebedor frecuente exactamente y su único empleo de sustancias nocivas era la dosis de cocaína que de cuando en cuando, para mi gran disgusto y reprobación, inyectaba en sus venas.

De cualquier forma, su droga predilecta en realidad lo ponía más inquieto que tranquilo. Así que di gracias a Dios, y a la exquisita música que recién habíamos escuchado, por lo apacible que parecía Holmes esa noche. No por ello contuve mi sorpresa cuando él inquirió en que regresáramos a casa andando a pie, en lugar de nuestra costumbre de tomar un carruaje para apresurar el trayecto.

—¿No le parece que es demasiado tarde para caminar?

—¿Tiene algo que hacer esta noche, Watson, o algún impedimento razonable para negarse a mi buena idea?

—Bueno, el clima no ayuda mucho a mi dolor de rodilla. —Me expliqué. Holmes alzó una ceja con intriga y supe que era una pérdida de tiempo responderle cuando él ya anticipaba las palabras que diría—. Pero creo que estoy en condiciones de acompañarlo.

—Me alegro, mi querido amigo. —Su mano palmeó mi hombro afectuosamente—. Ahora, tomemos esta ruta. No quiero abusar de su bondad haciéndole caminar más de lo estrictamente necesario.

Me condujo por la calle a nuestra derecha y yo lo seguí al mismo paso, comenzando a prestar más atención a nuestro alrededor. Confieso que no había aceptado su propuesta por el simple deseo de disfrutar de su compañía, sino por el peligro que suponía para mi compañero el recorrer Londres sin una persona que le cubriese las espaldas, especialmente en aquellas épocas.

Después de que mis relatos fueron publicados en The Strand Magazine por primera vez y comenzaron a ganar popularidad, las personas interesadas no se han limitado a ser solamente curiosos lectores. Las incontables cartas que han llegado a Baker Street desde entonces nos han hecho saber que criminales también se han visto atraídos a los métodos de Sherlock Holmes, generalmente en busca de venganza o de una manera de prevenir lo que por último resulta inevitable: terminar tras las rejas.

No podría vivir con la conciencia tranquila si, al haberlo abandonado una sola noche, las consecuencias fuesen unas terribles e irreversibles. Holmes puede valerse por sí mismo gracias a sus habilidades y aun así prefiero acompañarlo en cada una de sus salidas, dentro de lo posible, para mantenerlo a salvo a toda costa.

En los últimos meses, he descubierto que mi afecto por él es un sentimiento que había desconocido hasta que formamos una agradable y cálida amistad viviendo juntos.

COMO QUIEREN LOS HOMBRES [JOHNLOCK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora