Callejón

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PowerPuff Girls es propiedad de Craig McCracken. 

Sobrevolaba con parsimonia los techos del rincón más oscuro de Saltadilla, los decadentes suburbios a los cuales ni siquiera el alcalde les dedicaba un pensamiento. 

Aterrizó en un techo y se sentó en el borde, observando con suma tranquilidad las oscuras y andrajosas calles de aquel hogar auto-impuesto. Allí, donde la brisa despedía olor a basura y los borrachos y drogadictos abundaban en las esquinas, se sentía en paz. Rodeado únicamente de personas como él, o incluso peor. 

Brick Him no tenía códigos, ni apelaba a ningún tipo de juicio de valor. Vivía como le placía y no estaba en su día a día el preocuparse si sus acciones traían daños colaterales. Se sentía en casa allí en las sombras de la noche mientras delinquía de día. La realidad humana le resultaba vaga y aburrida, los oligarcas y adinerados de la ciudad lo asqueaban más que los parias , y el trío de heroínas que custodiaban la clasista urbe le sabían hipócritas u ofuscadas, sin poder delimitar cual de las dos deficiencias era peor. 

Sus hermanos, rigiendo el mismo patrón de comportamiento, poseían una visión del mundo más impulsiva y menos reflexiva. Solía pensar que en su brutal ignorancia ellos eran más felices. Y es que, sin intención de subestimarlos, ellos sabían que odiaban y eso les bastaba, sabían lo que les desagradaba y tal vez no eran tan dados a detenerse a pensar críticamente como Brick. 

Boomer y Butch tenían tendencia a seguirlo, y sin decirlo en voz alta, confiaban en su juicio.

Brick sabía lo que ellos tres no necesitaban para su vida, y lo que necesitaban no requería mayor importancia ya que lo conseguían ni bien lo deseaban. 

Sus actos vandálicos a menudo eran frenados por el trío intachable de la ciudad, pero fuera de eso sus vidas no poseían mayores dificultades. 

Brick era consciente de lo que no deseaba de la sociedad, de aquella hipocresía que abundaba por doquier, y de que si bien a él no le importaba nadie fuera de sus hermanos, tampoco fingía que sí. Era consciente del valor de la vida de un delincuente o cualquiera fuera del parámetro de ciudadano modelo en aquella ciudad. 

Era para él sumamente obvio que por más inteligente que presumiera ser su contraparte estaba cegada bajo un halo de perfección que denotaba su vida, y que tanto ella como sus hermanas no eran las heroínas y mucho menos las representantes de Saltadilla, sino del sector favorecido de esta. 

Él no era un ciudadano, ni deseaba serlo, pero todas aquellas imperfecciones de la sociedad que forzosamente habitaba lo habían llevado aquella noche a tener que obrar de una manera que amenazaba con creces todo lo que constituía su persona. 

Aquella noche, mientras observaba las calles oscuras de los suburbios, un auto perturbó su vista panorámica y desencajó el cutre y maloliente ambiente. Un alfa romeo no se veía siempre por ahí. 

El brillante auto negro estacionó justo frente a un callejón del cual el joven poseía una visión completa. 

Por curiosidad mantuvo su mirada fija en la escena, y así pudo notar como dos tipos demasiado bien vestidos se bajaron con un hombre y una niña pequeña, los cuales con su ropa sucia y de mala calidad armonizaban mejor con el lugar. 

Valiéndose de su increíble y sobredesarrollado oído, pudo escuchar claramente toda la conversación. 

―El plazo se acabó ―masculló uno de ellos tomando al hombre de un brazo y estrellándolo contra la sucia pared del callejón. 

El sujeto lo retuvo contra la pared y comenzó a golpearlo en el costado de su abdomen, haciéndolo soltar histéricos quejidos de dolor. 

―¡Papi, no! ―la pequeña niña comenzó a gritar y llorar pero fue retenida por el otro gorila bien vestido que se carcajeaba de la situación.

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⏰ Last updated: Nov 03, 2019 ⏰

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