D O S

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"La verdadera felicidad es disfrutar el presente, sin dependencia ansiosa sobre el futuro"
—Marco Aurelio.

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Nerea.

Las olas me arrastran cada vez más adentro del mar, es un sentimiento horrible, yo no puedo moverme, me he quedado paralizada, lo único que tiene movilidad es mi cabeza. Mi cuerpo sólo flota y pronto una ola me hundirá, no tengo salida.

La tormenta se torna todavía más fuerte cada segundo que pasa, gotas de lluvia caen en mi cara mezclándose con mis lágrimas. Voy a morir. Tengo frío, no puedo mover mis extremidades pero aún así siento lo heladas que están.

Cerré mis ojos y tomé una respiración profunda, no puedo entrar en crisis. Intento con todas mis fuerzas moverme, sin exito. Las lágrimas comenzaron a descender más rápido gracias a la impotencia.

Ni siquiera sé como terminé aquí, rodeada de agua que me sacude violentamente, no he visto la arena desde hace un buen rato.

Sentí como una ola gigante se acercaba, es real, esto es real. Moví la cabeza a un lado y abrí los ojos para visualizar a la encargada de mi muerte. El miedo se apoderó de mí. No. No, por favor, no quiero morir y mucho menos así.

La ola cumplió su trabajo y me arrastró para luego hundirme en un profundo azul oscuro, estaba varios metros abajo. Mis lágrimas se confundieron con el mar, mi cuerpo seguía rígido e iba más y más abajo con cada segundo que pasaba.

Contuve el aire, puedo aguantar unos minutos, pero no es mucho, pronto me voy a ahogar, probablemente nadie encontrará mi cuerpo. Quién diría que la cosa que más amo sería la que me llevaría a la muerte. El destino es impredecible.

Abrí los ojos para encontrarme con una silueta masculina a dos metros de mí, aunque estaba oscuro podía verlo, era él. Se acercó a mí, posó su mano sobre la mía y sentí una corriente eléctrica pasar a través de todo mi cuerpo, empezando por mi mano, que le devolvió a todas mis extremidades.

Me abrazó, envolví mis piernas alrededor de su cintura y ascendió a la superficie. Mis pulmones se aliviaron al llenarse con aire fresco de nuevo, sus ojos café me miraban con un intensidad que me desarmaba, penetrándome. El calor que emana su cuerpo es tranquilizador.

Me sonrió de manera dulce, mi corazon se aceleró al ver lo cerca que estaba su cara de la mía, podía sentir su respiración contra mis labios, me lamí el inferior en anticipación, en mi lengua quedó el sabor salado del agua.

Rozó sus labios con los míos y...

—¡No! —grité sentándome de golpe en la cama.

Estoy sudando, la ropa que traigo puesta se pega a mi cuerpo, al igual que mi cabello a mi frente. Tardé unos segundos en devolver mi respiración a su normalidad, ¿por qué no puedo dejar de pensar en el chico que me salvó ayer?

No tengo ni idea de cuál es su nombre, cuando le pregunté quién era, él sólo sonrió y se fue. Al llegar ayer a casa, me di una ducha larga con agua caliente, mis músculos estaban tensos. Papá trajo una taza con té de manzanilla y me dio un sermón sobre la seguridad, responsabilidad, desobediencia, y terminó con un castigo.

Un castigo de un mes sin surfear.

Si antes no podía con un día, quiero ver que pasará cuando tenga que aguantar un mes.

Froté mis ojos con frustración, un bufido salió de mis labios, estoy hasta la mierda. Me levanté de la cama de mala gana y fui al espejo, mi cabello rubio está desordenado, parece un nido, yo hasta creo que hay algo ahí. Mis ojos celestes se ven algo apagados y mi nariz está roja.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2019 ⏰

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Talasofilia: Entre las olas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora