capítulo 1 (Lane)

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La primera noche que pasé en el hogar de Latham yacía despierto en mi exigua y buhardilla habitación de la cabaña 6, preguntándome cuantas personas habrían muerto entre esas cuatro paredes. Y no me lo preguntaba porque sí, ni mucho menos. Hice cuentas. Calcule las probabilidades. Y deduje una cifra de ocho. Ahora bien, reconozco que las matemáticas siempre se me han dado pésimo.
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En cuarto de primaria nos sometían a exámenes cronometrados para comprobar nuestro dominio de las tablas de multiplicar. Cinco minutos, por página, cincuenta operaciones en cada una y, para poder continuar, no podías fallar ni una. La maestra llevaba la cuenta de nuestros progresos en un mural rosa fiusha que estaba a la vista de todo el mundo; una carita sonriente junto a tu nombre por cada tabla que completabas. Yo veía aumentar el número de adhesivos de los demás alumnos mientras el mío permanecía atascado en la del siete. Practicaba cada noche con tarjetas de estudio, pero no me servía de nada por que mi problema no era tanto las tablas de multiplicar como el estrés que me provocaba saber dos cosas:

1. Que tenía muy poco tiempo

2. Que no podía cometer ni un solo error.
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Cuando el sueño me venció por fin, soñé con casas que caían al mar y se hundían. El agua se las tragaba,pero luego volvían a emerger de las negra profundidades, podridas e impregnadas de algas, para cabalgar las olas de vuelta a la orilla, en busca de sus dueños.

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Soy hijo único,así que la idea de compartir el baño me horrorizaba. Tanto es así que programe la alarma del despertador a las seis en punto y luego, de madrugada, recorrí el pasillo con mi toalla y mis utensilios mientras todos los demás seguían durmiendo.
Que raro es eso de bañarse calzado, estar completamente desnudo salvo por unas sandalias. Lavarme el pelo en sandalias, y encima hacerlo en una regadera del tamaño de una caja de zapatos, distaba tanto de mi rutina de los lunes por la mañana que dudaba de que alguna vez llegara a acostumbrarme.

En casa, siempre me quedaba en la cama hasta el último minuto. Echaba mano de la primera playera limpia que encontraba y comía una barrita de cereales de camino a la escuela. Escuchaba las canciones que sonaban en la radio, las que fueran, no por que me gustaran sino por que las consideraba mis cartas del tarot particular. Si los temas eran buenos, tendría un buen día. Si eran horribles, tendría que quedarme por satisfecho  con sacar un regular en una prueba.

Aquella mañana, en cambio, mientras me abrochaba la camisa ante la ventana de mi dormitorio, me sentía una persona totalmente distinta. Como si alguien hubiera pasado una goma por mi vida y en lugar de borrar el desastre, hubiera eliminado las partes que quería conservar.

Ahora, en vez de una novia, un perro y un coche, tenía un colchón verde pálido forrado de plástico, vista a un bosque y dolor de pecho.

Había llegado a última hora de la noche anterior. Me habían traído mis padres, él agarrando con fuerza el volante y ella mirando al frente, los tres escuchando la radio durante las seis horas que duró el viaje, con las ventanillas bajadas y sin decir ni pío.

La cena se había servido hace rato y apenas tuve tiempo de abrir la maleta antes de que apagaran las luces.

Latham no parecía real. Todavía no. Había tomado contacto con el sitio, había ido de acá para allá de puntitas, a revoluciones distintas de las del resto de los alumnos, pero aún no me había convertido en uno de ellos.

Septiembre estaba llegando a su fin, yo tenia diecisiete años, y el último año de la preparatoria proseguía a seiscientos cincuenta kilómetros de allí, sin mí. Procuré no pensar en eso mientras esperaba a mi guía a la puerta de la residencia, azotado por el helor matutino de las montañas. Procuré no pensar en nada importante porque, si lo hacía, la magnitud de lo que estaba viviendo me aplastaría, estaba seguro. Así que me dediqué a pensar en sandalias, en problemas de mate y en mi celular, que había conservado durante la escasas horas que duró el viaje pero que me fue confiscada a mi llegada.

Según el dosier informativo, "el alumno encargado de recibirte, Grant Harden, acudirá a la puerta de tu residencia a las 7:55 para desayunar contigo y acompañarte a tu primera clase"

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