Parte Única

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¿Mi nombre? Louis William Tomlinson. He venido aquí como espía del reino vecino a estudiar los movimientos del reino rival y buscar la forma de infiltrarme en la armada para conocer sus tácticas, movimientos y ataques. Pero... esta es mi confesión...

Empecé desde abajo, obviamente no me darían ningún cargo relevante. Juntaba basura y mierda de la granja. Y no lo vi hasta días después de haber iniciado, desde lejos se le veía la clase social a la que pertenecía, con unos típicos rizos bien cuidados y un traje que probablemente valía más que mi antigua casa... Perdón, mi error, cualquier cosa de aquél castillo valía más que mi antigua casa. Sonrío sarcástico, probablemente hasta un jarrón de allí valdría más que mi propia vida, como la mierda que soy, debería al menos estar sirviendo de abono en algún lugar de la maldita tierra, ya me harté de hablar de las malditas cosas materiales.

"Ascendí" de puesto en cuanto entró alguien nuevo, entonces me encargaba de la limpieza de los animales. Bueno, mucho mejor que estar limpiando estiércol y alimentando cosas a las que seguramente no les agradaba. Había otros idiotas infiltrados, pero nunca ayudaron. Y para ese entonces, rizos aún no me conocía, ya habrían pasado... ¿tres meses? O dos, no, no, dos y unas semanas:

Fue en el establo, fue cuando estuvo visitando a su caballo Galán que lo vi por primera vez tan de cerca, yo estaba peinando los caballos. Solo me miró a los ojos por tan solo un instante, medio segundo. Lo llamaron, y no dudó en voltear la vista hacia la persona que lo nombró. Aproveché para retirarme, entre menos contacto con los más altos, mejor, ¿no? En ese entonces no le había tomado tanta importancia a ese encuentro con la figura imponente de Harry, ese maldito mide ochenta metros, maldito... perro, estúpido, niño rico, pijudo, perro. No le gustaba que se me escaparan malas palabras, pero aún no llegamos a esa parte... aunque adelantar no estaría mal; Caminaba junto a él por los pasillos... Les engañé. Sigamos con la triste historia de mi vida.

Una escoria como yo no debía estar cerca de alguien como el gran heredero Styles, dotado de simpatía y conocimientos, pero aun así, sucede el segundo encuentro: Pasé a acomodar cosas pesadas como armaduras y cosas de prácticas. Se acercó a mí y me entregó su espada de entrenamiento, no quise mirarlo mucho, solo sabía que estaba sudado y sin nada arriba. Es entonces cuando escucho por primera vez a Daniel, ese maldito hijo de perra. <<Rétalo, a ver qué tanto dura>>, mi expresión pasó a ser una de espanto, miré a Daniel, tenía la sonrisa altanera que lo caracterizaba, esa que tanto deseaba bajarle a puñetazos. A Harry le importó tres carajos lo que le dijo, solo siguió haciendo lo suyo. Me alivié solo por unos momentos por eso, hasta que siento que me agarran de atrás. Sabía que tenía que aprender algo de lucha cuerpo a cuerpo y con espada si quería ser algo de aquél castillo, pero aún no estaba preparado, por dentro soy un maldito holgazán que no le gustaba mover el culo.

Fue un mano a mano, terminé golpeado por demás, solo recuerdo la rabia que me producía el retumbe de su risa cada vez que caía yo al suelo. ¿Qué dónde estaba Styles? Mirando. Luego no supe más, solo que, cuando terminó Daniel cansándose, me dejó libre, el rizado ya no estaba. Después ya no hubo más acercamientos, solo era yo el que sentía cierto rencor por aquel momento. Incluso, cuando yo ya me conocí con Harry, le reclamé un par de veces cuando nos juntábamos, siempre le terminaba dando patadas al futuro heredero, qué gracioso. Pero en ese momento no podía hacer más que maldecir internamente al poder, en donde quienes estaban, creían que podían hacer todo lo que se les dé la gana. Bueno, algunos lo creen.

En otra ocasión, nuevamente el hijo del general jugó conmigo, esa vez terminé en el piso, más sangrado que la vez anterior, y pude haber terminado peor, pero adivinen. Harry se molestó. Esa cosa sí tenía sentimientos después de todo. <<Vamos, solo es un plebeyo de tantos>>, habló Daniel, el hijo del general. <<Cierra la boca>>, ordenó Harry, con la máxima descortesía que su educada lengua, de momento, le permitía. Mientras estuvo levantándome, no quise dejarme ayudar, por ese entonces aún me quedaba dignidad.

El herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora