capítulo 0. prólogo.

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Beverly Marsh nunca desapareció.

¿Quién diría que un suceso tan trágico sería el que cambiaría positivamente la vida de Bill Denbrough?, la desaparición de Beverly los forzó a buscar, y la búsqueda a ganar. Pero eso, en la línea de tiempo actual, no sucedió.

La noche calló, y no, no cayó, sino que calló las lágrimas del Denbrough, silenció el profundo dolor que rasgaba las entrañas del líder. Estaba solo, completamente solo; Richie lo odiaba, y los Perdedores habían erradicado íntegramente cada ápice de confianza que otorgaron al primogénito, tal vez Beverly aún confiaba en él, quizá aquella fémina de preciosas hebras confiaba fervientemente en la cabecilla del grupo incluso luego de la ingrata discusión..., William deseó, deseó buscar a la única niña del grupo y rogar por la compañía de ésta, pues él concluyó que buscar a Eso por su cuenta era la única alternativa que le quedaba; pero el joven egoísta no era, bien sabía cuán grave sería el riesgo de enfrentarse a Eso únicamente con Beverly, y nunca se perdonaría el provocar la muerte de la misma.

Bill resguardó los objetos que consideraba esenciales para su victoria, como rocas, una linterna, un cuchillo de cocina, una onda, y también un trozo de tubería que se encontró en lo más recóndito del sótano..., llevaba de igual forma, por si acaso, uno de los juguetes de Georgie, siendo más específico, un tonto peluche con forma de tortuga. El gran Bill abandonó sus aposentos cuando la tarde cayó, un día viernes del año 1989, en verano. Se dirigió primeramente hacia la casa en Neibolt Street, lugar que le facilitaría la llegada a su destino: las cloacas. El niño bajó hacia éstas utilizando una cuerda, una que tan desgastada que por suerte no ocasionó su caída hacia el frío pavimento, y se adentró en el sitio que resguardaría el último de sus alientos.

—¿Ge-Georgie? —musitó el primer nombre que invadió su reminiscencia, aquel cuya vida fue arrebatada por un cósmico ente que superaba la propia comprensión del Denbrough. William sabía perfectamente que no obtendría respuesta alguna, que la suave voz de su hermano menor nunca sería detectada de nuevo por su tímpano.

¡Oh, pero la suerte de Bill es grata!, demasiado grata. El menor que hacía segundos causó resignación al mayor había devuelto cada una de sus esperanzas, porque obtuvo una respuesta, aquella que daría un drástico cambio al transcurso de su existencia.

—¿Por qué tardaste tanto? —expresó el menor, su frágil voz rompió vilmente la sanidad de William—, estaba muy asustado, Billy.

—He estado buscándote... todo este tiempo.

—Él dijo que podía devolverme el barquito... era muy rápido, no podía seguirle el paso.

—Ella, Georgie. —replicó el mayor, sintiendo como las duras lágrimas caían por su pómulo. Recordaba perfectamente la última conversación que ambos tuvieron.

—Quiero ir a casa, Billy... extraño a mamá, a papá, te extraño a ti.

—Nada me haría más feliz que tenerte en casa de nuevo, Georgie..., verte con esos estúpidos juguetes —recordó la tortuga que resguardó como un tesoro dentro de su mochila, sacándola y extendiéndola al menor —, traje esto, supuse que lo necesitarías. Te extrañé demasiado, Georgie.

Y se acercó, y lo abrazó, porque Bill carecía del soporte emocional que proporcionaban sus amigos y la cruel faceta de Eso logró engañarlo. Pero en el momento que Bill Denbrough observó el tétrico cadáver de George tras aquella figura que fingía ser su hermano, ya era demasiado tarde. Sintió sus entrañas vaciarse y sus ojos tomar un color completamente blanco; las filosas garras del payaso habían penetrado su pálida piel.

Bill Denbrough murió, pero su cuerpo no lo hizo. Porque pocas horas después, el inerte cuerpo del mayor abrió nuevamente sus ojos.



// 𝘴𝘪𝘯𝘨𝘶𝘭𝘢𝘳𝘪𝘵𝘺 * bichie.Where stories live. Discover now