2. La suerte de la moneda.

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Jungkook estaba frente al ventanal de la cafetería donde se podía divisar perfectamente a Jimin leyendo Anna Karenina mientras deslizaba suavemente la taza de café por sus labios. El castaño decidió quedarse unos minutos afuera solo disfrutar de la imagen y tratar de ordenar todo lo que iba a decir para que no resultará un desastre total como el día de ayer. Obviamente era culpa de Jimin por ser un maldito idiota sexy. Jungkook había meditado toda la noche en su comportamiento, su conclusión fue que no había desayunado y que por eso había reaccionado así ante la actitud de Jimin.

De todas formas llego temprano al café ese día ya que la curiosidad por el ojinegro lo estaba matando por dentro.

– ¿Jeon Jeongguk?

El castaño se dio vuelta encontrándose con su mejor amigo.

– ¿Taehyung?

Para ser concretos en la vida de Jungkook podrían pasar muchas personas, pero ninguna de ellas se quedaba lo suficiente como para ser presentado en esta historia, solamente Kim Taehyung que era su amigo desde los 11 años y el único de verdad que tenía, ya que gracias a su actitud de caza nova egocéntrico todas las personas terminaban alejándose de él. A Jungkook no le interesaba mucho la situación, con Tae le bastaba y sobraba, porque por muy egocéntrico que fuese tenía realmente claro que amigos como el habían uno en un millón.

– Nunca pensé que te vería tan temprano despierto –le dijo su amigo– ¿estás enfermo?

– Claro que no, idiota –le respondió Jungkook– quería pasar a tomar un café.

– Pues no te veo haciéndolo.

En sí, Jungkook no podía ocultarle nada a Taehyung así que rendido tomo a su amigo del brazo y haciendo un gesto para que hiciera silencio lo acerco al ventanal y luego señalo a Jimin. Taehyung lo quedo observando hasta que entendió lo que su amigo trataba de decirle.

– Así que un chico –Jungkook asintió– pues... está bien.

– ¿Está bien?, ¡serás loco, Tae! –lo regaño el castaño– está mucho más que bien, es malditamente perfecto que duele verlo, pero también es un hijo de puta.

– Tranquilo, Kook. Lo siento, pero no soy gay, para mí el tío es igual a todos los demás. ¿Y qué es eso de que es un hijo de puta?

– No sabes lo insoportable que es, es un frío tosco, ¡parece ermitaño!, ayer fui a hablarle y el idiota me mando a volar.

– Espera... espera... –Taehyung abrió los ojos como plato y luego comenzó a reírse– ¿te rechazo, Jungkook? ¿Rechazó al gran Jeon Jeongguk?

– Muy gracioso, rubia teñida –Jungkook miro fijamente hacia donde se encontraba Jimin– pero caerá como todos los demás.

– Como digas, Caza Nova. Me iré a la universidad, ¿vienes o te quedas con el hijo de puta?

– Me quedo con el hijo de puta –respondió Jungkook sin pensarlo.

– Esta bien, cuidado con encapricharte o peor enamorarte –movió las manos dramáticamente y el castaño bufó– Te veo luego –diciendo esto Taehyung siguió su camino hacia la universidad.

"Sí que hablas gilipolleces, Tae" pensó Jungkook. ¿Cómo podría el enamorarse? Era simplemente estúpido siquiera pensarlo, porque él no creía en semejante estupidez. Para el castaño el ser humano tenía una naturaleza de atracción física hacia los demás de su especie, una necesidad biológica, solamente eso, el amor fue echo para poder lucrar solamente, como el día de San Valentín y los aniversarios, entonces, ¿de que servía? Absolutamente nada.

Jungkook tomo una bocanada de aire y luego entro al café con semblante triunfal. Se acercó a la barra y pidió un capuccino para luego ir a sentarse frente a Jimin como si nada.

– Buenos días –saludó el castaño a Jimin quien levanto la mirada un segundo y luego la bajo.

– Eres bastante terco por lo que veo –le contesta secamente, Jungkook bufó.

– Pensé que tu cliché de ayer ya había terminado.

– El tuyo sigue ahí, así que estamos igualmente decepcionados.

El silencio se instauro entre ellos. Un mesero le trajo el capuccino a Jungkook quien casi no lo noto porque estaba absorto observando a Jimin. Sinceramente no le molestaba el silencio que había aparecido, para él era un respiro para observar al ojinegro en todo su esplendor. Noto los carnosos labios de Jimin, que se acentuaban apenas hacia una mueca o mordía su labio (cosa que hacía casi cada dos segundos).

– ¿Podrías dejar de mirarme? –le pidió Jimin enfadado– me desconcentras.

– ¿Tengo ese efecto en ti, cariño? –bromeó Jungkook lo que hizo que el ojinegro revoloteara los ojos.

– Ya quisieras.

– La verdad es que sí, Jimin.

– ¿Qué esperas conseguir de esto? –le interrogo Jimin y Jungkook sonrió.

– Un café –respondió como si nada.

– Pues ya me he bebido el mío –el castaño río ante sus palabras.

– Lo sé, cariño, pero mañana quiero que me dejes invitarte un café aquí mismo, para conocerte.

– ¿Y por qué crees que yo quiero conocerte? –inquirió Jimin sin dejar de lado el tono seco que lo caracterizaba.

– Mi teoría es que no pierdes nada, Jimin –dijo Jungkook– solo quiero saber quién eres, después de eso quizá ni siquiera nos volvamos a ver, ¿pero quieres quedarte con la duda de que quizá conociste a la persona más genial del mundo?

– ¿Siempre eres así de egocéntrico?

Jungkook río. –Te sorprenderías.

– No sé si me gustaría conocer a alguien que solo se preocupa por sí mismo.

– Mira, Jimin te propongo algo –el ojinegro lo miro atento– echémoslo a la suerte de la moneda. Si sale cara aceptarás mi café y si sale sello me iré y nunca más sabrás de mí, ¿te parece?

Jimin dudo un poco en lo que se estaba metiendo pero ¿qué diablos?, asintió hacia el castaño quien del bolsillo saco una moneda y la arrojo en el aire atrapándola a los dos segundos en la palma de su mano. Jimin quedo expectante hasta que Jungkook retiro la otra mano destapando el resultado de la moneda de dejándola sobre la mesa.

Cara.

– Estaré esperándote a las 9:30 am, nos vemos, Jimin –Jungkook se alejó de el a paso rápido mientras pagaba el capuccino y salía del local con la mano diciendo adiós.

Jimin quedo mirando la moneda. Después de estar seguro de que Jungkook se había ido la tomo observándola con detenimiento, al final había cedido ante el capricho del egocéntrico castaño. Luego de un rato dio vuelta la moneda notando algo extraño, el lado derecho de la moneda tenía estampada la cara de un presidente y el lado izquierdo también.

Así que lo había engañado el muy maldito.

– Jodido tramposo –susurró y luego soltó una risita.


Café para dos ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora