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–¿Y a ti qué te pasa? –preguntó Gonzalo. Faltaban unos minutos para abrir y él y Luisita estaban tras la barra. Al oír la pregunta que éste le hizo a Luisita, Marina, que estaba preparando la música en su habitáculo al lado de la barra, miró hacia ellos. Luisita, que estaba absorta mirando hacia la pista de baile, no contestó.

–Luisita... ¿Luisi? –insistió Marina. Gonzalo y ella cruzaron las miradas preguntándose qué pasaba. En ese momento, María pasó por delante y dio un manotazo en la barra.

–Luisi, céntrate y no me babees la barra, por favor –al oír a su amiga y jefa, Gonzalo miró en dirección a dónde miraba la rubia y puso cara de realización al ver que era la nueva gogó a quien miraba.

–Ahora lo entiendo todo –éste miró a María e intercambiaron una mirada cómplice, la Gómez guiñó un ojo al camarero. Marina seguía sin entender nada.

–¿Qué es lo que entiendes? –preguntó la DJ.

–Eso, ¿qué es lo que entiendes, Gonzalito? –preguntó Luisi como amenaza para que no dijera nada.

Antes de que nadie pudiera decir palabra, María carraspeó antes de ordenar que se prepararan porque iba a abrir.

***

Cuando ya no quedaba nadie en el King's, Amelia se acercó a la barra, cerca del habitáculo de Marina, para pedir que le dieran un poco de agua, ya que, aunque normalmente tenía una botella en su taquilla, esta vez se la había olvidado. Al llegar, Gonzalo estaba de espaldas charlando con Marina.

–¿Y tú cómo sabes que Luisita estaba distraída por eso? –preguntó Marina realmente intrigada.

–Pues porque María me lo ha confirmado –respondió Gonzalo sonriendo.

–Si no te ha dicho nada, sólo os mirasteis.

–No necesité más que su mirada para confirmar que Luisita estaba babeando por la nueva gogó.

Fue entonces cuando Amelia decidió carraspear para llamar su atención.

–¿Esa nueva gogó se llama Amelia, por casualidad? –la pregunta provocó que Gonzalo se diera la vuelta ipso facto y, fue entonces, cuando camarero y DJ vieron a Amelia.

–No nos creerías si te dijéramos que no, ¿verdad? –intentó Gonzalo. Amelia negó con la cabeza.

–¿Y cuánto has oído exactamente? –preguntó Marina.

–Si no he entendido mal, la encargada babea por mí, ¿correcto? –afirmó.

–Pero no te preocupes, que no creo que intente nada. Luisita es muy profesional –se apresuró a justificar Marina para que la gogó no se sintiera amenazada de ninguna manera–. Tu trabajo no está en peligro.

–A no ser que tengas algún tipo de problema con el colectivo LGTBI... En ese caso, y perdona que sea tan directo, por mí te puedes ir por dónde has venido. Ya que aquí somos varios los que formamos parte de él –explicó Gonzalo con orgullo.

–Ya me había dado cuenta, creo que mi gaydar funciona correctamente –dijo Amelia guiñando el ojo a la vez que sonreía.

–Espero que no digas eso como hetero-aliada que cree falsamente tener gaydar –advirtió Gonzalo.

–No te preocupes, lo digo como mujer lesbiana –explicó Amelia con naturalidad.

–Uy, como Luisita se entere se nos va a hacer ilusiones y después si que la tendremos babeando todo el tiempo –rio Marina.

¿Bailas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora