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Mañanas frías eran las que me acompañaban últimamente.

Finas lloviznas de poca importancia retocaban el rocío mañanero, vientos gélidos se colaban por las rendijas de madera de la persiana en mi cuarto.
El cielo estaba nublado y cada tanto, un pequeño rayito de sol iluminaba por no más de cinco segundos.

Me levantaba, hacía mi rutina de higiene personal diaria y verificaba que la temperatura de la casa fuese la adecuada.

Era sábado. Un gris y glaciar sábado como todos los días en que no veía a mis amigos del trabajo.

Me dirigí a la cocina con pasos arrastrados y cansados. Aún estaba usando mi pijama, que olía a una mezcla de pasta dental, perfume de hombre y jabón líquido para la ropa.
Me puse a hacer un café con la máquina para dicho destino, cuando le vi entrar a la cocina, también con su pijama.

Sus suaves pisadas ahogadas por las pantuflas, el cabello castaño despeinado de un lado y enrulado del otro por la humedad. Su cara no parecía cansada, él tampoco. Simplemente recargó sus baterías, pensé.

— Buenos días, Youngie — dijo seco, mientras se acercaba suavemente a mí. Me rodeó con sus brazos y yo su cintura, ya que era mas alto que yo.

Sentí su congelada piel cocarme por sobre la ropa y un fino zumbido viniendo de su pecho.

Luego me besó.

Un beso torturante, tosco, pero necesitado de mi parte.

Era la misma rutina todos los días.
Abrazo, beso y a trabajar, en mi caso.
Él se quedaba en casa limpiando, cocinando o simplemente postrado en su cama especial, esperando a mi arribo para seguir con la misma serie.

Me separé del contacto y San puso sus brazos a los costados.
Se quedó tieso, frío y esperando la siguiente orden o a que llegase el momento de ejecutar la siguiente que ya tenía agendada.

— ¿qué harás ahora, Youngie? — preguntó él, aún tieso.

Suspiré pesado.
No tenía ninguna actividad del trabajo o la facultad, simplemente saldría al atrio y contemplar la lluvia, que había empezado a endurecerse, acompañada de algunos truenos.

— Nada, simplemente saldré

El me miró con sus ojos brillantes.
Su brillo había claramente cambiado desde que lo ví por última vez.

Tonto... ¿Cómo va a ser la misma persona?

— Te acompaño, si gustas — me estiró la mano con el afán de que yo la tomase, pero la única respuesta fue un ruido grave por parte de mi garganta.

Terminé de prepararme el café y lo tomé entre mis dos manos, para lograr proporcionarles algo de calor.

— No, muchas gracias. Prefiero ir solo, San.

Comencé a irme hacia la puerta principal, con la alfombra del living haciendome cosquillas entre los dedos de los pies y ya sintiendo el olor a tierra mojada.

Tarareaba una canción, es la canción con la que conocí a San, hace algunos años ya.

— I was made for lovin' you baby, You were made for lovin' me~

Me senté en el gran columpio que había en el porsh de la casa.
El ambiente era frío, casi desolado, con el patio en frente y la gran reja lujosa que se abría automáticamente para dejar pasar los autos.

H.A.L.A | WOOSAN (우산) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora