Doce días

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1. Sueños

Exaltado logró abrir los ojos, tenía algunas gotas de sudor en la frente aunque la temperatura en su habitación no era mayor a los veintitres grados. Todavía un poco agitado, trataba de controlar su respiración para no despertar a Katherine, aunque era muy difícil, tenía un sueño muy liviano. Creyendo que lo lograría, puso primero el pie derecho en el piso como acostumbraba, y al poner el izquierdo fue cuando despertó.

-¿Pudiste dormir bien? hace ya dos días que no hablás entre sueños ni que te dan esos ataques de pánico- soltó en medio de un bostezo.

-Si, si, estoy mucho mejor- respondió tratando de ocultar su nerviosismo lo más que pudo.

Se puso de pie para tratar de comenzar el día, estaba un poco contracturado pero no le dió demasiada importancia. Cuando estaba abriendo la puerta para salir de la habitación su mujer un poco sorprendida se dio media vuelta -¿realmente te vas a levantar ahora?-.

La pregunta lo había desconcertado un poco, no tenía idea de la hora que podía llegar a ser -si, estoy desvelado supongo- había respondido automáticamente.

-¿Pero porque no venís un rato más a la cama? son las cinco y veinte-.

La verdad es que no había tenido tiempo de procesar nada en los escasos minutos que habían transcurrido desde que se había despertado, lo único que le dava vueltas en la cabeza era la idea de poder escaparse de aquél sueño.

-Tengo algunas ideas que va a ser mejor que las escriba ahora en algun borrador, ya sabés como es esto- su trabajo a veces le servía de excusa para evadir ciertas situaciones, como cuando se encontraba hablando solo, que ultimamente era cada vez más frecuente en él.

Se quedó en la cocina unos minutos sin saber demasiado qué hacer, tenía el estomago revuelto pero conforme pasaba el tiempo se comenzaba a sentir mejor, de todas formas no tenía ganas de comer nada. Se sirvió un vaso de agua y mientras le daba pequeños sorbos había decidido que iría a correr, ultimamente estaba realizando mucho ejercicio, pero nunca a esas horas. Entró a la habitación con un sigilio felino para no volver a despertar a Kathy, que ya estaba profundamente dormida, así que tomó rápidamente un short, una camiseta y sus zapatillas, que se encontraban en la pequeña porcion del armario que le corresponía a él.

Estaba nublado y corría una suave brisa, el aroma que emanaban esos árboles le facinaba. Estaba un poco dolorido por que la tarde anterior había corrido varios kilómetros y la irregular superficie de de aquél pueblo, constituida por interminables montañas lo hacían sentir como si hubiera estado realizando un duro trabajo en el gimnasio. No se terminaba de acostumbrar, distaba demasiado de la llana superficie de su Rosario natal. Comenzó con una caminata y poco a poco

se fue aflojando. Al cabo de unos cinco minutos su ritmo se había normalizado y comenzaba a disfrutar del paseo, porque en definitiva era eso, un paseo para aclarar sus ideas. Le servía de catarsis cuando tenía la cabeza colapsada o para vaciarla de pensamientos luego de horas y horas de estar sentado en frente de su computadora escribiendo alguno de sus libros. Por el contrario muchas otras veces, se le venían ideas tan asombrosas que tenía que volver a un ritmo vertiginoso, en ocaciones llevando al límite su capacidad aeróbica, para no perder detalle al traspasarlas.

Hacía exactamente doce días que había comenzado con su quinto libro, y se encontraba muy cerca de finalizarlo. Estaba convencido que era el mejor hasta el momento y superaría sin dudas al anterior, galardonado y traducido a mas de cinco idiomas. Era imposible que un proceso que para él, en el mejor de los casos era de unos seis meses estuviera resumido a solamente doce días. Era simplemente imposible.

Doce díasWhere stories live. Discover now