Entre lo real y lo adsurdo

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Pobre del señor Julio. Todos se burlaban de él. Su rostro quedó completamente desfigurado tras aquel terrible accidente del 28 de noviembre de 2009. Aunque los doctores trataron de reconstruirlo, todo fue en vano. Las heridas eran muy profundas, sus dientes podían verse tras agujeros en sus mejillas, mientras los ojos parecían salirse irremediablemente de su órbita. Sin duda alguna, no habia marcha atrás. Sus facciones eran tan espantosas que cualquiera pensaría que estaba maldito.
Los jovenes de la calle se mofaban con interminables apodos. A otros les causaba pánico el tan solo verlo. -¡Parece un espanto!- Vociferaban los vecinos, sin importarles que el señor Julio estuviese cerca.
¡Pobre! Pobre del señor Julio. No solo tenía que cargar con ese horrible rostro, también llevaba en su conciencia la muerte de su esposa Rosita.   El desgraciado hombre vivía deprimido. No conforme con el peso de tan desafortunada carga, tenía que, además, soportar las burlas y los desprecios de los de su entorno.
Estaba seguro de que jamás volvería a ser amado. Estaba completamente convencido de que sería rechazado por siempre. -Ya no puedo más- se repetía a sí mismo constantemente mientras lloraba. Un terrible día, mientras ya no le quedaban pensamientos, y su alma disminuida a nada se retorcía de miseria, decidió ponerle fin a lo que, si quiera, podría llamarse vida.
Llegado el momento, no estaba muy seguro de hacerlo; aún así, no sacó el arma de su boca. En estado inerte, se pasó las horas como borrado de toda dimensión hasta que sus ojos se descargaron como cuencas rotas de repente.  Entre lágrimas, una voz interna le pedía a gritos que lo hiciera, mientras, su corazón le imploraba misericordia.
El dolor y el sueño lo vencieron. Nunca atendió las peticiones de su mente ni de su corazón. Una detonación se ahogó entre las sombras silenciosas de aquella noche. Nunca más se volvió a ver al señor Julio en el vecindario. Pero entre la delgada línea que marca el umbral de lo físico y lo espiritual, de lo real y lo absurdo, los vecinos sentían en sus pieles una mirada apagada pero capaz de espeluznar. Una casa abandonada por años, mostraba tras sus ventanas aquella tez espeluznante de la que no pudieron burlarse nunca más.

DesfiguradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora