24.

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Antes de que comiencen a leer, quiero que sepan que lxs amo, y que siempre, al final de la tormenta, viene el arcoíris con el girasol en mano.

Joaco y yo estuvimos charlando un rato acerca del rumbo que nuestra relación iba tomando. Y sinceramente me aterraba.

No el hecho de estar juntos, el hecho de que la homofobia de mi padre no alcanzara más límites.

Cuando llegue al cuarto con Diego y Emmanuel ninguno me quitaba la mirada de encima, querían y necesitaban que les contara lo sucedido anoche. Y los dos estaban emocionados por el hecho de que, Joaquin y yo al fin habíamos sido uno, pero, realmente no les conté todo, me guarde los detalles para mí, porque era algo íntimo para los dos.

Nos encontrábamos en el bufete del hotel, donde ya estábamos desayunando.

Joaco me acababa de avisar que venía bajando, y en unos momentos se encontraría con nosotros.

Diego y Emmanuel en sus celulares, y puedo apostar que Emmanuel se veía nervioso, pero no logró deducir por qué.

Me dediqué a observar el lugar, estaba nervioso, sabía que fecha era, y también sabía de lo que Maria era capaz de hacer con tal de tenerme atado a ella.

Minutos después de ponerle atención a cada una de las acciones involuntarias de los presentes en el lugar fue que sentí unas manos posarse en mis hombros, y sentí como mi cuerpo se relajó un poco.

Con una de sus manos, Joaco hizo un recorrido desde mi hombro hasta mi pecho, y yo me recargue en su abdomen.

No estuvimos mucho tiempo así, porque no necesitamos un escándalo ahora.

–¡Joaco! ¡Que sorpresa! –el semblante de Emmanuel cambió completamente, se veía mucho más nervioso de lo normal. Y mi subconsciente sabía y deducía que algo estaba a punto de pasar.

Joaco saludó y tomó asiento a mi lado.

Una de sus manos se posó en mi pierna, y bajé una de las mías para entrelazarlas por debajo de la mesa.

Le ofrecí comida, la cual no me negó, e hizo que le diera en la boca. Yo sonreí al verlo, y quería besarlo, pero, aún no éramos libres.

La canción Un año, de Sebastian Yatra comenzó a escucharse por las bocinas del establecimiento, también escuche como una vela de cumpleaños fue encendida, pero no hice nada por buscar la celebración, tenía a mi lado a la persona correcta para mí, no necesito nada más.

Emmanuel levantó la mirada, seguía nervioso, su celular en su mano, creo que estaba grabando.

Diego tratando de abrir los ojos, estaba sorprendido, mientras que Joaquin y yo no entendíamos que estaba pasando.

¿Qué putas? –pregunté tratando de ser serio. Diego se encogió de hombros, mientras que cada vez sentía el olor de la vela más cerca de mí.

¿Emilio Marcos? –maldije para mis adentros, no podía creerlo, realmente no podía.

Me giré en mi asiento tratando de ser amable con la chica, a final de cuentas, ella sólo hacía su trabajo.

–¿Sí? –pregunté incrédulo, sin prestarle atención al ramo de flores en su mano izquierda, ni al pedazo de pastel en su mano derecha.

Le envían esto desde Canada, y la señorita Maria quiere que sepa que lo ama –traté de dar mi mejor sonrisa.

Acepté los regalos, no iba a ser descortés, pero la gota que derramó el vaso, fue sentir como Joaquin quitaba su mano de mi pierna.

Segundos después la mesera se fue del lugar. Emmanuel ya no estaba grabando, Diego seguía confundido, y los ojos de Joaquin estaban inyectados en sangre, a punto de derramar lágrimas.

–Joaco –lo llamé, pero este me ignoró. En cambio guardo su celular, y se levantó casi corriendo de la mesa.

–Eres un pendejo –Diego dejó su comida a la mitad, y se levantó en busca de Joaquin.

–Pudiste haberme dicho algo acerca de lo que estaban planeando! –le reproché a Emmanuel y también salí en busca de Joaquin.

Por suerte, los encontré en el pasillo, Joaco, mi bonito era un mar de lágrimas, y lo peor es que, yo era el causante.

–¿Podemos hablar? –pregunté con un hilo de voz, mientras me acercaba.

Diego me lanzó una mirada de desaprobación, Joaquin se separó de él y me miró serio.

–¿Qué hay que hablar? –dijo acercándose a mi.– Te creí Emilio, realmente te creí –sollozaba.

Miré por arriba de su hombro, y Diego se alejaba dándonos nuestro espacio.

–Joaco déjame explicarte, por favor –supliqué.

Sentía como el nudo subía por mi garganta, sentía que me estaba ahogando.

–¿Acaso no lo entiendes? –trataba de no gritar, pero sabía que le dolía– ¡No hay nada que explicar! –agregó.

–Joaquin, terminaré con ella –las lágrimas comenzaron a brotar de mi– sólo dame tiempo –soltó una risa fingida.

–¿Tiempo?, te di mi cuerpo, te di mis sentimientos, te di mi corazón, ¿y así es como me respondes? –me odiaba, me odiaba porque sabía lo ciertas que son sus palabras.

–Joaco te quiero a ti, no a ella –traté de acercarme, pero se aparto.

–No me toques –su mirada cambió había furia, había rabia, y no podía hacer nada cambiarlo.

–No me busques más Emilio, no me procures, no preguntes por mi, tengo que aprender a no fiarme de personas como tu –asintió.

–Joaquin, te amo –dije entre lágrimas.

–¿Ahora si te sientes capaz de decir te amo, justo cuando me pierdes? –río cínicamente.– No Emilio.

Dió media vuelta y se fue.

Llegó hasta donde Diego se encontraba, mi mejor amigo lo abrazó, y pude sentir como Joaquin se desplomaba en él, así como lo había hecho anteriormente conmigo, sólo que esta vez, sabía que realmente lo había perdido.

Holaa.

No sé ni que sentir, realmente no lo sé, esto cada vez esta mas cerca de terminar, y no estoy lista.

No espero que les haya gustado el capítulo, porque hasta yo sufrí al escribirlo.

Les tengo una pregunta, ¿quieren que el fanfic termine entre semana o viernes o sabado?

No les prometo que esta semana será el final, pero trataré de no alargarlo mucho.

En fin, lxs amo, gracias por las 14k lecturas, y nos vemos en twitter como @toxicemiliaco con sus mentadas de madre por el cap.♥️

Si te digo que te quiero »Emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora