Capítulo único

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Había pasado casi un mes desde que había abandonado las tierras de Daigo dejando a su pequeña atrás. Nunca imaginó que al irse iba a resentir tanto su ausencia, sin darse cuenta mantener a esa alegre y dulce niña a su lado ya era como una necesidad para él.

Probablemente era por esa razón que había comenzado a soñar con ella. En sus sueños Dororo lo llamaba a lo lejos y se lanzaba corriendo a sus brazos. Eran sueños recurrentes los cuales conforme pasaba el tiempo iban cambiando poco a poco e intensificándose más.

El abrazo que Dororo le daba en sueños pasó a convertirse en un dulce beso en su rostro, para ser después un tímido beso en sus labios. Esto cambió al cabo de unos días, preso de la tristeza y los deseos por tener a su amada pequeña alma a su lado su sueño se transformó en imágenes más profundas y realistas.

De nueva cuenta Dororo se lanzaba hacia él para abrazarlo y después atrapar sus labios gentilmente, pero no se detuvo. Hyakkimaru la tomó de sus delgados hombros y la colocó con delicadeza en el suelo para después comenzar a besar su cuello con desesperación. El pequeño cuerpo de la niña se revolvió tímidamente debajo de él conforme sus labios iban bajando hasta su clavícula.

No podía aguantar más, escuchando la agitada respiración de Dororo, así como sus bajos y avergonzados gemidos abrió de un tirón su ropa dejando al descubierto sus pequeños pechos los cuales apenas estaban comenzando a desarrollarse. Quería escucharla más, quería sentir más esa piel cálida y suave que era un deleite. Si, iba a hacerlo, le habían negado el tacto con sus manos por tanto tiempo que por eso ahora tenía el derecho de experimentar con ellas tocando ese cuerpo que lo enloquecía.

Comenzó a jugar alrededor de sus pezones con una mano, mientras que con otra bajó lentamente por su entrepierna. Era demasiado, el calor que envolvía su cuerpo lo sofocaba.

— A...aniki...—Lo llamó esa hermosa niña, la dueña de su corazón, entre gemidos tímidos pero llenos de deseo—Más... más por favor...

La mano bajó hasta encontrar los pequeños y gastados trapos que usaba como ropa interior y se los quitó de un tirón, dejando al descubierto sus partes íntimas. Volvió a besar su cuello, con sus dedos jugaba con sus indefensos pezones mientras que con la otra mano comenzaba a explorar las partes más prohibidas de esa inocente y dulce criatura. Su voz lasciva lo hizo enloquecer.

— ¡Aniki! ¡Aniki! ¡Así! ¡Dame más! ¡Se siente muy bien! ¡Aniki!

Ese último grito lo hizo despertar. Hyakkimaru abrió sus ojos de golpe, levantándose rápidamente del suelo. Volteó a su alrededor desorientado, no podía comprender muy bien lo que pasaba. Dororo no se encontraba por ningún lado, y él por su parte respiraba agitadamente, tenía un poco de sudor en el rostro y sentía todo su cuerpo caliente.

No comprendía la razón, pero sintió una terrible vergüenza al recordar lo que había soñado ¿Qué fue todo eso? ¿Por qué había "atacado" a Dororo de esa forma? Su adorada pequeña se había quejado en ese sueño, aunque no se podía decir que sonaran como exclamaciones de dolor ¿qué eran entonces?

Sintió sus mejillas sonrojar al recordar los gemidos de Dororo en su sueño, pero eso no fue lo más extraño. Con ese recuerdo también sintió un intenso calor en su entrepierna, eso le hizo ser consciente que su fundoshi ahora se sentía más apretado.

Era la primera vez que le pasaba, y debido a que esto lo hacía sentir incomodo no le iba a quedar más remedio que revisarlo. Con manos temblorosas se desató su gastado kimono y tomó su fundoshi para bajarlo un poco.

Un enorme miedo se apoderó de él al ver como esa parte de su cuerpo había cambiado, ahora estaba un poco levantado y enrojecido, incluso las venas eran ahora visibles y palpitaban de vez en cuando ¿Qué le había pasado? ¿Estaba enfermo de algo? Su miembro nunca había lucido así antes, era por eso que no tenía idea de cómo podía regresarlo a la normalidad.

Necesidades [One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora