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ALMA ROTA

Volví a leer esa novela. Al acabarla, rompí a llorar intensamente, siempre me había producido una gran tristeza. Aquellas frágiles hojas reflejaban mi historia. Una bastante deprimente, pero a veces con momentos bonitos. Me hacía recordar tanto los buenos como los malos momentos. Todas esas personas que algún día formaron parte de mi vida, de repente, se fueron.

Pero antes de todo, he de contaros lo que me sucedió.

En un pequeño pueblo apartado a las afueras de Estocolmo, vivía un niño que solía ir a despejar la mente al lago Schneus.

Pero aquel miércoles no sería como cualquier otro, aunque eso, Erik, no lo sabía. 

Su nariz estaba roja a causa del frío, y este le hacía temblar ligeramente a pesar de que llevara su chaqueta favorita. Era gorda, de lana, de un azul oscuro que le encantaba. Le recordaba al mar y la vez que fue con su familia a la playa. No solían ir, ya que no tenían suficiente dinero para viajar. Pero, un año, cuando cumplió los cinco, sus padres, de regalo de cumpleaños, le llevaron a él y a su hermana a  la playa más cercana.

Recordaba ir en coche, con su hermana a su izquierda, su madre delante, y su padre al volante, ya que ella había quedado lisiada trabajando un día en el campo, recolectando calabazas para el invierno, cuando una rodó del carrito al suelo y le hizo tropezarse. Después le cayeron todas las demás encima y tuvo suerte de haber sobrevivido.

Cuando, finalmente, llegaron al mar, su hermana salió del coche corriendo. Casi se olvidó de quitarse el cinturón y todo. Después, él, con más cautela que ella, fue metiéndose en el agua poco a poco.

Fue la mejor sensación de su vida. El agua, fría en un día caluroso, alivió todo su cuerpo.

Ahí, ahora, tumbado en la nieve, se sentía parecido, pero con otra especie de alivio.

Acababa de llegar cuando escuchó aquel fuerte estruendo. Todas las aves echaron a volar. Erik, asustado, echó a correr en dirección contraria a la fuerte explosión. Alzó la mirada.

Pudo observar como cuatro aviones de combate sobrevolaban la ciudad.

Dos años después, una vez la guerra hubo acabado, volvió al pequeño pueblo.

Al llegar se le encogió el corazón. Un pueblo devastado, unos recuerdos borrados, una familia separada, un corazón quebrado.

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