Tercera Parte

6 0 0
                                    

Los campos y cercados se sucedían milla tras milla.
Bellos paisajes. Mismos paisajes.
Tim se sentía un intruso circulando en su negro coche de Wayne Corp. por la pequeña carretera bordeada de tejos, como un cuervo de otro mundo descendiendo sobre el plácido medio oeste.
Una vocecita le insistía: "No te necesitan aquí. Batman, Arkham, Jokers y Pingüinos... Toda esa parada de los monstruos a la que tan acostumbrados estáis en Gotham debe quedarse allí. Este no es vuestro sitio."
- El monstruo ha salido de Gotham. – Respondía Tim entre dientes y casi sin querer.- Y mi deber es perseguirlo.
"¿Y vienes tú? ¿Y que eres sino otro monstruo?"
Tim se tensó.
Quizás la voz tuviera razón. No estaba seguro de haber dado con la pista correcta, quizás todo fuera producto de una corazonada. Sabía que existía una posibilidad de estar en lo cierto, pero también sabía que tenía muchas de estar equivocado.
¿Se arriesgaría a perturbar la tranquila vida de un pueblo, quizás a provocar el pánico, por una corazonada?
Sacudió la cabeza.
- ¡Maldito seas! Casi diría que has conseguido meterme alguna de tus porquerías.
Al final sólo era un chico de ciudad en un caro y bonito coche. Se reirían de él, desconfiarían, desearían que se largara pronto y se llevara con él esos aires de suficiencia. Pero, si tenía razón, todo acabaría rápido y los lugareños nunca se enterarían de que había estado allí.
Sólo tenía que tener cuidado.
- Concéntrate, Tim. - Se dijo.- Rápido y discreto... Se rápido y discreto...
El cartel señalando el inicio del término municipal pasó a su lado a toda velocidad.

*************

- Tenemos a quince... –Informó la oficial Appleton.
Munson la miró por encima de las gafas de leer.
- ¿Incluida la señora Trench? – Preguntó.
- Si. Aquí está. Mabel Trench. 82 años. Encontrada muerta en su casa. Un golpe en la cabeza producido al tropezar con los montones de basura que tenía desperdigados por todas partes.
- ¿Diógenes?
- Sí... Un Diógenes repentino. - Appleton hizo una mueca de burla.- La trabajadora social la fue a ver hace tres semanas y todo era normal. Parece ser que últimamente este pueblo es pródigo en enfermedades mentales súbitas.
Munson se levantó de su silla y se asomó a la ventana de su despacho.
- Bien, Appleton. Me ha convencido. A este pueblo le está pasando algo... ¿Tiene alguna idea?
La policía cabeceó, confundida.
- Si... No...
Munson se giró hacia ella.
- ¿Cómo?
- Es que... Parece como si hubiera una plaga de... ¿miedo?
- Siga, oficial.
- Todos los casos se expresan con ligeras diferencias e intensidades, pero todos tienen en común que se trata de fobias.
- No es el caso de la señora Trench.- Objetó Munson.- Un síndrome de Diógenes no es una fobia.
Claire Appleton apretó los labios. Suspiró y prosiguió.
- Señor... Ya nunca lo sabremos, pero suponga que no sufría síndrome de Diógenes, supongamos que simplemente tenía pánico a salir de casa. ¿No hubiera ocurrido lo que ocurrió de la misma forma?
- ¿No cree que está interpretando los hechos a su modo para probar su teoría?
- No lo se, señor... - Musitó Claire.- Quizás si...
La joven oficial se llevó la mano a la barbilla pensativamente. Levantó la vista al cabo de un instante y fue directamente hacia la pizarra que presidía el despacho mientras señalaba con el dedo a Munson.
- Pero si la señora Trench tenía en realidad pánico a salir de casa cuadraría con el resto de casos...
Y agarrando el rotulador, empezó a escribir en la pizarra.
- Panico a salir de casa, pánico a las hormigas... También hemos registrado pánico a las tormentas, el pobre señor Higgs... Pánico a las arañas, de estos tenemos tres, es normal porque es una fobia muy común... ¡A hablar en público! El reverendo Dworaczyk empezó a sudar y temblar durante el sermón de hace dos semanas, no ha podido volver a subir a su estrado desde entonces...
Claire hizo una pausa y se giró hacia su superior. La estaba mirando fijamente sin decir palabra.
- ¡Bueno, jefe! Veo que ya le voy convenciendo... Tenemos brotes psicóticos y un caso de esquizofrenia, una tal Mary Gates jura que unos extraños la persiguen... Ginefobia, miedo a las mujeres... De estos tenemos dos.
Munson seguía mirándola fijamente, pero, de pronto, Claire advirtió que algo no iba bien. Habia algo extraño en sus ojos.
No obstante prosiguió.
- Y casi acabamos... Por último tenemos los miedos raros: a las arrugas, a los teléfonos...¡Y al color amarillo!
- Los pájaros... - Dijo de pronto Munson.
Claire se giró. El Jefe de Policia se encontraba inmóvil, con la mirada perdida en un punto más allá de la pizarra y el rostro desencajado.
- ¡Señor! ¿Qué le ocurre? – Exclamó.
Munson levantó un dedo y señaló hacia la ventana que daba al parque que rodeaba la comisaria de policía. Sus ojos parecían escapar de su rostro y una voz rota surgió de sus labios casi cerrados:
- Los pájaros... Los pájaros...
Y entonces empezó a gritar:
- ¡Quieren mis ojos! ¡Que no se me acerquen!
De pronto, compulsivamente, sacó su revolver y empezó a disparar mientras chillaba histérico.

SCAREVILLE 3Where stories live. Discover now