Daba vueltas de un lado a otro acabando de hacer la maleta, en unas horas cogía el avión hacia Madrid, mi nueva residencia, y como de costumbre, iba con prisas. Mi madre me perseguía por toda la casa diciéndome lo que se me olvidaba por guardar. No era la primera vez que viajaba a la capital, lo había hecho ya bastantes veces para ir a ver a mi mejor amiga que estudiaba allí, con la que ahora compartiría piso. Madrid me encantaba y siempre quise vivir allí, de hecho, iba a estudiar ahí pero la nota no me bastó y tuve que hacer la carrera en mi isla, Mallorca. Pero lo que sí tenía claro es que después de acabar iba a buscar trabajo en mi lugar favorito, y tuve la suerte de que al poco tiempo me dijeron que sí para trabajar en una clínica veterinaria bastante importante, y por supuesto, no me lo pensé dos veces y acepté.
A mis 22 años de edad no había parado quieta, no podía estarme quieta en un sitio, siempre que podía cogía el avión y me iba por ahí aunque fuera un fin de semana. Amaba la libertad, poder hacer lo que me daba la gana y cuando quería. Había tenido la suerte de que mis padres me daban esa libertad, nunca me pusieron demasiadas pegas, aunque obviamente con algunos límites, pero solo los necesarios para controlarme un poquito. Supongo que habían entendido que era mi forma de ser, un espíritu libre que tenía las alas muy grandes y necesitaba volar.
Debido a mis múltiples escapadas a la Península había madurado bastante, así que mis padres estaban bastante tranquilos con mi decisión de irme a Madrid, aunque mi madre no podía esconder que le daba mucha pena dejarme ir, era su hija única y claro, iba a costarle hacerse a la idea que esta vez no era una escapada de un par de días o de semanas, sino que era algo definitivo, al menos por ahora, estaba completamente segura de que no aguantaría para siempre allí.
- Natalia, te he llamado tres veces ya, al final vas a perder el avión -me gritó mi madre desde la puerta de la casa-.
- Si mamá, ya estoy lista -le dije arrastrando las maletas-.
- Tu padre ha ido a buscar el coche, vamos, que no llegamos.
No me gustaban las despedidas, me parecían algo demasiado dramático para la importancia que yo les daba, solo era un "hasta luego" un poquito más largo, tantos mis padres como yo sabíamos que nos veríamos pronto, no iba a tardar ni dos semanas en hacer un viaje relámpago e ir a verlos, a traerles a Luna, mi perrita, mi mayor tesoro. Era parte de la familia y sabía la falta que les haría tenerla en casa al llevármela, pero yo no podía ni quería vivir sin ella, era mi fiel compañera, la que siempre estaba a mi lado, la que me daba su amor incondicional, la que me hacía sonreír con solo mirarme. Amaba a los animales, desde pequeña me habían encantado y tuve muy claro que quería dedicar mi vida a ellos, y no encontré mejor forma de hacerlo que curándolos, poder sanar sus heridas, colaborar en que estuvieran bien o salvarle la vida a un animal era lo que más me llenaba en la vida y por fin podría hacerlo de verdad.
Llegué a Madrid a las 9 de la noche de aquel mes de Octubre, hacía algo de frío y lo noté nada mas bajar del avión.
- !Niña! -me gritó Vanesa corriendo como las locas-.
- !Mi Vane! -le dije abrazándola muy fuerte-.
- Me vas a ahogar -me dijo riéndose-.
- Ay perdón, ha sido la emoción de verte, hacía más de un mes que no te veía -le dije soltándola-.
- Tranquila que ahora me verás todos los días.
- Dios, que tortura -le dije guiñándole un ojo-.
- Calla idiota, no hagas que me arrepienta que duermes en la calle -dijo dándome un golpe en el hombro-.
Fui a recoger la maleta y a Luna, que enloqueció nada mas ver a Vane, se llevaban extremadamente bien, se adoraban.
- Vane, la baba -le dije riéndome en su cara-.
- Es que esta perra es demasiado adorable, sabes que estoy enamorada de ella -dijo con una sonrisa mirándola-.
- Eres lunasexual ¿no?
- Sí, me casaba con ella ahora mismo, lo tiene todo.
- ¿Y para hacer el amor cómo lo vais hacer?
- Ay calla, que asco, ya me has cortado el rollo -dijo con cara de repugnancia-.
- Ella tiene sus necesidades, así que tu verás como lo haces, pero no te veo yo teniendo sexo con una perra.
- Deja de decir guarradas que te tiro del coche en marcha, a ella la quiero para otras cosas -me dijo intentando parecer enfadada-.
- Para lo otro ya tienes a Dani, o como se llame ese personaje -le dije para picarla-.
- Sabes que se llama Dani, y ya no te metas con él que es muy majo, no entiendo por qué le tienes tanta manía.
- Porqué es un creído tía, se cree irresistible el tío. Si antes de estar contigo me tiró a mi los trastos sabiendo que era lesbiana, el muy gilipollas -le dije indignada recordando el momento-.
- Se debía pensar que caerías ante sus encantos masculinos, que son muchos -dijo sin parar de reír-.
- Pff si, no sé como no me lo tiré en ese momento, me da mucho asco Vane, ni siendo hetero me gustaría lo más mínimo.
- Es guapísimo Nati, no me digas que no -me dijo con cara de enamorada-.
- Lo gilipollas le quita todo lo guapo que pueda llegar a ser, me dan mucho coraje los tíos como él que se creen que si somos lesbianas es porque no hemos estado con un tío como ellos -le dije enfadada por mis propias palabras-.
- Venga, no te enfades, tienen la cabeza hueca, Dani solo sirve para lo que sirve -dijo con una risita de pervertida-.
- Ya ya, bien que te gusta así sin cerebro y todo -me llevé un tortazo de mi amiga-.
- A callar, yo no me metí con la descerebrada de tu ex.
- Era un amor -le dije al acordarme de ella-.
- ¿Y por qué la dejaste si era tan amor? -me preguntó bajando las maletas del coche-.
- Por eso precisamente, porqué corría el peligro de enamorarme de ella y no quería correr el riesgo -le dije ayudándola-.
- Pues siento decirte que algún día te vas a enamorar, y no vas a poder salir corriendo como haces siempre -me dijo convencida de sus palabras-.
- No quiero enamorarme, ya lo sabes, me gusta vivir la vida, sin ataduras ni complicaciones. No quiero depender de nadie, no me gusta.
- Y sabes que me encanta tu forma de vivir pero algún día vas a caer y no habrá escapatoria posible.
- No creo que aparezca la persona de la que no pueda escapar -dije segura de mi misma-.
- Si tu lo dices... -dijo dándome por perdida-.
Entramos en el piso y quedé enamorada, ya lo había visto por fotos pero era casi mejor de lo que me imaginaba. Era un lugar muy acogedor y decorado de una forma muy moderna, y lo que más me encantaba era el jardín que tenía en la parte trasera, además de la piscina comunitaria aunque no tendría mucho tiempo para aprovecharla me encantaba la idea.
Cenamos, me di una ducha y saqué lo necesario de la maleta, ya era bastante tarde y al día siguiente tenía que madrugar. A las nueve empezaba a trabajar y estaba algo nerviosa, era mi primer trabajo de veterinaria aunque ya tenía algo de experiencia por las prácticas. Pero la ilusión y las ganas ganaban a los nervios. Me dormí enseguida, me esperaba un día muy intenso y lleno de cosas nuevas por conocer.