El Día De La Fiesta

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Justo frente a él, en medio del escenario, estaban esos monstruos cantando canciones infantiles.

Evan miró su pedazo de pizza de pepperoni que le habían regalado mientras intentaba entender qué era lo que causaba la felicidad y dicha de los niños que estaban cerca de esas máquinas. Eran tan terroríficas y espeluznantes; debajo de esas figuras de oso y conejo dorado habían cables y partes robóticas que lucían amenazantes y peligrosas. A pesar que eran artefactos que que su padre había construido, no comprendía cómo era posible que frente a su mesa se lograban ver espeluznantes; quizás sus recurrentes pesadillas sobre ellos lo habrían empeorado.

Lo que más le asustaba de aquellos robots era su amenazante hocico. Era tan grande y hacía lucir su rostro como un ente paranormal con dientes filosos y puntiagudos, Evan estaba convencido que en cualquier momento podrían engullir a un niño de un solo mordisco si quisieran. Él odiaba con todas sus fuerzas ese lugar y su hermano lo sabía, al igual que su padre. 

Pero aún así, su fiesta de cumpleaños de nueve años era en Fredbear's Family Diner. Evan estaba sentado completamente solo en una mesa reservada para todos sus invitados, pero la verdad era que desde ya hace un tiempo Evan no tenía amigos. Un niño de esa edad no tendría por qué estar asustado en su fiesta de cumpleaños pero así era; su pequeña mente estaba inmersa en el terror, condenado a ver a sus peores miedos en su cumpleaños y pasar el día completo ahí porque sabía que de nada funcionaría rogarle a su padre que se vayan, ya lo había intentado varias veces.

Evan se sentía indefenso y aterrado por todo lo que le rodeaba y pronto cedió al miedo que poco a poco se hacía más grande, volvió su mirada hacia el escenario para darles un vistazo a los animatrónicos para vigilar que no tuvieran planeado acercarse a él, aunque Evan sabía que eso no pasaría. Se levantó de su silla y se escondió debajo de la mesa, tal y como usualmente hacía cuando era obligado a acompañar a su padre al restaurante a trabajar cuando él tenía que hacer alguna que otra reparación de los animatrónicos.

El padre de Evan sabía perfectamente del temor de su hijo a este lugar, pero simplemente, el hombre ignoraba las pequeñas palabras que salían de la boca de su hijo, podría decirse que incluso lo hacía a propósito. Evan sabía que su padre era un hombre lastimado y ocupado y que nada había sido lo mismo desde que Elizabeth murió. Él recuerda muy bien una época en la que Lizzie, como le decía de cariño a su hermana mayor, le mostraba con asombro y diversión todas las maravillas que esos robots tenían. 

Pero desde aquel día, el día que ella murió, Evan no pudo volver a ver a los animatrónicos de la misma manera.

Sin embargo, acompañar a su padre al trabajo de vez en cuando no era la única pesadilla que tenía el pequeño Evan. Su hermano mayor, Michael, conocía su miedo y lo usaba en su contra.

Al tener a un padre dueño y creador de una exitosa cadena de restaurantes de animatrónicos era normal que se ausentara por largas horas en el día; Mike entonces aprovechaba para invitar a sus amigos a casa con la misma excusa  que le decía a su padre para que los dejara solos, que él se encargaría de Evan. Pero nunca le decía de qué manera se encargaría de él. Michael y sus amigos sabían que el pequeño temía de las mascotas de Fredbear's, así que lo torturaban y asustaban con ellos, incluso  lo encerraban en su cuarto hasta que Evan terminaba llorando y suplicando piedad.

Michael encontraba ridículo y patético lo que Evan sentía por los robots, él amaba burlarse de él y asustarlo constantemente, por lo menos de esa manera lograba distraerse de su dolor y de los constantes abusos de su padre, era su forma de manejar la pérdida. El adolescente había comprado 4 máscaras de los animatrónicos principales de otra pizzería de su padre, Freddy Fazbear's Pizza; estas eran de Freddy el oso, Bonnie el conejo, Chica el pollo y Foxy el zorro pirata. Eran las otras estrellas de aquella pizzería, que de igual manera, eran las pesadillas de Evan porque cualquier cosa relacionada con animatrónicos lo paralizaba. Él y sus amigos de vez en cuando solían usarlas, se escondían fuera de las ventanas con esas máscaras para acorralar al pequeño niño hasta que su hermano sorpresivamente brincaba frente a él y lo hacía gritar de miedo. Era casi como una rutina diaria y no había cosa en todo el día que Michael disfrutara más que eso, habían veces que su padre desquitaba  su estrés y dolor en él, y esos días hacían que las bromas fueran cada vez más pesadas para el pequeño de nueve años.

FNAF: Don't Forget To SmileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora