Fists and stabs

4 0 0
                                    

Suspiró hastiado del mundo, descansando su peso en el respaldo del sofá al interior del estudio. Se sabía con suerte y solitario pues la reunión había concluido unas horas atrás y el personal retirado apenas unos minutos. Cobijó sus nudillos con la palma inofensiva, el escozor del labio no era molestia mayor y, curiosamente, sentía un alivio enorme al morderlo.

La piel ardía. Lo había hecho de nuevo.

Esa maldita costumbre de acumular sus frustraciones tenía precio. No era el momento ni el lugar, no debía ser la persona ni las palabras. Los conflictos eran exclusivamente de él y la causa de su angustia no lo comprendía.

Tomó el bolso y su chaqueta, emprendiendo camino a casa luego de subir al auto, ignorando el escudriñe de los peatones y la silenciosa repetición de lo sucedido. Previendo indeseables mensajes y eliminando toda probabilidad de cometer otro error, apagó el móvil.

— Imbécil. — susurró con la frente en el volante, la luz roja se apiadó por segundos.





— Joven Tanabe — abordó uno de los porteros y detuvo su paso, un leve exalto al virar el daño en la comisura le hizo cubrirse por inercia — Se me ha solicitado entregarle esto. La persona se refirió como un compañero de trabajo.

Se hubiese extrañado del remitente si no fuese por la reciente contratación de aquella persona, cualquier otro incluiría el nombre de quien ya imaginaba y la etiqueta hubiese sido muy distinta. Reconstruyó el instante en que dicho individuo fingía ser nada más que un conocido. No debía sorprenderle, esa forma de distanciarse llevaba firma.

Inspeccionó la bolsa de plástico denso descubriendo que la prenda contenida se trataba de su cazadora, préstamo de un día e imprudentes deseos; a diferencia de cierto bajista, el pelinegro no era de sostener deudas por minúsculas que fuesen. Agradeció el favor secamente, dirigiéndose a su respectivo piso.

Al entrar decidió enfriar sus pensamientos, los impulsos eran fieros enemigos y él no era de piedra para aminorar el impacto de las consecuencias. Rodeó exasperado la amplia sala, persiguiendo a la tranquilidad que huía con aires juguetones, burlándose de su poco tacto y reconocida posición. Sinceramente, dudaba que el primero existiera.

Ser honesto y tomar la iniciativa consistía un reto diario, hablar con afecto tras años de trabajo y compañerismo era completamente distinto a lo que aquello exigía; eran dos personas definidas tanteando en la penumbra suelo desconocido, y él le había dejado atrás por temor a despedirse de una familiar claridad.

¿Qué derecho ejercía? ¿Había sepultado su autocontrol a cambio del tentador resarcimiento? Lo dicho se trataba de un cúmulo de venenosas inseguridades que mantenía en la privacidad de su pecho. Necesitaba tiempo, espacio, lujos de los que escasamente podía disponer.

— Eres un hombre, un maldito tío que pareciera una mierda necesitada de atención.

Lo merecía. Merecía ese golpe certero y maldijo al instinto que le hizo empujar al otro con fuerza, impactando su espalda contra la pared y devolviendo el ataque. Por si fuera poco, el guitarrista había sido el único en vacilar. Vergüenza, rabia y dolor; turmalinas inyectadas de carmesí, acuchillándole. Y su propio reflejo en ellas jamás fue tan repugnante como en ese par de segundos.

— Justo, como de costumbre. — le halagó con temblorosa determinación y la fiera que le dominaba retrocedió, confundida.

Bastó un instante para darse cuenta del grave desliz, de ese juramento quebrantado.

Headache, Heartache [Kaoi]Where stories live. Discover now