Capítulo 1

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  Arrodillado junto a un arroyo de aguas azules y cristalinas en un bosque cercano a la ciudad de Rosvith, se encontraba un joven de cabellos plateados y ojos naturalmente rojos, vestido con una camisa blanca, una chamarra de cuero negra, pantalones negros y un gorro azulino cubre su cabeza, dejando escapar unos pocos mechones de su cabello plateado. Sus pies estaban descalzos y a su lado, tenía unas botas marrones.

-¡Mahiro!- se oyó una voz de mujer.

El chico levantó la cabeza. Se puso de pie rápidamente y se dirigió hacia una pequeña choza de madera camuflada. Una mujer de mediana edad le esperaba, de ondulado cabello blanco, ojos dorados y con una sonrisa dibujada en su rostro.

- Madre- la abrazó.

-Mahiro, mi niño- correspondió el abrazo. Se separaron y se sentaron a la mesa, donde había dos infusiones calientes y un poco de pan con queso. –Mahiro- habló seria la mujer- tendrás que ir a la ciudad.

-   Lahyen –dijo Mahiro, llamando a su madre por su nombre de pila. Ella se sorprendió un poco. Su hijo no la llamaba así a no ser que…

- Pero tienes que ir- insistió.-No quiero que tu tía te descubra conmigo.-Sorbió un poco de infusión.- Ya he hecho lo que he podido despistándola estos 8 años.

Mahiro hizo una mueca. No le agradaba aquella petición.

-Aun así…- intentó replicar.

-Mahiro, por favor- suplicó Lahyen.- Tanto para ti como para mí nos hes difícil esta situación y que...- empezó a sollozar.

-Warathy (madre)- Mahiro se acercó y la abrazó con fuerza.- Zenwan yhao meyi ( no llores)- recargó su cabeza en su hombro.

-Hanjhoung (hijo)- no entendía por qué Mahiro había hablado en su antigua lengua. Hacía años que no la usaba.- ¿Me podrías hacer este favor?

Mahiro  la miró y le limpió las lágrimas.

-Iré a la ciudad, tranquila- su madre sonrió. –Me matricularé en el instituto y viviré en el pequeño apartamento que nos dio papá.

Se levantó y fue a su cuarto a guardar toda su ropa y cosas preciadas en una bolsa que se colgó al hombro. Bajó las escaleras y le dio un beso de despedida a Lahyen.

Mahiro iba a decirle que la visitaría el próximo fin de semana, pero su madre se le adelantó.

-No puedes venir a visitarme- dijo al ver la ilusión en la cara de su hijo. Este bajó la cabeza.

-Hasta la próxima, madre- salió de la casa en dirección a la ciudad.

-Cuídate mucho, Mahiro- pidió al viento para que le llevase aquellas palabras a su hijo. Cerró la puerta.

                    

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Poco a poco, el bosquecillo fue desapareciendo dando lugar a la ciudad. Mahiro salió de entre los árboles cercanos al origen del bosque y observó con detenimiento a todas las personas que deambulaban por allí.

Suspiró y empezó a andar por una calle hasta llegar a un pequeño edificio de apartamentos y subió hasta el piso 7 donde dejó la bolsa y volvió a bajar para ir a inscribirse en el instituto Karie.

Mi helado GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora