1._El pacto

328 26 18
                                    

Allí estaba yo, delante de todas esas personas que me miraban fijamente, unos cuantos me juzgaban, otros me apoyaban siempre.

El flash de las cámaras me cegaba de vez en cuando y mi respiración estaba entrecortada.

Hice una panorámica de la sala, y no distinguí a nadie más que los periodistas y algún que otro fotógrafo, mientras miles de micrófonos de todos lados intentaban pegarse a mi boca para que hablase y soltase cualquier discurso de agradecimiento.

De mi boca no salió nada.

Tenía a mi lado al hombre que más amaba en este universo, sujetaba mi mano en signo de pacto, había acordado conmigo gobernar el país los dos.

Juntos.

Y me había elegido a mí para hacerlo, entre otros muchos otros partidos.

Me miraba a mí con esa sonrisa suya, tan deslumbrante y que me hacía sentir tantas cosas, y yo no podía reaccionar.

—¡Señor Iglesias!

—¡Aquí señor Iglesias!

—¡Mire aquí, por favor!

Muchas personas me gritaban llamando mi atención pero no era suya, era de Pedro, que se mostraba seguro de sí mismo ante las cámaras.

—Señor Iglesias, le están hablando-dijo entonces él.

Volví al mundo real, todos me estaban mirando, media España me estaba viendo en ese momento por televisión y yo estaba embobado mirándole a él.

—¿Señor Iglesias, cómo se siente al poder gobernar con el señor Sánchez? Debe de ser un gran honor para usted.

—S-sí, por supuesto—contesté nervioso—es un placer compartir el poder con alguien tan fascinante e inteligente como lo es Pedro Sánchez. Es un honor que me haya cedido este cargo—dije mientras las cámaras nos fotografíaban a ambos.

—También lo es para mí, Pablo—contestó él.

El corazón me daba mil vueltas y mis mejillas se tornaron de un color rojizo, su mano aún tomaba la mía y sus ojos oscuros se clavaban en mí, no podía creer que estuviese allí en ese momento, junto a mí, tomando mi mano y haciéndome una promesa.

—Vamos a gobernar como es debido, Pablo. Lo haremos juntos, por siempre.

—Sacaremos este país adelante.

—Juntos.

Y seguido de esto nos fundimos en un cálido abrazo que marcaba el principio de nuestra Presidencia, entre vítores, destellos y aplausos

El abrazo duró más de lo que esperaba, y los periodistas no paraban de murmurar y tomar notas, pero no me importó lo que pensasen.

En ese momento no me importó lo que pensasen los demás, que me juzgase media España, que perdiera prestigio o que el mismo Pedro, el amor de mi vida, me quitase el puesto. No me importaba nada, sólo él.

Y, cuando nos separamos; impulsado por la emoción del momento, sus manos rozando mi piel y mis ganas de estar junto a él, le besé.

Juntos [Peblo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora